Los Frutsis y los Pingüinos están de plácemes. Están intactos, a salvo, sin que nadie los toque ni los robe, sin que el crimen organizado o la delincuencia común hayan ido por ellos, sin que alguien los torture, los mutile y le dé el tiro de gracia. Eso, en Veracruz, es tener suerte.
 
A la que le está yendo del carajo es a la sociedad. En el norte, en el centro, en el sur, en la sierra y en la costa, la violencia vuelve a sacudir a los veracruzanos, multiplicándose el número de ejecutados, de secuestrados y de extorsionados.
 
Y entonces vuelve a la mente aquella frase tan explosiva del gobernador Javier Duarte de Ochoa, que sin medir el impacto de sus palabras, salió con que en Veracruz la violencia ha disminuido y que lo único que se roban son los Frutsis y los Pingüinos que se venden en las tiendas Oxxo.
 
Lo bueno es que no dijo que a esos Frutsis y Pingüinos los levantan, les dan sus cates, los ponen como camote y los despedazan en vida. A las personas sí, pero esos no figuran en la estadística del gobernador.
 
La frivolidad es mala consejera. De ahí las broncas en que se ha metido el gobernador porque si algo está en su mayor nivel es la violencia.
 
Aquí en el sur, lo del hijo del ex candidato a diputado federal por el Partido Humanista, Enrique Jiménez Díaz, es la comidilla. El joven Enrique Jiménez Domínguez había sido llevado de su domicilio con lujo de violencia.
 
Días después lo hallaron semisepultado en un terreno de la calle Josefa Olivares, en el ejido Tacoteno, en Minatitlán. Presentaba huellas de tortura y un disparo de arma de fuego. Medio lo enterraron pues algunas partes de su cuerpo estaban a la intemperie. Al comenzar a despedir olores y cuando los lugareños vieron que había animales de carroña, se percataron que había un cuerpo.
 
El domingo fue hallado muerto un catedrático de la universidad Veracruzana y de la Universidad Istmo Americana, en Coatzacoalcos. Respondía al nombre de Zacarías Aguirre Domínguez y era muy apreciado por sus alumnos.
 
Fue un homicidio con móvil de robo, según las autoridades judiciales, ya que se llevaron objetos de valor y su vehículo. El maestro Zacarías estaba solo. Su familia había salido de la ciudad y los asesinos lo sorprendieron. Por supuesto, la rectora de la UV, Sara Ladrón de Guevara, expresó la indignación y el repudio de la comunidad universitaria a esta nueva agresión.
 
Tiene razón. En un autobús de pasajeros fue asesinado un estudiante de la UV que viajaba de Poza Rica a Tulancingo, Hidalgo. Dos individuos que se hallaban en ese transporte, se pusieron de pie y le soltaron su carga mortal, que dio en tórax y cabeza.
 
Lo que indigna es la actitud de la Fiscalía General de Veracruz que se apresuró a decir que el crimen se cometió en territorio poblano y que el ejecutado era oriundo de Puebla. Así pues, sólo coadyuvará en la investigación. O sea, a lavarse las manos.
 
En Mundo Nuevo, congregación de Coatzacoalcos, un joven fue asesinado a pedradas, recordando las prácticas árabes y judías de hace siglos.
 
Lo peor fue el ataque en Nueva Veracruz. Desde un auto vaciaron sus armas provocando pánico y muerte. Decían las autoridades que sólo hubo tres heridos. Luego corrieron las fotos de un acribillado, lleno se sangre, inerte.
 
Los Frutsis y los Pingüinos están a salvo; los veracruzanos no. La violencia se ha recrudecido y lo peor es que el gobierno de Javier Duarte está petrificado, sin saber qué hacer o sin tener la capacidad para devolvernos la paz.
 
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