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Juan Ciudadano

Los Gobernados

Mejor jarochos que gringos

13/10/2015 09:26 a.m.
Así, poquito a poquito, ya van siendo nuestros, como de casa, como de la familia. Y cómo no si se los encuentra uno en el crucero, en el mercado, en los Oxxo comprando Frutsis y Pingüinos, caminando por las calles y estirando la mano, pidiendo unas monedas para llegar a los yunaited esteits.

Caso cañón el de ellos. Llegaron a la frontera con México. Hicieron el cruce como si nada, unos untándole la mano a la Migra y otros sin que nadie lo notara. Treparon a La Bestia y a pagar la cuota para seguir.

Y bueno, lo lógico es que pidan y se les dé. (Uta, qué bíblico me oí). Como diría Fox, comen y se van. Al fin que la meta es la meta, y su meta se llama Es-ta-dos-Uni-dos-de-América, la tierra prometida, el paraíso de los necesitados. (Sigo bíblico, vatos).

Nos llegan por montones. Casi todos de Guatemala aunque en su mayoría hondureños y salvadoreños, ahí donde no hay ni qué comer, ni trabajo, ni seguridad y las bandas de criminales llegan a tu casa y te quitan lo poco que tienes. Y entonces a qué carajo te quedas. Y todos piensan en el american way of life.

Pero llegaron a Veracruz. Y como dicen que sólo Veracruz es bello, que se van arraigando. Se quedan, echan raíces, se van habituando a nuestras costumbres y dicen que algún día van a perder el acento del lugar del que proceden y terminarán por ser bien choapenses.

Una monedita porfa, compa, que es para seguir el camino y alcanzar la frontera. Piden caridad y algunos están tan dados al catre que ni modo que no se apiade la gente. Lo que sea, mi compa, lo que le sobre, que desde ayer no como ni una tortilla.

Y con esa cara de hambreados pues ni cómo no socorrerlos. Dicen que el que tiene hambre es porque tiene cara de hambriento. Ellos así están. O traen los zapatos hechos una desgracia, gachisisisisímos. Otros la ropa, convertida en puros trapos, camisetas con huecos, la gorrita que no puede faltar.

Se acercan y muestran el billete de su país, nomás pa’ que no duden que son migrantes, que van de paso, que requieren de un gesto de humanidad, que unas cuantas monedas a cualquiera se les da y que Dios, algún día, se los ha de recompensar.

La gente da. Los que pasan en sus autos y que los agarra el rojo del semáforo. Y ya ahí, pues a apoyarlos. Otros no lo hacen porque temen que ni sean migrantes ni sean confiables. Qué tal si bajo el cristal del auto y ¡sopas! se me trepan o le arrebatan el bolso a la ñora.

No hay que ser. No todos son así. La mayoría son genuinos, migrantes con pedigrí. No son clonados ni piratas. No son invento. Van de paso y lo que recolectan es para sobrevivir y para el pasaje.

La mayoría así son. Otros no. Otros ya se quedaron a echar raíces y hasta mexicanos son. Sí, con acta de nacimiento y credencial de elector.

Ira nomás, qué pelaos tan sin embargo. De crucero en crucero, de banqueta en banqueta, estirando la manita, cayéndoles los 5 o 10 pesos, y así, juntando y juntando, ya les da para vivir. Y como la cosa está de pelos para cruzar a los Estados Unidos, mejor se les hizo ser adoptados como hijos se Las Choapas.

Algunos ya tienen su tiempo en estos rumbos. Algunos pasaron, se pusieron a chambear, les caía su dinerito, trabajando de lo que fuera, en los talleres y en el campo, sabiendo sus patrones que venían de Centroamérica y por eso pagándoles lo que fuera. Le salía barato al patrón y les caía una lana que la verdad no tenían en mente los migrantes cuando llegaron a este rincón de tierra jarocha.

Algunos dejaron familia allá, en Honduras, en El Salvador, en Nicaragua, en Guatemala. Y ya se hicieron de otra en Las Choapas, en Agua Dulce, en Coatza, en Mina, en Acayucan. Es que así es el ser humano, enamoradizo con las bestias, sin pensar lo que pasa cuando alguien se queda esperando. Prometen ir a buscar fortuna, lo mejor para todos y al final toman otro camino y nunca se vuelve a saber de ellos.

Es un fenómeno que se está dando. Así como llegan a Estados Unidos y al paso del tiempo dejan de mandar dinero a la esposa y se olvidan de ella y de los hijos, así sucede cuando muchos de ellos llegan a México. Adiós ñora, adiós hijos. Y vénganos los nuevos amores.

Ven fácil la cosa porque piden una limosna y les dan. Piden trabajo y ahí está, mal pagado porque son migrantes y aunque los exploten, de ahí sale para comer, para un cuarto, para bañarse y vestirse. Juntan su lana y buscan al funcionario corrupto y consiguen acta de nacimiento, incluso con nombre falso, y luego la credencial del IFE. Y ya son mexicanos, con todas las de la ley.

Fenómeno cañón, no sólo en Las Choapas. Ocurre en el sur de Veracruz, donde llegan por oleadas los migrantes, en La Bestia o a pie, algunos en camión, pero muchos están dejando de pensar en llegar a su destino.

Estados Unidos está poca madre, pero pa’ qué querer ser gringos si pueden ser jarochos. Aquí todo se vale.

(Comentarios y tips a: [email protected])
 

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