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Juan Ciudadano

Los Gobernados

Se llama miedo y el gobierno ni se inmuta

18/09/2015 08:51 a.m.

Muy valedores, muy valedores, pero a todos nos domina el miedo. Nos trae jodidos, paranoides, creyendo que una noche de estas, cuando duerme el cuerpo y se abandona el alma, han de venir por nosotros y a rastras saldremos del hogar para no volver.


Muy valedores y muy valientes, pero qué decir cuando el miedo nos hace pensar, o medio pensar, que los muertos de ayer y de antier y de toda semana podríamos haber sido nosotros porque la delincuencia cuando llega, agarra parejo y se lleva entre las patas a narcos y gentes de bien.


Así pues, vemos y escuchamos las noticias, que en realidad son un resumidero de malos momentos, del asalto a la joyería, a la sucursal bancaria, a la financiera, al restaurant, al hogar, a la empresa.


¡Uta! y los ponen ahí chorreando sangre, siendo el reflejo de que el fenómeno de la violencia ya rebasó todo y a todos. Las ejecuciones van y las ejecuciones vienen. También las fosas clandestinas que alojan cuerpos de gente, algunos mutilados, otros completitos, que pasaron por la vida fugazmente hasta que un día los sicarios les dieron cran.


Muchos van saliendo de este mundo porque se implicaron con una banda despiadada, porque son zetas, halcones o estacas, que estaban ahí, viendo y escuchando, checando si la policía o los militares o navales van para allá o se dirigen a cierto lugar con ganas de atrapar delincuentes.


Se multiplican los casos de violencia. Ayer, sí, ayer, el octavo ejecutado en territorio choapense, pasando por el caso de la maestra de guardería y el joven al que lo fueron a sacar de su casa.


Ese octavo ejecutado en tan sólo unos días, queda ahí, tirado en la banqueta, entre un charco de sangre, y todavía le colocan una cartulina donde queda claro que el pleito es entre bandas dedicadas al narcotráfico, que se distinguen por ser sanguinarias, frías, contundentes, pues no se tocan el corazón para darle en la madre a quien sea.


A principio de año fueron los ganaderos, los de Las Choapas y los de otras regiones, la tía y los sobrinos que huían y los alcanzaron en una ladera donde los ejecutaron.


En otras fechas, en otros momentos, han sido los migrantes que en calidad de indocumentados llegan a México. Se adentran en el territorio creyendo que aquí somos a toda madre. Y en este sur de Veracruz les va de la fregada. Los asaltan, les pegan, algunos reciben navajazos, a otros les toca bala, a unos más los arrojan de La Bestia. Un verdadero infierno que viven y todo porque la ley no aparece por ningún lado.


Los taxistas ya no quieren trabajar de noche. Y tienen razón. Los riesgos aumentan, la sospecha está por todos lados. Dicen que cuando realizan un servicio a alguna congregación, se persignan porque saben que van pero no saben si regresarán.


Muchos inician al día viendo las noticias, leyéndolas en la prensa, escuchando en la radio, y horrorizándose con lo que nos está pasando, sin perder la capacidad de asombro, recorriendo el escalofrío por todo el cuerpo.


Es el miedo que traemos todos. Es el miedo que domina a la sociedad. Es el miedo ante lo indefensos que estamos, en las manos de una delincuencia que no tiene freno, que avanza sembrando muerte y causando dolor.


Es un fenómeno dual: la sociedad atrapada en el miedo y el gobierno que ni se inmuta. Juntos crean las condiciones para que la incertidumbre nos atrape.
El gobierno no garantiza ni previene los hechos delictivos. La Constitución federal y estatal lo mandata a que cumpla con esa garantía, la de seguridad para el pueblo, pero en la práctica no se hace.


La seguridad no es una dádiva. No es un gesto generoso de los políticos que nos gobiernan. Es su obligación que tú y tú, usted y ustedes, todos vivamos en paz, en armonía y libres de todo amago de violencia.


El gobierno se ve superado por los hechos delictivos y lo único que argumenta es que sus autores son las bandas del crimen organizado, los narcos, los extorsionadores. Y así se excusa el gobierno, como si no les competiera o como si fuera algo imposible de enfrentar o combatir.


La sociedad inmersa en el miedo y el gobierno que no actúa. Y no lo hace por complicidad, no porque lo supere la delincuencia. La fuerza del Estado es superior, pero se deja avasallar por los criminales porque eso le deja dividendos.


Gobierno y delincuentes juegan con ese miedo. La sociedad lo experimenta, lo sufre, le frustra. Ese es el plan. Mantienen sojuzgada a una sociedad que solo pide vivir en paz y que sus gobernantes cumplan con su obligación de darles seguridad. Sólo eso.


El miedo afecta todas las actividades, frustra no sólo el presente, sino también las esperanzas. Es nuestra terrible realidad y nos la diseñó el gobierno. Qué lamentable.

(Comentarios y tips a: [email protected])

 


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