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Juan Ciudadano

Los Gobernados

El último misil del fotoperiodista

03/08/2015 11:34 a.m.
Ese chico de aspecto revolucionario, que andaba en las calles, no con un rifle, no con una bazuka, no con un misil, sino con su cámara fotográfica y con muchas ganas de recoger la protesta social, le ha provocado a Javier Duarte de Ochoa un megadesmadre político.

Ese chico se llamaba Rubén Espinosa Becerril y hoy está muerto.

No traía un arma entre la ropa. Tampoco encañonaba a nadie, aunque más de uno sentía ráfagas sobre el cuerpo cuando accionaba su cámara, o mejor dicho, sus cámaras, porque el muy desalmado cargaba varias, una para los acercamientos, el zoom, otra para las tomas panorámicas.

Rubén Espinosa se fue de Veracruz hace mes y medio. Ya lo traía jodido el gobierno de Javier Duarte de Ochoa. Lo asediaba y cuando podía, la policía lo madreaba. Y claro, todo tiene un hasta aquí. Se puede sentir uno héroe o mártir, pero hay que actuar con prudencia. Y por eso, Rubén se fue.

Rubén Espinosa era un fotógrafo reconocido, aceptado, con facha de revolucionario o de chamaco rebelde, que no se medía para meterse entre las patas de los caballos, sobre todo cuando cubría las protestas de los grupos sociales, los que llegaban a Xalapa y se apostaban frente palacio de gobierno, sacando sus mantas y sus cartulinas, diciéndole al gobernador que es un gobernador bien pinche, o a sus subalternos, una punta de jijos que no sirven pa’ una y reverenda chingada, como no sea enriquecerse a costillas del pueblo.

Ahí andaba Rubén Espinosa. Incluso se mimetizaba entre los luchadores sociales, algunos barbudos como él, algunos fachosos como él, algunos con su gorrita tipo che Guevara, con sus gafas negras. Y de ahí sacaba fotos que le provocaban una punzada en el estómago al gobernador.

Rubén Espinosa aguantó madrizas, amenazas, pero cuando comenzaron a encararlo y a seguirle los pasos, se fue de Veracruz. Se fue encabronado, pero se tuvo que ir para evitar un desenlace fatal.

Se fue al Distrito Federal. Allá estuvo viviendo. El viernes 31 andaba en la calle. Envió un mensaje en el que avisaba que iba hacia su hogar. Horas después fue encontrado muerto en un departamento de la colonia Narvarte. Estaba golpeado y le dieron dos balazos, uno de ellos era el tiro de gracia.

En el depa estaban los cuerpos de otras cuatro mujeres. Una de ellas era Nadia Vera, activista social, quien había participado en el Movimiento #Yosoy132 en Xalapa. Todos fueron torturados y luego baleados, según dice la Procuraduría del DF.

Nadia y Rubén se conocían. Hay fotografías en que aparecen juntos. Pero no se sabe que ella hubiera recibido amenazas del gobierno de Javier Duarte, aunque sí fue reprimida en la protesta del 20 de noviembre de 2012 contra Peña Nieto.

A Rubén se le vincula con la lucha de los alumnos de la Universidad Veracruzana, de los ambientalistas, de los defensores de derechos humanos. Rubén Espinosa cubrió de cerca el ataque a los universitarios en Xalapa a manos de un grupo parapolicíaco, y a partir de ahí se agudizó el hostigamiento y las amenazas.

Se fue de Veracruz molesto porque se desprendía de la actividad que era su pasión, el periodismo. Colaboraba con la agencia fotográfica Cuartoscuro, AVC y Proceso, en calidad de corresponsal en Xalapa.

Les digo. Con las fotos que manejaba era como tener en la mano un rifle de largo alcance. Le hacía un boquete al gobernador porque exhibía ángulos de Javier Duarte que no le agradaban a muchos y que, por supuesto, eran fotografías que serían publicadas en la prensa nacional e internacional.

Una fotografía de Rubén ilustró una portada de Proceso, en la que el gobernador se ve re panzón, con una gorra de Seguridad Pública de Veracruz y con la expresión medio de sorpresa. El encabezado decía: Veracruz, un estado sin ley.

Rubén se hinchó. Presumió que esa era su foto. Y se puso a trabajar de nuevo como si hubiera pasado nada. Las notas en el periodismo son como el agua del mar; la tocas un instante y sabes que segundos después no las volverás a ver.

Con su trabajo y con su activismo social, este chamaco tenía inquietos a Duarte y a su gente. Pero ahora están peor. Con su muerte, con el crimen que le quitó la vida, le hizo un daño mucho mayor de lo que pudieran imaginar, quizá irreparable.

Las protestas, las condenas a nivel estatal, nacional e internacional, la difusión de su caso, las circunstancias en que le quitaron la vida, han tenido el efecto de un misil. Es el último misil de Rubén Espinosa Becerril, el que tiene al gobernador tambaleándose y algunos dicen que a punto de la renuncia.
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