Este gordo ya chupó faros. Ni Peña Miento lo quiso. Le cerró la puerta de emergencia, por la que se iba a escapar de la justicia y de seguro terminará en la cárcel. Javier Duarte jugó con fuego y se quemó.

El goberts debe haber sentido que se le caían los chones cuando la presidencia de México y la Procuraduría General de la República anunciaron, ayer, que han realizado una acciones de inconstitucionalidad ante la Suprema Corte de Justicia de la Nación por considerar que los kits anticorrupción en Veracruz y Quintana Roo son plan con maña.

Mega ufffff. Otro mega ufffff. Eso acabó con el jaloneo del goberts de Veracruz por tener un fiscal anticorrupción a modo, una Sala Anticorrupción en el Poder Judicial a su servicio, con titular y magistrados, respectivamente, que le cuiden la huida y que lo mantengan lejos del alcance de su sucesor, Miguel Ángel Yunes Linares.

Un manotazo y ya. Por más que el gordito con unos kilitos menos se esforzó por blindarse, por más que presionó y logró que el Congreso estatal le aprobara la creación de la Fiscalía Anticorrupción y la Sala Anticorrupción, no pudo concretar sus acciones para ser inmune a la justicia.

El gobierno federal acude a la Suprema Corte de Justicia de la Nación al ver que lo que hacen Javier Duarte y el goberts de Quintana Roo, Roberto Borge, es contrario a la ley porque sus sistemas anticorrupción están viciados de origen. 

Ellos nombran al fiscal y a los magistrados, y así se ven protegidos.

La mañana de ayer, en conferencia de prensa, el vocero de la Presidencia, Eduardo Sánchez, y el subprocurador jurídico y de Asuntos Internacionales de la PGR, Salvador Sandoval, fijaron la postura del gobierno federal.

El tiro iba dirigido a los dos gobernadores y sus Congresos locales.

El asunto se va al máximo tribunal del país y es seguro que dejará sin sustento el afán de Duarte y Borge por evitar que una vez que dejen los cargos, sus sucesores los persigan y los encarcelen. 

El marco jurídico creado, los órganos anticorrupción constituidos y los servidores públicos designados quedan sin efecto hasta en tanto se pronuncie la SCJN.

Borge todavía replica. Dice que esperará a que la Suprema Corte se pronuncie al respecto, que analice sus argumentos, que valore si hizo bien o hizo mal.

Pero el que quedó planchado fue nuestro goberts, Javier Duarte de Ochoa. De inmediato se dio por sometido y respondió que ya no enviaría propuesta para fiscal anticorrupción y que los aspirantes a magistrados de la Sala Anticorrupción ya no insistirían en serlo y él no enviaría otra terna al Congreso de Veracruz, donde se está dirimiendo si cuenta con su blindaje o no.

Se tardó una eternidad Peña Miento en meter al orden a Javier Duarte. 

Se esperaba que estas medidas las hubiera aplicado hace meses, amarrando de manos al goberts y obligándolo a que actuara ajustado a derecho y que en caso de hallarle alguna corruptela, limpiara la casa, pusiera todo en orden y respondiera por sus errores.

Muchos pensamos en Duarte se iba a ir feliz de haber burlado la ley. Con la pasividad de Peña Miento la lectura era que el gobierno federal lo encubriría. Pensamos peor al ver que las denuncias por desvío recursos federales no prosperaban y hasta la Auditoría Superior de la Federación se quedaba corta con el caso Veracruz. Auditaban, determinan responsabilidades, denunciaban y la PGR se declaraba incompetente.

El gobernador electo, Miguel Ángel Yunes Linares, se veía desesperado, mortificado, encabritado, pensando que si no podía ejercitar acciones contra Javier Duarte, su principal promesa de campaña no la podría realizar: “entancar al gordo”.

No recuerdo haber visto a Yunes Linares tan sacado de onda, reclamando incluso al presidente Peña Miento porque la corrupción de Javier Duarte y su equipo de gobierno está a la vista, exhibiendo lo que se robaron y nadie mueve un dedo por enviarlos a la cárcel.

La mañana de este lunes 11 de julio todo cambió. El gobierno federal le retiró el apoyo a Javier Duarte, le echó abajo las medidas que tienen a garantizarse impunidad y lo envía directo, sin escalas, a los brazos del próximo gobierno, donde ya le tienen preparado el juicio con el que difícilmente volverá a verse en libertad por el resto de su vida.

Javier Duarte se apestó y no se dio cuenta. Eso pasa cuando un político se va pudriendo por sus malas acciones, por despojar a la gente de lo que tiene, por aplicar la ley a su conveniencia, por usar el dinero que debiera ser para generar desarrollo y convertirlo en fortuna personal.

Así pasó con Javier Duarte. No se percató que políticamente se pudrió. Se apestó y creyó que su última acción, la del blindaje con un fiscal anticorrupción y tres magistrados anticorrupción a modo, le permitirían andar libre y hasta metiendo las narices en el próximo gobierno.

Le esperan días, no difíciles, terribles.

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