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Juan Ciudadano

Los Gobernados

Duarte, lo dejan solo

30/09/2015 09:08 a.m.

El frío es gacho y peor en medio de la soledad. Sobre todo en palacio de gobierno.

Y más cuando los amigos y los empleados se escurren por las paredes, hablan bajito, dicen que el jefe está loco y nadie sale en defensa de él.
 
¿De quién hablo? De Javier Duarte de Ochoa, el gordito que nos gobierna entre chistes y malas bromas, usando el poder y la justicia para la venganza personal.
 
Duarte ya no ve lo duro sino lo tupido desde que se le ocurrió madrear a todo el clan Yunes, a los del PRI y a los del PAN, para descarrilarlos y que ninguno pueda ser su sucesor, porque sabe que cualquiera lo va a meter a la cárcel por ratota.
 
Al diputado federal Miguel Ángel Yunes Linares, del PAN, le armó un show legislativo usando a los diputados priistas para presionar a la PGR y que procedan a desahogar una denuncia penal por peculado, supuestamente cometido cuando fue director del ISSSTE.

Los priistas lo vienen acusando de malversar recursos y enriquecerse e incluso de construir una mansión con el producto del fraude.
 
A su hijo, el alcalde de Boca del Río, Miguel Ángel Yunes Márquez, lo acusa de lo mismo, de vivir en una mansión valuada en 80 millones de pesos y por ello será denunciado y la Fiscalía General de Veracruz pedirá su desafuero al Congreso estatal para procesarlo y encarcelarlo.
 
Yunes Márquez ya le dijo que él no se doblega, que le haga como quiera, que la embestida es una venganza porque no puede parar a los Yunes del PAN.
 
A Héctor Yunes Landa, el senador del PRI, lo descarrila humillándolo.

Le obsequia una caña de pescar para que vaya por “peces gordos”, como había prometido, pero le dice que los peces gordos están en la zona del estero, entre Boca del Río y Alvarado, y que son sus parientes, los Yunes del PAN.
 
Héctor Yunes se encabrita.

Responde que con su familia no se meta, que pueden ser del PAN pero que son su familia, que no se meta con Miguel Ángel ni con su sobrino porque los quiere un chingo.
 
Y así rompe con el gobernador luego que se venía comportando como el candidato oficial, apapachando a Duarte, presumiendo que va arriba en las encuestas, muy Juan Camaney, alardeando que las canicas están de su lado y los dados siempre caen con su rostro al cielo.
 
Con José Francisco Yunes Zorrilla, el pleito no tiene para cuando terminar.

El senador critica la situación financiera de Veracruz, ofrece interceder, hablar con los bancos, alargar plazos y reducir intereses para darle recursos frescos al gobierno y que así se impulse el desarrollo.

Javier Duarte le dice que sí y luego que no. Después le da las gracias y le pide que no se meta.
 
Ahora el conflicto es por los impuestos. Duarte los quiere subir y Yunes Zorrilla recomienda que no lo haga.

El gobernador le recuerda que los dos fueron de los diputados que aprobaron el incremento al IVA y que el senador es de los que respaldan la reforma hacendaria que incluye mayores y nuevos impuestos.
 
El pleito está de poca. Es la primera vez que un gobernador se pelea con todos los que pudieran sucederlo en la gubernatura.

Y es de esperar que cuando lleguen lo aprieten por donde le duele, para que entienda cuáles son las reglas no escritas del sistema.
 
Y sí, es el pleito de Duarte. Pero lo que no se ve es al duartismo saliendo a defender a su jefe, alzando la voz por él, enfrentando a los Yunes que ya se sienten en la silla del gobernador, diciéndoles que no se metan con quien aún manda en el gobierno de Veracruz.
 
La prensa va a las dependencias, va a los partidos políticos, va a la Cámara de Diputados federal, va a los municipios.

 ¿Y saben qué? La respuesta se repite con las mismas palabras: Si es el asunto de los Yunes, mejor no hablar.
 
Tibiamente habla el líder de los maestros en Veracruz, el vetusto cacique Juan Nicolás Callejas Arroyo, que coordina la bancada del PRI en el Congreso estatal.

No defiende al gobernador. Lo que hace es llamar a la conciliación, a dialogar, porque “no es matándonos como nos vamos a entender”.

Y aseguró que para él el rompimiento entre Duarte y Yunes Landa es sólo un supuesto.
 
Y nadie más habla. Callan los duartistas, los funcionarios y los empleados, los alcaldes y los diputados, los líderes priístas.

No hay quien meta las manos al fuego por el gobernador justo cuando se despeña y protagoniza un nuevo escándalo en la prensa nacional.
 
Ese frío y esa soledad que sufren los gobernadores suele ocurrir después de la elección final, la de su relevo, la que define a su sucesor, cuando sólo restan meses para concluir su administración.
 
Pero el frío y la soledad de Javier Duarte es producto de su ignorancia para gobernar, del quebranto a las reglas del sistema, del atropello a las formas que obligan a ser cordial, receptivo, abierto al diálogo, conciliador.
 
Es el frío y es la soledad que hoy, anticipadamente, ya siente el gobernador.
 
(Comentarios y tips a: [email protected])


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