Es un asunto de voracidad, de ambición, de corrupción y falta de escrúpulos. Ellos, que son políticos, crean el conflicto y le sacan jugo. Y en el extremo de la cadena, el pueblo es que el paga los platos rotos.
 
Hablo de los taxis. Hablo de la corrida, del servicio colectivo, de las concesiones, del abuso y de los acaparadores. Hablo de un gremio, el de los taxistas, que anda en crisis. Hablo de los usuarios que no tienen por qué pagar de más.
 
Traemos el rollo del aumento a la tarifa de taxis en el servicio colectivo, apoyada por un pequeño grupo de taxistas, llámense concesionarios o conductores, y rechazada por otros trabajadores del volante y el pueblo en general.
 
Las Choapas está saturado de taxis. El gobierno repartió concesiones a diestra y siniestra y el negocio de las placas estaba en su mayor nivel.
 
Las asignaban a taxistas y también a quienes nunca habían tenido nada que ver con el transporte. Simplemente bastaba que alguien tuviera el dinero suficiente para pagar los derechos, se les otorgaba.
 
El taxi era buen negocio cuando el mercado del transporte estaba equilibrado. Pero cuando excedieron el número de unidades, ocurrió lo que siempre sucede en la economía: a mayor número de unidades, menor número de usuarios.
 
Desde entonces ve uno que los taxis se pelean el pasaje. Y como son entre 500 y 600 taxis en Las Choapas, pues no hay suficiente clientela. En tres años se triplicó el número de taxis en el municipio y las consecuencias las sufrimos todos.
 
Subir la tarifa no es la solución. Subir la tarifa es cargarle el problema al usuario, que es el que va a terminar pagando más, simplemente por el hecho de que el gobierno de Veracruz saturó de concesiones el mercado.
 
Una parte del gremio anda con su loca pretensión de que les aumenten la tarifa del colectivo de siete a nueve pesos y así hacer más rentable el negocio, o menos difícil.
 
Quien usa el colectivo es porque no cuenta con una economía boyante. Muchas veces se trata de estudiantes, de amas de casa, de varones cuyos ingresos son bajos ínfimos.
 
Lo que el pueblo dice nos ilustra. Un albañil que gana mil 100 pesos a la semana, que tiene dos hijos que estudian, que requieren en promedio 140 pesos, más lo que gasta el papá en su traslado, más lo que gasta la mamá cuando va a realizar las compras, no tiene cómo enfrentar el aumento. A eso agréguele el gasto de comida, la renta, la luz. ¿Hay para vestirse?
 
Ellos dicen que incrementar dos pesos al servicio colectivo les pega en su economía. Y es cierto. Les pega en su economía porque para ellos dos pesos más por corrida son dos pesos.
 
La solución no es que los usuarios sean quienes terminen absorbiendo un aumento que aunque parezca una nimiedad, sumados por la cantidad de vehículos que usan al día, a la semana o al mes, impacta su bolsillo.
 
La crisis de los taxistas es compleja. La sufren los conductores porque ellos son quienes tienen que llevar la cuenta del patrón y a veces, pagando el combustible y la limpieza del carro, llegan a su casa con las manos vacías.
 
Es algo que provocaron los políticos desde dos frentes. Unos, los que están en el gobierno, se dedicaron a autorizar concesiones sin un estudio de mercado previo que indicara cuántos autos debían estar circulando en función de la demanda de usuarios.
 
Otros son los políticos que aprovecharon sus relaciones y sus esferas de poder para que les asignaran un número de determinado de concesiones y así lucraron con el negocio de los taxis. Son los responsables de que el mercado se saturara de taxis para los cuales no hay suficiente pasaje.
 
Y más, más de fondo, el problema es la voracidad de ese grupo de políticos y pseudo funcionarios de gobierno, entre los que puede anotar con nombres y apellidos, entre otros, a Renato Tronco Gómez, Marco Estrada Montiel, Hugo Cobos, quienes obtuvieron para su provecho y lucro personal innumerables concesiones de este tipo, las que negociaron y dieron a cambio de dinero o favores políticos.
 
Son ellos, los políticos, quienes jodieron el asunto de los taxis. Sí, les dieron concesiones, acapararon placas, se apoderaron de buena parte del negocio y ahora quieren nueva tarifa y que la pague el pueblo.
 
Chin-go-no-mé-tri-cos los vatos.
 
Con lo que no contaban es que la mayoría de los taxistas y la ciudadanía en general dicen NO al incremento a la tarifa del servicio colectivo.
 
Primero que reordenen el servicio, creen nuevas rutas, revisen quiénes son los verdaderos concesionarios y que al político le tumben el negocio. A partir de ahí, todos salen ganando.
 
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