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¿Qué hacía ahí?, me pregunto. ¿Y qué hacían todos esos rapiñeros ahí, llevándose lo que pudieran, lo que tuvieran al alcance, robándose el producto del incendio?

El caso es que María Torres Sánchez murió. Producto de la turba, de esa multitud que entró a Bodega Aurrerá por el fuego desatado, también ella para llevarse algo, murió por sofocamiento y eso le provocó el paro respiratorio.

No sabe usted cómo es esto. Saber que tu familiar aparece de pronto en una noticia, que murió aplastada o pisoteada en una estampida humana, es para estrujarle el corazón a cualquiera.

Pero mi pregunta es ¿qué diablos hacía ahí? 

La madrugada del viernes 15 se escribió este capítulo cañón que pinta de cuerpo entero al veracruzano de a pie, que cae en el desenfreno y que en un hecho a todísimas repudiable, termina siendo protagonista de su propia tragedia.

Ese día se incendió Bodega Aurrerá en Villa Allende, congregación de Coatzacoalcos. No se sabe por qué pero se presume que fue un cortocircuito. De pronto se extendieron las llamas y el humo negro fue como una señal de alerta para la población. Fue como decir hay siniestro y hay que verlo de cerca.

Lo de menos fue que la gente se acercara. Cuántas veces no ocurre lo mismo y fuera del espectáculo no pasa nada. Pero nunca faltan los vivales que tratan de sacarle jugo al asunto.

El caso es que el área fue acordonada por elementos de Protección Civil y Bomberos. Trabajaban ahí para controlar el fuego y lo fueron logrando.

Y cuando la situación estaba en sus manos, alguien literalmente entre las sombras y la noche soltó el llamado para que todos se fueran sobre lo que encontraran.

Se metieron a lo bestia. Qué les importaba si adentro no había luz, si traían de la mano a sus hijos, si poco a poco se iba construyendo un episodio de violencia y hasta muerte.

No crean que fueron por artículos de primera necesidad o de la canasta básica. Quizá algunos sí, pero la mayoría se lanzó por cosas suntuarias y hasta por nimiedades. Hubo quienes lo único que pretendían era llevarse los six de cervezas.

Se armaron los trancazos entre muchos por la posesión de lo robado. Se liaron a golpes, como si aquello fuera una escena de película en que las pasiones de los hombres sobrepasan a la razón, aunque yo me pregunto qué razón puede ser válida en quien entra a un lugar a chingarse lo que no le pertenece.

En medio de la turba unos caían y otros los aplastaban. Y así le ocurrió a María Torres Sánchez, a quien pisoteaban sin piedad, sin percatarse de lo que estaba por ocurrir.

Cuando llegó la Marina, tuvo que poner orden con medidas drásticas. Lanzó disparos al aire haciendo que la multitud medio se aplacara.

María Torres y otra persona fueron trasladadas a una clínica, pero ella finalmente falleció a consecuencia de un paro respiratorio.

El sábado la situación amenazaba con desbordarse de nuevo. Tuvo que presentarse la Marina y controlar a un grupo de jóvenes que amenazan con voltear patrullas. 

Se cuentan más de 16 lesionados. Al rato, para que no se repitiera la rapiña, la tienda Aurrerá determinó dejar que los habitantes de Villa Allende se llevaran lo que quedaba.

Entonces se vio al regidor Noriel Prot Álvarez coordinando la rapiña ordenada. La gente hacía filas y de cinco en cinco, se les permitía pasar al interior  de la tienda, llevándose una pequeña parte del robo. O sea, el político pepenando el saqueo de una turba voraz.

Que había gente pobre, con niños escuálidos, con bebés en los brazos, que todos están necesitados, ciertamente cierto, pero ¿eso les da derecho a llevarse algo que no les pertenece?

La gente siguió esperando a que les dieran su pedazo de rapiña y la autoridad coordinando la entrega de los productos, muchos de ellos medio chamuscados, como las latas de cerveza, que van a terminar provocándoles un daño a la salud.

Esto es la peor expresión de un pueblo. Así sea por hambre o por lo que sea, no tiene por qué aprovechar un siniestro como éste y meterse a la tienda a disponer de algo que no es suyo.

Hoy hay una mujer muerta. A mí se me hace de lo peor, pero me pregunto qué hacía en el interior de la bodega. Supongo que era parte de la turba, que fue por su six, que fue por comida, que fue por una pantalla plana, que fue por ropa.

Por lo que haya sido, María Torres está muerta. Ese detalle debe servirnos para reflexionar que nadie, ni el más pintado, por las razones que sean, puede arrogarse el derecho de tomar lo que no es suyo.

Y también reflexionemos que lo que hace la autoridad y el mismo Aurrerá está cañón. Prácticamente están justificando un delito. Al permitir que vayan por lo que quedó se envía un mensaje cañón. 

Cada vez que haya un incendio, cualquiera puede saquear la tienda y no habrá aplicación de la ley.

Qué mal.

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