¿Qué le molestaría tanto a Javier Duarte que pudieran ser motivo para mandar a matar a periodistas independientes?

¿Que no se dejan comprar para sumarse a las farsas políticas tan cotidianas en su gobierno?
¿Que difundan que miembros de su gabinete caminan por las calles con maletas cargadas de dinero provenientes del erario público?

¿Que den a conocer cómo él y sus funcionarios obtienen y presumen de mansiones, ranchos y lujos, riqueza inexplicable?

¿Que se mofen de “sus reconocimientos” comprados para presumir que gobiernan con democracia y libertades?

¿Que revelen información que ridiculiza sus presunciones de su falsa prosperidad?
¿Que se le ridiculice por su pésima capacidad de gobierno?

Los motivos sobran. Cualquier motivo es bueno para alguien que canaliza sus frustraciones en su inagotable capacidad para hacer el mal.

Lo desproporcionado es que en vez de corregir el camino, de rectificar, de hacer transparente su gobierno, de evitar actos de corrupción, de acatar la ley, lo primero que se le ocurre al gobernador de Veracruz es hacerle la vida imposible a los periodistas incómodos y a los luchadores sociales.

¿Qué le hizo Nadia Dominic Vera Pérez? Ser brava, ser respondona, ser inteligente, hablar por los demás, organizar a la gente, salir a las calles y gritar que no, que este pinche gobierno es espurio, que no representa a la sociedad, que Enrique Peña Nieto y Javier Duarte de Ochoa provienen de un fraude electoral.

Nadia Vera marchó contra el triunfo fraudulento del PRI en la elección de 2012. Duarte les envió a la policía. Les dieron una madriza. Disolvieron la manifestación a punta de macanazos.

Después se le vio en aquella entrevista en el programa Rompeviento TV, en internet. Ahí se proyectó Nadia. Dijo que en Veracruz no manda Javier Duarte sino el narcotráfico, que mandan los zetas, que el que quiere trabajar tiene que pagar cuota.

Lanzadita la Nadia. A raíz de eso comenzó la presión y se fue al Distrito Federal, donde se supone estaría más segura. Lo último que se supo es que había conseguido trabajo en Cuernavaca, Morelos.

Rubén Espinosa hacía dos cosas. Era fotógrafo de prensa y activista social. Su pecado fue difundir imágenes de manifestaciones de protesta, seguir la pista de la agresión a los ocho universitarios en Xalapa, ser el impulsor de la colocación de una placa en Plaza Lerdo con la que se le comenzó a denominar Plaza Regina Martínez, en honor a la periodista y corresponsal de Proceso, asesinada en 2012, y denunciar que el gobierno infiltraba agentes vestidos de civil, pero armados en los eventos políticos de la oposición.

Ambos están muertos. Los torturaron y masacraron en el DF, donde se exiliaron.
Como ellos, otros 13 periodistas han sido asesinados en el período de Javier Duarte como gobernador de Veracruz, otros cuatro están desaparecidos, más de 30 dejaron el estado, y a decenas los agrede la policía cada vez que puede, hasta por tomarles una foto, por publicar que su gobierno está de la chingada, que la violencia está fuera de control, que la corrupción acabó con las finanzas y mil argumentos más, que evidencian el deterioro de Veracruz, la desigualdad, la injusticia y la impunidad.

Pero resulta que decir la verdad en Veracruz es firmar una sentencia de muerte. Al gobernador le incomoda, le encabrona, lo pone fuera de sí que se diga la verdad de su pésima actuación porque eso denota incapacidad, pero peor aún cuando se habla de voracidad y ambición.

La prensa denuncia actos de corrupción, o que la familia del gobernador haga negocios con el erario público, o se mofa de la forma tan burda en que compra reconocimientos de organizaciones patito, o que pone en duda su doctorado en la Complutense de Madrid, o que denuncia cómo se enriquecen los funcionarios de su gobierno, esa prensa está en peligro de muerte.

Los motivos pueden ser absurdos. Lo grave es que el gobernador reacciona con furia, sin medir el alcance de sus acciones, usando todo el aparato represor contra los que él, con una miopía política mayúscula, considera sus enemigos.

Nadia y Rubén fueron críticos y enfrentaron a Javier Duarte. Hoy están muertos.
¿Cuáles pudieran ser los motivos del gobernador para actuar drásticamente contra la prensa crítica? Cualesquiera. Para un déspota que no sabe aceptar que se equivocó en su decisión de ser gobernador, cualquier motivo es bueno.

 
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