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Juan Ciudadano

Los Gobernados

Lo que sea, pero que no repriman

22/06/2016 08:58 a.m.

​Me gustan los maestros —más las maestras— que educan y forman alumnos, pero no los maestros que maltratan a los niños.

Me gustan los maestros que dedican horas a preparar su clase, pero no los maestros que nunca se paran por un aula escolar.

Me gustan los maestros que enseñan con entrega a su profesión, pero no los maestros que no dan clases porque gozan de comisión sindical.

Me gustan los maestros que hablan de valores, pero no los maestros que en su protesta destruyen cristales, golpean autos y queman oficinas públicas.

No me gustan las marchas que exhiben intolerancia, pero mucho menos que el gobierno use la violencia para sofocar el rechazo a la reforma educativa.

No me gusta que el movimiento magisterial tenga fines políticos, pero menos que la fuerza del Estado se haya vaciado contra quienes acusan que la reforma es laboral.

México, me supongo, está triste. Yo lo estoy. Sus hijos se enfrentan y se matan porque unos bloquean carreteras, cercan pueblos, acusan que la reforma educativa es una purga contra la disidencia y por el encarcelamiento de sus líderes, y el gobierno dice que la reforma no se detiene y envía fuerzas policíacas que reprimen con saldo sangriento.

Por las razones que sean, lo que no se vale es que el excesivo uso de la fuerza pública, y también la actitud radical de la CNTE, hayan provocado ocho muertes, decenas de heridos y un México colapsado por el escenario de violencia que vive Oaxaca.

Lo de Nochixtlán se veía venir. Si no era ahí iba a suceder en cualquier parte porque como dice el poeta, “para prender un fuego cualquier pasto es bueno”.

La reforma educativa, como dicen los del movimiento magisterial, tiene más de laboral que de educativa. El mentado examen de evaluación es un filtro para dejar sin empleo a los disidentes, sean o no de la CNTE, y para seguir apapachando a los incondicionales de los líderes charros.

Partiendo de ahí, es un caldo de cultivo del que emerge una penicilina para el sistema político. Los maestros de Oaxaca, de Guerrero, de Chiapas, algunos de Veracruz, algunos en el Distrito Federal, ahora llamada oficialmente Ciudad de México, protestan cada vez que pueden. Se oponen a examen de evaluación, a las trampas que los dejarán sin empleo.

El gobierno, sobre todo el secretario de Educación Pública, Aurelio Nuño, se han empeñado en devolver golpe por golpe. Si los maestros protestan y queman oficinas, van tras ellos diciendo que la ley debe aplicarse sin distingos. Pero no lo veo así con Romero Deschamps, el líder de los petroleros, que se enriquece violando la ley, pero es cuate y aporta votos.

Lo de Chiapas fue un aviso de lo que venía. Cuando raparon a varios maestros acusados de oficialistas y de estar contra del gremio, entre ellos varias maestras ya de edad, se supo que esto comenzaba a incendiarse. Los que raparon no eran maestros pero los que los circundaban sí lo eran, eran miembros o simpatizantes de la CNTE y no hicieron nada por evitarlo, y el hecho mereció una condena general porque se atropellaron los derechos humanos de los rapados.

Después comenzaron las aprehensiones de líderes de la CNTE, acusados de fraude con los dineros de los maestros sindicalizados. Apretó Peña Nieto el botón de la bomba en que estaba sentado. Comenzaron los bloqueos carreteros, los desmanes en las calles, la intromisión abierta de López Obrador en el movimiento, la amenaza del Ejército Zapatista de Liberación Nacional de levantarse en armas. ¿Cuáles, las de palo o las de saliva?

Y llegó Nochixtlán. Decidió el gobierno de Peña Miento sofocar la revuelta. Envió Policía Federal. Cercó a los maestros disidentes y llegó la sangre, con sus ocho muertos, decenas de heridos, acusándose mutuamente ambos bandos de que las balas las tiraron aquellos, nosotros no.

Terminó por reconocer el gobierno de Oaxaca, el gobernador Gabino Cué, quien en vez de atender el asunto se fue a un fiestón, que la policía sí disparó, pero que los muertos cayeron por las balas de los maestros de la CNTE y de los provocadores, que eran un chingo, generando el repudio en todo nivel, entre defensores de derechos humanos, entre partidos políticos, entre la misma sociedad, en la Comisión Nacional de Seguridad y hasta en la ONU.

No me gustan los métodos de la CNTE para tratar de echar abajo la reforma educativa, su actitud retadora contra el gobierno. Me gusta que los maestros vean la enseñanza como un apostolado, que quieran a los niños, los eduquen, los formen, los hagan gente con valores, gente de bien.

Pero lo que no paso es que para enfrentar sus reclamos, sean justificados o no, el gobierno use la violencia. Eso simplemente no.

(Comentarios y tips a: [email protected])



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