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Juan Ciudadano

Los Gobernados

Que los concesionarios no nos frieguen

07/01/2016 08:49 a.m.

​Así no es. Así ni cómo ayudarlos, ni cómo respaldar su exigencia, ni cómo sumarse a la lucha de una nueva tarifa de taxis. Porque lo peor que pudieron hacer fue bloquear calles, cerrar accesos a la ciudad y darnos en la torre a los usuarios.

Lo del martes fue un error cañón. Azuzados por sus líderes, el tal Saúl de Aquino Castro y Albino Aguirre Torres, comenzaron a cerrar calles de alta circulación. Se fueron sobre la 20 de Noviembre, Miguel Hidalgo, Francisco Zarco, carretera Aviación y la salida hacia el Cerro de Nanchital. Los concesionarios mandaron a sus choferes a Atravesar sus taxis a la altura de la capilla La Virgencita.

¿Qué pretenden? Que el gobierno les autorice el aumento a la tarifa y que puedan cobrar 9 pesos por corrida.

Que la cajetearon en la forma de presionar al gobierno, evidente que sí.

Sólo a un loco se le ocurre partirle el queso a la sociedad para exigir que se atiendan sus demandas. Y eso fue lo que los taxistas no pensaron cuando realizaron el bloqueo y el cierre de los accesos a la ciudad.

No todos son así. 85 taxistas, de los 600 que conforman el gremio en Las Choapas, se lanzaron a la aventura sin medir que el repudio les iba a llegar de todas partes.

Se lanzaron como El Borras, reapendejados los calificaría el nunca bien ponderado Fidel Herrera Beltrán. Poco después de la 1:30 PM inició el bloqueo. La gente se preguntaba qué pex, por qué cortaban la circulación y qué traían los taxistas.

Lo que hicieron esos 85 afectó a todo el gremio. Los otros han sido más prudentes e incluso algunos han expresado que ellos no aplican ningún aumento porque las condiciones de los usuarios no lo permiten; además, con lo mínimo de economía que me enseñaron en la prepa, sabemos que en cualquier mercado cuando la oferta aumenta los precios bajan.

Había que ver las consecuencias. La gente queriendo trasladarse a sus destinos y nomás no se podía. Otros taxistas rajaban porque ellos también resultaron afectados. Pero había casos que de veras hablan de la dimensión del problema.

Lo que los medios reflejan nos debe mover a reflexionar. Un padre de familia había acudido a un laboratorio a practicarle unos análisis a su hijo. Quiso dirigirse al hospital “Doctor Pedro Coronel Pérez” y sencillamente no pudo. Las calles estaban bloqueadas.

Se enchiló y con justa razón. Hizo énfasis en que al que perjudican es al pueblo. 

Pero vamos más allá. ¿Qué sucede cuando alguien bloquea calles y corta el paso de vehículos sin tomar en cuenta que habrá quien debe ser trasladado de urgencia a un hospital, a una escuela, a la casa de un familiar porque se ha presentado un problema que puede ser de vida o muerte?

¿Qué sucede con aquella persona que debe concretar una operación financiera o pagar impuestos y contribuciones teniendo una hora límite y se encuentra con que los taxistas realizan un mega bloqueo que le da en la madre a todo?

¿Qué ocurre si hay un asalto o un crimen y se da aviso a la policía, o sucede un incendio y se llama a los cuerpos de auxilio, Protección Civil entre otros, y resulta que hay caos vehicular provocado por el bloqueo de calles por parte de un grupo de taxistas que exigen que el gobierno del estado les autorice el aumento a la tarifa al pasaje?

Por fortuna eso no se dio este martes. Lo grave hubiera sido que se hubiera presentado algo de esa magnitud y el enfermo terminara muerto, una empresa o un ciudadano dejara de pagar impuestos, el criminal matara a alguien y se pelara o un incendio devorara cuanto había en una vivienda.

Si a los 85 taxistas comandados por Saúl de Aquino Castro y Albino Aguirre Torres no les cruzó eso por la mente, debieran pensarlo.

Lo que hicieron es lo más impopular. Lo mismo hizo Andrés Manuel López Obrador en el Distrito Federal en 2006, diciendo que le habían robado la elección presidencial, y terminó perdiendo la simpatía de millones que lo habían aclamado. Bloqueó el centro de la capital, cerró calles, colocó tiendas de campaña, mandó a su gente a vivir una temporada ahí, y lo único que provocó fue que el pueblo se la mentara.

Así están los taxistas. Su demanda es válida pero la cajetean en la forma en que formulan su reclamo.

Si el gobierno es el culpable de que su trabajo ya no sea negocio por el excesivo número de unidades de taxi que se le planten al gobernador Javier Duarte, instalen un campamento frente al palacio de gobierno, en la plaza Lerdo, y le digan hasta de qué se va a morir. Pero que no frieguen al pueblo.

Aquí es igual. Los choapenses no somos culpables de su bronca con el gobierno y a la hora de protestar que no nos jodan.

Hay vatos que se matan solos. Mejor que les cancelen la concesión

(Comentarios y tips a: [email protected])



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