​Qué buen final. El gobernador, que se la pasó desviando recursos públicos, ocultando el dinero para caminos, carreteras, escuelas y hospitales, ahora crea dependencias anticorrupción y coloca ahí a los que le ayudaron robar.

Les digo: qué final. Es como si un cineasta observara lo que ocurre en Veracruz, llamara a su guionista, resumieran esta terrible realidad, contrataran actorazos de primer nivel y rodaran una película llamada “Veracruz: robo y me río”.

Alguien tiene que interpretar a Javier Duarte de Ochoa, el gobernador. Antes sería un panzón, ahora no tanto. Ya bajó de peso. Eso sí, que tenga voz de chillido, como si se tratara de las ardillitas, que luego de un rato de escucharlas te fastidia y te dan ganas de cortarles la lengua o apretarles el pescuezo.

Lo demás es pan comido. Hablar en un principio de prosperidad, de un estado que avanza, de llevar desarrollo a los pueblos más abandonados, a los de Zongolica, Chicontepec y Soteapan, logrando que todos los niños acudan a la escuela y construirles clínicas médicas para que todos gocen de los servicios de salud.

Hacer que el actor principal, el Javier Duarte de la película, prometa que comunicará a Veracruz de norte a sur. Primero, concluir la carretera Tuxpan-Tampico y de ahí a Poza Rica, a Xalapa, a Veracruz, a San Andrés y Catemaco, a Coatzacoalcos, a Agua Dulce y Las Choapas. Y todo en cuatro carriles, autopista por la costera, de lujo.

Después hablar de inversión porque Veracruz es un atractivo para todos. Tiene las condiciones para el empresario invierta en hoteles, en industria, en el campo, en la generación de servicios.

Cómo no convertir a Veracruz en un emporio si su riqueza está en toda su geografía. Los hoteleros le metían a la zona conurbada Veracruz-Boca del Río. Se creó Nueva Veracruz, de Carlos Slim. El festival Cumbre Tajín atraía visitantes como nunca antes. El Festival de la Salsa, primero en Boca y luego en Coatzacoalcos, fue otro imán de turistas que mueven la economía en forma impresionante. Las Fiestas de la Candelaria son un acontecimiento que se vuelve pasarela política por la que desfiló hasta Salinas de Gortari.

Etileno XXI en Nanchital se convierte en el motor económico del sur de Veracruz, pasando por la obra miles de trabajadores en su fase de construcción, con una derrama en pesos que sostuvieron por varios años a la planta laboral.

Pero, ojo, eran los empresarios los que invertían su dinero.

Mucho prometió Javier Duarte, poco cumplió, pero qué tal se enriqueció. Los hoteleros le pusieron, los industriales le pusieron, los cultos le pusieron, los agricultores le pusieron, los ganaderos le pusieron. El que no le puso fue el gobierno de Veracruz.

Cuando iba a mitad del sexenio se comenzó a saber que los recursos enviados por el gobierno federal no aterrizaban en los municipios. Javier Duarte retenía las participaciones en la Secretaría de Finanzas. Dejó de pagar obras realizadas y muchas quedaron a medio terminar. Los proveedores comenzaron a protestar. Los becarios en el extranjero se tuvieron que regresar.

A medio sexenio se supo que Javier Duarte no justificaba cómo aplicaba el dinero de las participaciones federales. Se le conminó a regresar los recursos y con miles de mañas se quedó con lo robado.

Ya se va y el miedo lo atormenta, temiendo que el panista ganador de la elección de gobernador, Miguel Ángel Yunes Linares, le cumpla la promesa de que lo encarcelará.

Ese es el final que toda película política requiere. Javier Duarte se cansó de robar y ahora implementa una serie de medidas para combatir la corrupción.

Sí, lo sé. La Dictadura Perfecta ya se inventó. Pero esta es mejor. Aquí no se requiere caja china, nada que distraiga, nada ficticio, la pura realidad.

Qué final, les repito. Cinco años robando, pierde la elección el PRI, no hay posibilidad de que imponga un sucesor que lo proteja y lo único que se le ocurre a Javier Duarte es crear dependencias anticorrupción o usar las que ya existen para nombrar ahí a quienes durante cinco años robaron con él, para él y para ellos mismos.

En cosa de horas se decide quién será el fiscal anticorrupción, el nuevo comisionado del Instituto Veracruzanos de Acceso a la información, los equipos que los acompañarán en la nueva tarea de encubrir al gobierno de Javier Duarte. En horas se verá si ese Congreso de Veracruz quiere mancharse y sus diputados pasar a la historia como los grandes cómplices de un gobernador que robó hasta saciarse y le crearon la atmósfera para que la ley no lo alcance.

Este final es de película. Cinco años desviando recursos, ingresando al círculo de los ricos y en el sexto año, a unos meses de dejar el poder, crea Javier Duarte el escudo con el que cree que podrá evitar que su última morada sea la cárcel.

Y los veracruzanos como simples espectadores.

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