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Juan Ciudadano

Los Gobernados

Asesinos, libremente por las calles

11/08/2015 08:50 a.m.
No es como el lejano oeste, pero parece. Allá cada quien traía su pistola, cada quien retaba a quien quería y cada quien se cargaba su muertito. Pero ese era el lejano oeste en los yunaited esteits. Y lo que imperaba era la ley del revólver.
 
Veracruz está igual o peor. Huele a muerte, a violencia, a sangre, mientras la delincuencia se pasea por las calles, libre e impunemente, dejando dolor, quitándole la vida al alguien y dejando familias desmembradas.
 
El nivel de violencia al que se ha llegado en los últimos años, puede medirse, fría y crudamente, en dos casos que conmocionan, que aterran.
 
En Las Choapas, la tarde del miércoles de la semana pasada, un joven empleado de Coppel fue masacrado a balazos, luego de que fuera confundido con otra persona, con la que los asesinos habían tenido un conflicto vial, sin mayores consecuencias que el reclamo del agraviado de que le fuera reparada su unidad, que resultó con daños menores. Los infractores se negaron, le lanzaron amenazas y más tarde regresaron a matarlo... pero asesinaron a la persona equivocada.
 
En Coatzacoalcos, la madrugada del pasado domingo, en el malecón de Coatzacoalcos, una persona que conducía en estado de ebriedad golpeó a una pareja de motociclistas, quienes reportaron lesiones no graves; sin embargo, el infractor se dio a la fuga, pero fue perseguido por unas personas que atestiguaron los hechos. Lo alcanzaron y en lugar de entregarlo a las autoridades, lo ajusticiaron sanguinariamente.
 
José Nenyis Cruz Aguilar, el empleado de Coppel, platicaba con un amigo. Bebían cerveza, sentados, al borde de la banqueta, en la colonia Jinicuil. De pronto llega un tipo con el rostro cubierto. Le suelta una palabras. “Que qué problemas tienes!”, le dijo el sujeto y le comienza a disparar.
 
Le dio cinco balazos, yéndose de espaldas José Nenyis Cruz, quedando sin vida sobre la banqueta, junto a él la caguama que momentos antes disfrutaba, con la que aliviaba el intenso calor.
 
A su lado miraba, estupefacto, Carlos Mario Zenteno Ostos. A él le tocaron dos balazos en la pierna izquierda. Y cuando el sicario le apuntaba con el arma hacia su cabeza, se le encasquilló. Como pudo, Carlos Mario se alejó. Medio corría aguantando el dolor hasta introducirse en su casa y llegar a su habitación, donde se desplomó mientras se desangraba.
 
José Nenyis murió en el acto. Carlos Mario pudo sobrevivir, siendo trasladado al hospital Doctor Pedro Coronel.
 
Las autoridades estiman que fue una terrible equivocación. Dicen que el sicario había atenido un problema de tránsito, a parecer un choque, con una persona que estuvo platicando con José Nenyis y Carlos Mario. Fue por él pero no lo encontró y finalmente mató a uno y dejó malherido al otro.
 
Gacho. Cualquier tipo puede andar armado, atacar a quien quiera, incluso por un problema vehicular, e irse tan campante. Es un matón, un sicario, un matarife que se da el lujo de quitarle la vida a alguien y caminar por las calles impunemente.
 
El otro caso ocurrió en Coatzacoalcos. Jhonny Franzua Flores conducía su auto a alta velocidad sobre el malecón costero, a la altura de la colonia Puerto Esmeralda. Manejaba en estado de ebriedad, como a las 3 de la mañana.
 
Arrolló a una motocicleta, cuyos ocupantes resultaron con lesiones no graves. Sin embargo, un grupo de por lo menos 20 sujetos, en su mayoría jóvenes presenciaron el incidente y fueron tras Jhonny Franzua, quien se dio a la fuga.
 
Los inches tipejos lo siguieron y le cerraron el paso. Lo bajaron a golpes, le arrojaron un gran trozo de escombro que le destrozó el cráneo y le expuso la masa encefálica.
 
Después arrojaron el escombro en el otro carril del malecón. Aparentaron que se trataba de un accidente y se largaron.
 
Por supuesto fue un asesinato. Y esos jijos andan libres.
 
Jhonny Franzua vendía material de construcción, tenía 33 años de edad y cursaba una maestría para labrarse mejores oportunidades de trabajo.
 
¿Es justo lo que le hicieron? Aún sabiendo que él conducía en estado de ebriedad y con exceso de velocidad, y que golpeó a una pareja que iba en una motocicleta, ¿es justo que 20 desgraciados lo hayan golpeado hasta matarlo?
 
Contra los resultados que presumen las autoridades en el combate a la delincuencia y protección a la sociedad, los hechos evidencian que los criminales andan caminando libremente por las calles, portando armas y sin el menor temor a ser sorprendidos y castigados, o que se toman la justicia en sus manos.
 
Esto es la ley de la selva, o la ley del revólver, o es como vivir en el lejano oeste. Es la barbarie provocada por que no hay autoridad.
 
(Comentarios y tips a: [email protected])
 

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