​Como Joaquín hay muchos. Y todos ellos han preferido callar, no decir la verdad, no reconocer que la obra que realizan es una miseria y que el gobernador Javier Duarte, con eso de la retención de recursos federales, los reventó.

Pero todos callan. O casi todos. Sólo los que tienen vergüenza o los que no están en la corte del gobernador de Veracruz, hablan y denuncian que la parálisis se debe a que Javier Duarte de Ochoa se ha dedicado a entretener y hasta a desviar el dinero que debió servir para impulsar el desarrollo social en los municipios.

Ver a Joaquín Caballero Rosiñol en su segundo informe de actividades, fue como ver a Cantinflas. Hablaba el hombre sin alcanzar a decir nada, enmascarando la realidad, ocultando el abandono en que tiene a Coatzacoalcos, cruzadito de brazos y eso sí, llenándose de casas y propiedades, hasta viajando en avión particular.

Lo que se cuenta y se cuestiona de su segundo informe es, mínimo, para que lo echen a patadas del ayuntamiento de Coatzacoalcos, porque una cosa es que como alcalde no hagas ni madres porque no tienes dinero y otra que rellenes el texto con obras que son del gobierno federal, de Pemex o de la iniciativa privada.

Ha vegetado dos años enteros y sale ahora con que una de las obras que más han ayudado a Coatzacoalcos es la construcción de la planta Etileno XXI. Sáquese güey, esa obra es de particulares, de las empresas brasileñas Braskem y Odebrecht asociadas con la mexicana IDESA.

Dijo también que se construyó medio camino a la congregación Las Barrillas, que es el polo turístico de Coatza, pero lo que no mencionó es que de los 56 millones invertidos, 50 son del gobierno Federal y sólo seis del ayuntamiento.

Presumió el acceso a Coatzacoalcos, entrando por Minatitlán, una construcción de pavimento hidráulico de seis carriles, pero se olvidó de mencionar que esa obra se llevó a cabo con recursos federales correspondientes al ayuntamiento que presidió el anterior alcalde, Marcos Theurel Cotero.

Chale. El alcalde de Coatza incluyó en su informe las obras de ampliación del aeropuerto Canticas, pero esas tampoco se realizaron con presupuesto del ayuntamiento sino que son federales y de la compañía concesionaria de la terminal aérea. Y además, el aeropuerto está entre Minatitlán y Coatzacoalcos, pero en el municipio de Cosoleacaque.

Caballero no tiene límite. Englobó acciones de la Secretaría de Desarrollo Social del gobierno de Enrique Peña Nieto, los comedores comunitarios y los apoyos a pescadores que gestionó el senador José Yunes Zorrilla.

Habló de dos hoteles, uno de ellos el Marriot, que es inversión privada y donde por cierto ya ocurrió una tragedia, cuando se derrumbó una barda que le cayó encima a un albañil privándolo de la vida.

¿En qué se le fue el dinero a Joaquín Caballero? Dice que en los 30 pozos de agua, construidos para enfrentar la escasez por el cierre de la presa Yuribia, cuando los ejidatarios se dijeron cansados de puras promesas del gobierno, cero obras de beneficio colectivo y que la lana que les subían no era suficiente.

Lo cañón es que la gente no cree que en eso se le fue un presupuesto de más de mil millones de pesos. La mayor parte de los recursos son participaciones federales. Y esas, como es sabido, los retuvo el gobierno de Javier Duarte. O sea, los tiene o los desvió. Pero lo imperdonable es que Joaquín se quede callado, que no proteste. 

Ya sabemos que Caballero no va a demandar los recursos que en justicia le corresponden al pueblo de Coatzacoalcos. Él no es como el alcalde panista de Boca del Río o como los de Minatitlán, Cosoleacaque, Orizaba y Veracruz, que aún siendo priistas se le pararon de frente al gobernador, fueron a tomar oficinas a Xalapa, a denunciar que les retienen el dinero y lo rescataron. Ellos, usando el lenguaje de Javier Duarte, sí tienen güevos.

Ahora, yo me pregunto, qué van a informar otros alcaldes, como Marco Estrada, Daniel Martínez, Omar Ricárdez, Brenda Manzanilla, en Las Choapas, Agua Dulce, Moloacán y Nanchital que han actuado como Caballero, con la cabeza baja, tragando camote, sin levantar la voz ante el gobernador, dejando que les envíe migajas.

El problema, creo yo, es de fondo. Y ahí entra la sociedad. Ahí la sociedad debe exigir obras con recursos que no son del gobernador Javier Duarte sino del pueblo y que además son de origen federal. 

Si los alcaldes no reclaman, allá ellos. Pero si la sociedad se organiza, los recursos van a aterrizar y habrá más obra pública. Si no, que le pregunten a los orizabeños, a los boqueños, a los mismos jarochos del puerto, a los cosoleacanecos, a los amigos de Mina. Bajan los recursos porque sus alcaldes se fajaron los pantalones y la sociedad los respalda.

Unos alcaldes se ponen las pilas y otros prefieren pasar por cómplices.

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