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Juan Ciudadano

Los Gobernados

En Veracruz se respira el miedo

28/09/2015 09:02 a.m.

“Aquí se respira el miedo”. Eso oíamos decir a Juan Ramón Sáenz, aquel de La Mano Peluda, quien tenía la tétrica misión de contarnos historias de terror por las noches en un programa de radio y luego en la televisión hasta que un día por una extraña razón nos soplamos la noticia de que había muerto.

Y nos llenamos de miedo todos porque Juan Ramón se fue así, en un abrir y cerrar de ojos, sin que nadie lo imaginara, de sopetón, y nunca creímos que una méndiga bacteria gastrointestinal le hubiera provocado un paro cardiorrespiratorio, como dijeron. Lo que se supo es que investigó un caso cañón, con una maldición del más allá, y que se lo chupa la bruja.

Qué estúpido pensar que Juan Ramón pudiera morir de muerte natural si tanto le coqueteó a los fantasmas. Y es absurdo que alguien que habla de Tábata, una bruja real, o de posesiones demoníacas, o que registró con su cámara la presencia de un ser llegado del más allá, haya podido morir de enfermedad. A menos, claro, como usted y yo sabemos, esa enfermedad se la haya provocado algo paranormal.

De la Mano Peluda sólo quedó el recuerdo. Nos hizo pensar que podemos hablar y jugar con el más allá. Qué chido era pensar que un día despertáramos y el espectro estuviera durmiendo a nuestro lado, y el pinche susto que nos llevaríamos pero si no nos moríamos de la impresión, podríamos contarlo o presumirlo; o que la tía Meche, que tanto nos repitió que un día llegaría a jalarnos las patas, lo hiciera, y al abrir los ojos ahí la viéramos, al pie de la cama, sonriendo mientras nosotros literalmente nos meábamos en el pijama.

Nunca ocurrió pero que fregón era pensar que los fantasmas existen y que tendríamos contacto con ellos, o con el pariente muerto, o ver a la niña de los ojos hundidos que solía aparecer en alguna habitación de la casa y que luego el vecino nos refirió que sí, esa niña tenía por lo menos 20 años que fue asesinada, sí, ahí mismo, en la casa donde ahora vivimos. ¡Uta madre! le dijimos mientras un frío recorría el cuerpo y él dibujaba una sonrisa no sé si de gusto por habernos acalambrado o porque él tampoco existía ya.

De la frase “Aquí se Respira el Miedo”, que hizo célebre a Juan Ramón Sáenz y que luego se hizo programa la televisión, hablamos cuando hay algo que nos hace temblar, muchas veces no de fantasmas sino de hechos reales.

Y sí, aquí, en Veracruz, también se respira el miedo, pero a diario, cuando oímos o vemos o leemos que levantan gente, que los secuestran, que aparecen mutilados o con mensajes del narco, que los hallan en fosas clandestinas o que los despedazan a balazos.

Respiramos el miedo al ver las mantas o narcomantas que penden de los puentes, que son colocadas en las calles, de poste a poste, o al saber de los chavos que se van al antro y no regresan.

Aquí, en Veracruz, se respira el miedo cuando a diario hay un muerto o dos, cuando van por uno de los tipos y un comando lo sorprende en la calle, y en plena banqueta lo ejecuta, dejándolo tirado en medio de un charco de sangre.

El miedo ya es nuestro. Nos lo fue dando la delincuencia que llega por la gente que le disputa la plaza, el mercado de la droga, robándole los consumidores, pasando por su cuota al comercio o a los hogares de los ricachones, y al que no aporte, se lo llevan, o se llevan a un familiar y le hacen lo que quieren.

Veracruz está atrapado entre el miedo. La gente no sale de noche. O termina la jornada laboral en Pemex y se cambia de ropa para nos ser identificado en la calle. Llegamos a esto porque los policías ya no protegen a nadie más que a los malosos que les dan su lana para que los tengan informados.

¿Cómo llegamos a esto? No sé. O sí. No sé cómo llegó la sociedad a ese nivel de terror que lo paraliza cuando en muchos lugares del país se organizaron qué se yo si en guardias comunitarias o en autodefensas, pero de que corrieron los delincuentes, corrieron. Y lo que sí sé es que el gobierno valió madres como institución porque los políticos y toda la pirámide de poder se dejó contaminar.

El caso es que a unos nos paralizó el miedo y a otros les resultó un negocio chido hacerse de la vista gorda, no meter las manos o de plano involucrarse en las actividades ilegales.

Aquí se respira el miedo. Sí, aquí, en Veracruz, se siente, se respira, se vive con el miedo entre el calzón, o debajo de la piel, en la casa, en el trabajo, en todo lugar. Y por eso, de noche, ya nadie anda en las calles. Gachamente nos robaron la tranquilidad.
Aquí se respira el miedo y lo que no se vale es que alguien se muera de miedo.
 
(Comentarios y tips a: [email protected])

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