Ora sí que mis antiguos ya se andan desgreñando. Se despluman por una obra, el edificio de los jubilados petroleros, y por chismes, dimes y diretes, que porque unos apoyaban al PRD y otros no, que porque traen camionetas nuevas y se construyeron casas, y porque dudan que ahí se haya invertido seis millones de pesos, casi se agarran a trancazos.

El caso es que estos señores, que me merecen todo mi respeto porque son gente mayor, que ya dieron lo que tenían que dar, que trabajaron y se rajaron el cuero, hoy están enfrentados y se acusan hasta de corrupción.

Chale, chale, digo yo. Eso no ayuda a nadie. No los quiero ver pelear. No queremos, como sociedad, que se señalen y se agravien porque si ellos se enlodan, nadie va a respetar sus canas.

El pleito es por el edificio de los jubilados petroleros. En la obra se invirtieron recursos del Departamento de Jubilados de la Sección 26. La idea era tener un edificio con múltiples servicios y áreas de esparcimiento para los socios.

Hace meses que hay jaloneo porque algunos ponen en duda que la inversión de seis millones corresponda a lo que se ha edificado.

Se han dicho de todo. Pidieron una auditoría, que se revisara cada peso invertido, que se llegara al fondo para establecer si alguien se fue con la cochina al monte.

Las acusaciones se dirigen a presidente de los jubilados, Miguel Ángel Gómez Alafita, y al presidente del Consejo de Vigilancia, Jesús García Chablé, quien fue el responsable de vigilar la realización de la obra.

Metieron en el rollo al arquitecto Roldán Vargas Aguilar, quien fue el encargado del diseño y quien hasta octubre vigiló la construcción del edificio. Dice que no manejó dinero ni compraba material, pero que el que suministraba era García Chablé.

Y a García Chablé se le fueron encima. La asamblea del lunes se puso al rojo vivo. A la prensa no la dejaron pasaron y hasta fuimos objeto de groserías y maltrato.

García Chablé sacó la cara por sí mismo, diciendo le han inventado historias que no corresponden a la realidad. Rechazó que se haya comprado una camioneta, que le haya construido una casa a la querida y que le haya comprado muchas cosas más. Pidió que no lo satanicen.

Dijo que está enfermo, que ya lo sometieron a una cirugía y que le van a practicar otra. Y que si ya no se le metió más dinero a la obra del edificio de jubilados fue porque se acabaron los recursos.

García Chablé identificó a quien armó la revuelta: Miguel Gómez Díaz, quien fuera candidato del Partido del Trabajo en la pasada elección municipal de Las Choapas. Dijo que era un agitador y que lo acata y lo sigue atacando cuando él se la pasa en su casa debido a su enfermedad.

Miguel Gómez respondió que García Chablé no está de permiso como presidente del Consejo de Vigilancia, que está sujeto a una investigación por el manejo de los recursos invertidos en esa obra.

También señala que los directivos de los jubilados apoyaron al PRD en la elección municipal, pero ese no es el punto de conflicto sino el uso del dinero de la organización.

El caso es que se dieron una madriza verbal. Se atacaron y se defendieron porque a nadie le cuadra que esa construcción se haya llevado seis millones de pesos y esta es la hora que no se haya podido terminar.

La obra se va a volver a revisar. Le van a pedir al presidente de los jubilados, Gómez Alafita, que se haga la revisión y que lleven notario público para que quede un antecedente legal.

El asunto es bochornoso. Qué mala onda ver a los jubilados peleando así. Que mala onda que haya un clima de sospecha. Qué mala onda que se acusen mutuamente de defraudar a la organización y también de agitar con señalamientos falsos.

Yo digo que todos se merecen respeto por sus canas, porque son gente que entregó su vida laboral, porque muchos de ellos están en la última entrada del partido de beisbol.

Que hay que aclarar todo, cierto. Que los recursos de la organización deben manejarse con pulcritud y transparencia, cierto. Que nadie tiene derecho a acusar sin pruebas, cierto. Pero debieran saber que la ropa sucia se lava en casa.

A ver, antiguos. Dennos una lección a los jóvenes de cómo se deben comportar los mayores. Algo les tenemos que aprender.

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