Son tan iguales, tan insoportables, tan iracundos, tan intransigentes, que no hay ni a cual de los dos, entre Javier Duarte o Héctor Yunes, irle.

Y viéndolos tirarse habladas, como si fueran los dueños de Veracruz, no puede uno mas que pensar que a los veracruzanos nos cuesta un mundo de dinero tener políticos así, los que con sus decisiones nos afectan a todos.

Héctor Yunes dijo que si llega a gobernador caerán “peces gordos”, o sea corruptos de gran peso, de los que le han metido la mano al presupuesto y se han quedado con la mejor parte.

La respuesta del gobernador Javier Duarte de Ochoa fue regalarle una caña de pescar para que pesque “peces gordos”, pero dijo que le recomendaba que fuera al Estero, en Boca del Río y que comenzara por sus familiares que son peores que los priistas.

Yunes Landa lanzó el mensaje de que iría por los que han robado y saqueado a Veracruz, los que llegan a los cargos públicos para enriquecerse, los que presumen fortuna y hasta traen guaruras para su seguridad personal.

A todos los perseguiría Héctor Yunes si llega a gobernador. Bueno, cuando menos eso dice.

En seguida le responde el gobernador y lo exhibe. Ándele Hectorín, ya que le gusta pescar “peces gordos”, tome su caña, lance el anzuelo, allá por el Estero, póngale su gusanito y que se lo coman el diputado federal Miguel Ángel Yunes Linares y sus hijos, el senador Fernando Yunes Márquez y el alcalde de Boca del Río, Miguel Ángel Yunes Márquez.

Al rato difundió Héctor Yunes que le regresó la caña de pescar al gobernador Duarte porque ofendió a su familia y porque él no es aficionado a la pesca deportiva ni le sirve esa caña para pescar charalitos. Lo que le pide es que le envíe un barco porque van a ser toneladas de peces los que capturará si llega a gobernador.

De ese nivel. Uno amenaza, el otro se burla, uno lo provoca, el otro se ofende, se tiran sus trastos, se lanzan sus calzones. Y esto apesta y apesta y apesta.

Y usted ha de estar pensando lo mismo que yo. ¿Cuánto gana Javier Duarte como gobernador y cuánto gana Héctor Yunes como senador? Y cuánto ganan sus achichincles que tienen inscritos en la nómina del gobierno y del Senado.

Y ha de pensar, como yo, que ya ni la chingan. Salen caros. Le cuesta una lanota al pueblo que los señores se digan y se contesten, se reten y se provoquen, se burlen y se amenacen. Porque al fin de cuentas, ellos viven del erario sin dar resultado. Y esa ineficiencia le cuesta al pueblo.

No les pagamos, sí, nosotros, porque su salario es producto de las contribuciones del pueblo, no les pagamos para que su tiempo y sus acciones las empleen para el trivial juego de las aspiraciones y las candidaturas, mientras a Veracruz, por las malas acciones de Javier Duarte y el silencio cómplice de Héctor Yunes, se lo está llevando el carajo.

 Javier y Héctor, son tal para cual, lo que los diferencia es la cantidad de poder que cada uno tiene en sus manos.

Héctor Yunes habla de proceder contra los “peces gordos” si llega a gobernador. La pregunta que me hago es: ¿por qué hasta que sea gobernador? ¿Por qué no hacerlo desde su posición de senador, denunciando formalmente a los que se han servido de los recursos de los veracruzanos? ¿Por qué no actuar en su calidad de priista distinguido, ex líder del PRI en Veracruz, ex subsecretario de gobierno, ex líder del Congreso estatal?

Pienso que Héctor Yunes pudo haber encabezado un acción legal contra Javier Duarte y la gente que lo rodea, pero luego me acuerdo que estoy en Veracruz, que todos son priistas, que se tapan con la misma cobija, que saben de qué pata cojean pero nadie jala el sarape porque quedan al aire todos.

Javier Duarte es un energúmeno; Héctor Yunes también. Javier Duarte es un intransigente; Héctor Yunes también. Javier Duarte se amafia con personajes repudiados como Renato Tronco; Héctor Yunes también. Javier Duarte vive del erario pero no le aporta nada a Veracruz; Héctor Yunes también.

Hoy los conocemos como lo que son. Nos cuestan un chingo tenerlo ahí, a uno como gobernador y al otro como senador. Y no dan resultado. Pero cómo emplean su tiempo para reñir políticamente, para retarse y provocarse y finalmente para burlarse y amenazarse.

Y yo les pregunto, valedores: ¿si no nos sirven para qué los seguimos manteniendo?