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Juan Ciudadano

Los Gobernados

La muerte no tenía por qué llegar

21/06/2016 08:58 a.m.

​Hay tragedias que no tenían por qué ocurrir. La del Takito, en Coatza, es una de ellas. Pretendieron llevarse al hijo del dueño del negocio, su madre angustiada forcejea con los delincuentes y es apuñalada. Corre la misma suerte el joven, quien es asesinado.

La tragedia es suya y de sus familiares pero también de aquellos de corazón noble que se duelen por lo que sucedió.

Ahora espero que no llegue el inche fiscal general de Veracruz, Luis Ángel Bravo Contreras, y salga con que las víctimas andaban en malos pasos, tenían un pasado oscuro y se entendían con la delincuencia. Ya saben que le encanta criminalizar.

El caso es un escándalo en el puerto. Todos repudian lo ocurrido. Todos condenan que la inseguridad siga siendo alarmante y que la policía no sirva para lo que fue creada, para generar condiciones que permitan la sana convivencia y vivir en paz.

El Takito es un negocio humilde donde se expenden tacos al pastor. Es una barra de concreto donde se atienden los pedidos, unas escalinatas que sirven de asientos pegados a la pared y unas cuantas bancas sobre la banqueta. Pero su prestigio se basa en la calidad de sus productos y los compas de Coatza cuentan que quien prueba sus tacos no se resiste a regresar.

El domingo 19 parecía que todo sería igual. La venta fue abundante, la clientela no les falló, el pastor se doraba a vista de la gente.

Aproximadamente a las 10 y media de la noche, cuando ya se habían retirado los empleados, unos tipos llegaron en actitud prepotente y violenta. Fueron por Rodolfo Mejía, el hijo del propietario del Takito. A él y a su mamá, Victoria Morales de Mejía, los llevaron hacia la parte posterior del local.

Pese al hermetismo de la policía y de la Fiscalía de Veracruz, se logró saber que ambos fueron apuñalados. A la mamá le dieron 27 puñaladas y a Rodolfo unas cuantas pero mortales. Los dos fueron degollados.

Las primeras versiones, difundidas minutos después que se conoció del doble homicidio, señalaban que a Rodolfo Mejía se lo habían llevado y que apareció sin vida horas después.

De su madre, Victoria Morales de Mejía, se dijo que al ver que se llevaban a su hijo, sufrió un infarto y dejó de existir.

La noticia corrió en las redes sociales y medio Coatzacoalcos se alertó por lo ocurrido en El Takito. A la medianoche la indignación era total y se multiplicaban las voces que pedían que si alguien sabía del paradero de Rodolfo Mejía, que lo comunicaran. El objetivo era traerlo con vida, sano y salvo.

Al amanecer de este lunes, se confirmó que Rodolfo Mejía también estaba muerto. Al paso del día fue esclareciéndose cómo ocurrió el doble crimen. No se sabe cuál fue el móvil del asesinato pero algunas hipótesis hablan de un conflicto por la posesión del predio en que se encuentra ubicado El Takito.

Suena algo ilógico. Si existe alguien que se siente con derechos legales sobre el predio, lo menos que podría hacer sería ultimar a los dueños de la taquería, pues no solo perdería el terreno sino también la libertad.

La otra parte sin lógica es que la disputa por un predio no se arregla levantando a la parte contraria o asestándole casi 30 puñaladas a una de las víctimas.

Como sea, aquí lo que hay son dos muertos, varios asesinos libres y dispuestos a hacer otra fechoría si las condiciones se lo permiten, y una policía que no tiene idea de cómo evitar que la violencia siga.

Pero el problema viene de arriba. Es el sistema que falló. Es la violencia que fue comiéndose a la policía y pasándola a formar parte de la delincuencia o del crimen organizado.

Les decía que esta tragedia, como las muchas que ocurren en el sur de Veracruz, y también las del centro y el norte, son de quienes las sufren en carne propia y de quienes, en solidaridad, las comparten y se consternan. 

Por eso les digo que son tragedias que les pegan a los directamente afectados, pero también causan una herida en la sociedad.

Y eso es porque todos somos vulnerables. A todos nos puede ocurrir. A todos nos pueden levantar al cerrar nuestro negocio y acabar con nuestras vidas. A todos nos pueden golpear o navajear, como ocurrió con los propietarios del Takito.

Esto muestra que el plan de seguridad trazado al inicio del sexenio fue un fracaso. Los delincuentes hacen lo que les viene en gana, disponiendo de la vida de los demás.

Si hubiera efectividad en la policía, esta tragedia no debió ocurrir. ​


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