Por supuesto, el Papa no es infalible. A veces se puede equivocar. Pero tiene mucha razón cuando habla y condena toda acción contra el hombre, contra su dignidad, contra sus derechos humanos. Así es el Papa Francisco y por ello provoca polémica.

Jorge Mario Bergoglio, su nombre real, ha lanzado una expresión con la que todos estamos de acuerdo, menos el gobierno de México. Tiene que ver con la inseguridad, la violencia y la cadena de muerte que afecta a la población, derivada del avance del narcotráfico.

Le cursó una carta a Gustavo Vera, legislador argentino, director de la organización La Alameda, quien a su vez le había informado sobre el crecimiento sin pausa del narco en algunas regiones de Argentina y las denuncias que realizará esa organización respecto de la trata de personas y la esclavitud.

El Papa Francisco había venido trabajando con La Alameda antes de que fuera designado Sumo Pontífice.

“Veo tu trabajo incansable a todo vapor. Pido mucho para que Dios te proteja a vos y a los alamedenses. Y ojalá estemos a tiempo de evitar la mexicanización. Estuve hablando con algunos obispos mexicanos y la cosa es de terror”, dijo el líder de la Iglesia católica.

¡¡Cataplum!! Se ha armado la grande. El Papa le ha dado al gobierno de Enrique Peña Nieto donde duele, con un término, la mexicanización, que describe el terror que provoca el narcotráfico.

Mexicanización equivale a colombianización. Así se denomina al fenómeno del tráfico de droga que trae aparejada una espiral de violencia, muertes terribles, ejecutados, gente cercenada, calcinada o disuelta en ácido. Todo eso se veía en Colombia y ahora se ve en México.

La mexicanización nos lleva a escenarios escalofriantes. En México, la guerra por el narcotráfico ha dejado más de 100 mil muertes, más de 20 mil desapariciones, ejecuciones, balaceras, la disputa de territorios entre las bandas dedicadas al lucrativo negocio de la droga, la descomposición de la sociedad, los fenómenos delictivos paralelos, como son la extorsión, la trata de personas, el reclutamiento de jóvenes y niños para convertirlos en halcones, estacas o sicarios del narcotráfico.

“Estuve hablando con algunos obispos mexicanos y la cosa es de terror”, le precisó el papa Francisco al director de la organización La Alameda, instándolo a redoblar esfuerzos para evitar que la violencia tome en Argentina el mismo nivel que en México.

A ningún mexicano le inquietó lo dicho por el Papa Bergoglio. En cambio, al gobierno de Enrique Peña Nieto sí. El término “mexicanización” ejemplifica cuánto ha crecido la violencia y cuánto ha dejado de hacer el Estado.

La respuesta fue inmediata. El gobierno de Peña Nieto anunció que cursaría una nota diplomática. O sea, se pusieron muy salsas. El canciller mexicano, José Antonio Meade Kuribreña señaló que el texto señalaría que “más que buscar estigmatizar a México sobre el tema de las drogas, lo que debiera buscarse son mejores enfoques y espacios de diálogo y reconocimiento de lo que hacen México y Latinoamérica de un tema que nos preocupa y que nos ha implicado esfuerzo”.

El Episcopado mexicano respondió que la expresión del Papa Francisco en ningún momento pretendió estigmatizar a México, que fue un comentario “personal y privado” y que “cita una realidad que le preocupa de este país y otros del continente respecto del narcotráfico”.

Entonces cambió la postura del canciller. Se olvidó que el Papa Francisco había estigmatizado a México y le bastó con que la Santa Sede expresara oficialmente que“Papa no quería absolutamente herir los sentimientos del pueblo mexicano, al que ama mucho, ni desconocer el compromiso del gobierno mexicano en la lucha contra el narcotráfico”.

Y con eso el gobierno de Peña Nieto se dio por servido. No le pidió al pontífice que retirara sus palabras, que aclarara los alcances del término “mexicanización”, que eximiera de responsabilidad al gobierno mexicano. Unas cuantas líneas de texto donde dice el Vaticano que no pretendió Francisco “desconocer el compromiso del gobierno mexicano en la lucha contra el narcotráfico” y asunto arreglado.

Hablar de la “mexicanización” para referirse a espiral de violencia no es agraviar a los mexicanos pero describir que el nivel de terror al que puede llegar un país ni no se ataja a tiempo el fenómeno del narcotráfico.

Antes fue colombianización, ahora es mexicanización.

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