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¡Chale! Eso de que a uno, a los veracruzanos, nos cuiden policías que reprobaron el examen de confianza, es como para no dormir. Y para colmo, les pagamos con el dinero que vía impuestos aporta el pueblo al gobierno.

Es gacho e injusto. Tres mil policías que se supone pasaron por la Academia El Lencero, que fueron adiestrados, que se les capacitó, a quienes se les dieron cursos sobre moral y ética, que deben distinguir entre lo bueno y lo malo, entre la honestidad y la deshonestidad, no dieron el ancho.

Y más gacho, compadre, que sigan ahí, quesque al servicio de la sociedad, velando que la ley se cumpla, que el orden no se altere, que la seguridad de los veracruzanos no sea vulnerada por los malos.

Hace meses supimos que la policía de Veracruz adolecía de ese problema y hasta el gobernador Javier Duarte declaró que esos tres mil policías ya habían sido depurados de Seguridad Pública, lo que de entrada es un golpe gacho al programa de capacitación por lo que ahí se invierte, por los recursos que ahí se emplean, por el tiempo que se destina en ello, por el gran boquete que sigue representando la seguridad en nuestra entidad.

Y en esas nos quedamos. Los tres mil policías, según el gobernador Javier Duarte, ya estaban fuera porque aunque se hubiera invertido en todo, incluyendo manejo de armas y estrategia para prevenir el delito, los vatos no pasaron la prueba del ácido.

Pero resulta que no. Los tres mil policías que reprobaron siguen en las filas de nuestra Secretaría de Seguridad y los más cañón: son quienes nos cuidan.

Esto parece novela de Kafka. La araña peluda es la mascota de los niños, su baba es un algodón de París y su hediondo aroma es perfume Carolina Herrera.

Esos policías reprobados en el examen de control y confianza son proclives al delito. No son confiables en el respeto a los derechos humanos. Pueden incurrir en abuso de autoridad. Pueden ser represores.

El asunto es para preocuparse. En los exámenes se detecta si son afectos a mentir, si les vale la honestidad, si carecen de valores. No se trata solo de que físicamente no sean aptos, que tengan sobrepeso, que sean torpes en el manejo de armas, que carezcan de criterio para distinguir entre perseguir a un delincuente o salvaguardar la vida del ciudadano.

Asunto mayor que un policía no haya aprobado los exámenes de control y confianza, que no sea apto, que no sea confiable para el gobierno de Veracruz, para la Secretaría de Seguridad Pública y para la sociedad.

Y resulta que ellos nos “cuidan”. Sí, esos tres mil policías reprobados tienen la noble misión de cuidarnos, de preservarnos de los delincuentes, de prevenir el delito, de desarticular las bandas de transgresores de la ley, de pacificar colonias, de corretear a los malos, llevarlos ante el ministerio público y que se les enjuicie.

Sí güey, y lo harán desde su condición de policías no aptos, que siguen ahí porque así le conviene al gobernador Javier Duarte de Ochoa y al secretario de Seguridad Pública, Arturo Bermúdez Zurita o porque, como se sabe, no hay dinero para liquidarlos conforme a la ley.

Ahora, la asociación Causa Ciudadana llama la atención sobre el caso Veracruz. Su evaluación es que mientras no se termine de depurar la policía, no se puede presumir que se hace algo por abatir el delito. Califica la situación de “alarmante”.

Y mientras esos tres mil policías no aptos sigan en la SSP, la Marina tendrá que continuar en las calles para garantizar que la situación no se convierta en un caos social.

No se atreve a señalar si los policías que no pasaron el examen de confianza estarían ligados a la delincuencia, pero en todo caso hay una mutua responsabilidad entre el policía y la Secretaría de Seguridad que lo mantiene ahí pasando por encima de lo que establece el Sistema Nacional de Seguridad Pública.

Sergio Oñate Padilla, investigador de Causa Común, señala que por alguna razón esos policías no son aptos para desempeñar su función y ahí había establecer qué hay dentro de la Secretaría de Seguridad para que su comportamiento sea así.

El investigador no lo dice. Lo sabe pero no lo dice. A nosotros, a ti y a mí, no nos queda duda. Es la corrupción. 

La corrupción en la SSP permea a todo nivel. Los de arriba hacen negocios con la compra de patrullas, armamento, equipo de radiocomunicación, cursos de capacitación. Y entonces los de abajo hacen negocio vendiendo protección o de plano vinculándose a la delincuencia común y hasta con el crimen organizado.

Qué oso. A estas alturas, cuando ya vencieron los tiempos para que la policía estatal estuviera totalmente acreditada, tres mil policías no pasaron el examen de control y confianza. Y ahí siguen. Y ellos nos cuidan.

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