Cuando el miedo es grande, nubla la razón. Y cuando el poder se pierde, el miedo lleva al rencor y de ahí hay un paso a la violencia y a los hechos de sangre. Es lo que le está ocurriendo al gobernador de Veracruz, Javier Duarte de Ochoa.

Lo de ayer es la expresión de un régimen que se extingue y niega su realidad, y que en sus días de agonía, casi en coma inducido, comienza a experimentar los temores de las culpas que tarde o temprano tendrá que pagar.

A las puertas de la Legislatura de Veracruz, en Xalapa, cuando el gobernador electo, Miguel Ángel Yunes Linares, se retiraba tras dar una conferencia de prensa improvisada, ya que fue saboteada la que ofrecería a los medios en la explanada del recinto oficial, se perpetró uno de los más graves sucesos en la vida política de esta entidad.

Caminaban a su lado el dirigente máximo del Partido Acción Nacional, Ricardo Anaya, y el secretario de elecciones y ex secretario de Gobernación, Santiago Creel Miranda, cuando integrantes del movimiento 400 Pueblos y un grupo de provocadores iniciaron la agresión.

Entre abucheos se dirigían hacia donde se hallaban los vehículos que los sacarían del lugar. Se escuchaban los gritos de “represor” y “asesino”. Se oían mentadas de madre y amenazas que proferían hombres y mujeres.

Después comenzaron a lanzarles piedras, mientras algunos de los porros se iban sobre los guardias y la prensa y les daban con todo.

Hemos sido testigos, gracias a lo que las redes sociales nos muestran, de un agresión directa contra quien será gobernador de Veracruz a partir del 1 de diciembre. Se trata de un hecho condenable.

El PRI nacional condena esa clase de violencia y horas antes de la acción de los 400 Pueblos contra Yunes Linares había señalado que no avalaría ninguna iniciativa de ley o de reforma a la ley que fuera en contra de la ética.

El mensaje de la presidenta en funciones, Carolina Monroy, tiene un destinatario: Javier Duarte. Le dice que su paquete de impunidad, lo del fiscal anticorrupción y lo de otros funcionarios que Javier Duarte pretende imponer para que lo protejan cuando deje el gobierno de Veracruz, no serán avalados por el PRI.

Hace pensar que hay un punto de desencuentro entre Javier Duarte y el alto mando priista y que de darse la votación en el Congreso de Veracruz para elegir a los funcionarios de las dependencias, ahora totalmente autónomas, la Fiscalía anticorrupción y el IVAI, los diputados priistas le votarán en contra o se abstendrán.

Cuando a un gobernador priista le jala las orejas el PRI nacional, que se cuide. Es un foco de alerta que presagia que se ha quedado en la orfandad. Y cuando hay orfandad política, los que estaban a su lado dan la espalda, traicionan, votan en contra o se le van a la yugular.

El mensaje era claro. Lo daba la presidenta del PRI, Carolina Monroy, Lo entendieron todos, menos Javier Duarte y mucho menos Cesar del Ángel, el líder de los 400 Pueblos.

Si el PRI nacional dice que no avala acciones legales que falten a la ética, que permita encubrir a un gobernador saliente, hay que poner las barbas a remojar. Pero Javier Duarte no lo hace.

El goberts sigue en su mismo plan de confrontar a quien será su sucesor. No arregla su problema de desvío de recursos. No explica donde fueron a parar los 50 mil millones de pesos de créditos bancarios y bursatilizaciones, ni el dinero de la Universidad Veracruzana, el pago a proveedores, etecé, etecé, etecé.

Ese es su punto débil y es lo que tendría que arreglar. Pero prefiere caer en la confrontación, disputándole a Yunes Linares el control de algunas dependencias para evitar que lo lleve ante la justicia.

Lo de ayer refleja el nivel de encono del gobierno duartista hacia quien llega con la bandera del encarcelamiento a los corruptos, encabezados por Javier Duarte, y que los obligará a devolver lo que desaparecieron de la tesorería del gobierno estatal, más o menos como 50 mil millones de pesos correspondiente a partidas federales, más el dinero de los préstamos bancarios, más lo que fue recaudado en oficinas de Hacienda del Estado.

Miguel Ángel Yunes Linares es gobernador electo de Veracruz. Cierto que hay impugnaciones en los tribunales tratando de tumbar la elección, pero eso es mero trámite. Hasta los priistas dan por hecho que no se revertirá el resultado de la elección.

Algo no carbura en el cerebro de Javier Duarte para que sus aliados, como son César del Ángel y sus 400 Pueblos, hayan perpetrado la agresión al gobernador electo.

Algo dice que cuando se nubla la razón de esa forma, es porque Javier Duarte ya siente que la justicia lo alcanza, que le espera la cárcel y que tarde o temprano tendrá que devolver el dinero que se llevó de las arcas públicas.

Lo de este miércoles es digno de reflexionar. Agredió Duarte a un gobernador electo y eso en ningún sistema político queda sin castigo.

(Comentarios y tips a: [email protected])​