Ora sí que puede decir misa el arzobispo pero en qué lío se metió. Don Hipólito Reyes dice que no lo dijo, o que le cambiaron sus palabras, que no dijo plaga sino epidemia y que se refería a la frecuencia con que se encuentran madres solteras en la actualidad. Y podrá ser cierto pero el escándalo no lo para ni Dios padre.

Chale, mi prelado. Lo que es tener la lengua suelta y no calcular lo que una sola palabra podía provocar. Eso de decirle “epidemia” a las madres solteras y que luego le atribuyeran que había dicho “plaga” es como para imponerse una buena penitencia, darse unos azotes y entrar de rodillas a la Basílica de Guadalupe.

El arzobispo dijo:
 “Se están volviendo una plaga… antes las mujeres que no tenían un papá para sus hijos era porque quedaban viudas o no lograban entenderse con su marido y decidían separarse”.

Después mencionó:
 “Una madre soltera no puede ser madre y padre al mismo tiempo. No está bien que falte la figura paterna en una familia aunque la mujer así lo haya decidido, pues las madres solteras se están volviendo una plaga.

 “México tiene un montón de mamás solteras. Y eso se hace una epidemia porque la que es hija de madre soltera al rato no tiene otro modelo que ese aunque sea inconscientemente”.

Púchita tú. Con ese criterio tan oscurantista, nomás le faltó pedir que las lleven ante la Santa Inquisición, que las monten en el potro, que les estiren los brazos y las piernas, que las hagan pedir perdón y que luego, para que no se les olvide que ser madres solteras es epidemia, que las quemen en leña verde.

Hipólito Reyes dice que no es así, que nunca dijo lo de la plaga, que se refirió a la epidemia que significa la cantidad de casos que se están dando de madres solteras.
Pues, les digo, podrá decir misa concelebrada pero ni cómo evadir la santa madriza que le pegaron los medios de comunicación, la gente en las redes sociales y las organizaciones dedicadas a la defensa de las mujeres.

Le han dicho hasta de qué se va a morir, porque desde su concepción arcaica la mujer sólo se puede quedar con los hijos cuando enviuda o cuando se divorcia.

Pero eso de que se embaracen sin matrimonio de por medio, pues es casi pecado capital.
El caso es que se le ha armado un borlote nacional al arzobispo de Xalapa y por más que el Episcopado salió a defenderlo, no hubo nada que pudiera parar la oleada de críticas.

Claro que es chido que la mujer se case, que tenga una pareja responsable, que ese amor dé frutos, que vengan los chilpayates, que todos integren una bonita familia y que se consoliden con el paso de los años. Ese modelo, si se sigue, fortalece a la sociedad porque, dígase lo que se diga, la familia algo súper.

Pero hay que admitir la realidad. Cada vez hay más madres solteras y muchas son padre y madre. Trabajan, llevan el sustento a casa, inculcan valores, son un ejemplo para los hijos.

También hay padres solteros. Quizá no tantos pero los hay. Ellos se hacen cargo del hijo que la dama no quiso tener a su lado o que debió recoger porque la madre no se supo conducir. O por las razones que sean, pero también hay padres solteros.

Y unos y otros, cuando son un buen ejemplo para los hijos, merecen el respeto de todos. No son una plaga, tampoco una epidemia. Son una realidad y habrá que analizar el por qué.

Claro que lo mejor es que la chica y el novio consoliden su unión, con boda o sin boda, y que ambos levanten a sus hijos y los hagan gente de bien. Ese es un modelo de familia que nadie puede objetar.
Muchas organizaciones se le fueron encima al arzobispo Hipólito Reyes. Condenaron sus palabras.

Él dijo que no mencionó la palabra “plaga”, que sólo dijo epidemia, pero para el caso, lo mismo. Hasta quienes lo han respaldado, advirtieron que su visión de la madre soltera es discriminatorio, misógino, irresponsable e irrespetuoso.

Hipólito Reyes ya se disculpó. Le dijo a la periodista Adela Micha que usó mal la palabra epidemia pues “lo que quiso decir es que los padres no asumen su responsabilidad y por ello hay muchas madres solteras”.

Sí, pero es insuficiente. Ya lo denunciaron ante el CENAPRED por discriminación. Que Dios lo perdone.
 
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