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Juan Ciudadano

Los Gobernados

“Duartilandia” y la sangre que no termina

22/07/2016 08:21 a.m.

En Coatza dos, en Xalapa dos, en Manlio Fabio Altamirano otros seis y en Tierra Blanca uno, el del periodista Pedro Tamayo Rosas. Y todavía hay quien dice que la violencia en Veracruz “no es grave”.

Son los muertos que no está tocando contar, como si el dolor y el miedo fueran sólo un ejercicio estadístico, la suma de hechos de sangre y la resta de vidas en esta sociedad que cada vez está más expuesta a la acción de los violentos.

Mueren los inocentes y también los culpables, los que llevan una vida digna y los que tomaron el camino del mal, los que cifraban esperanzas en el provenir y los que empuñaron un arma o traficaron droga, los que amaban la vida y los que la terminaron despreciando.

No hay día sin que el delito no se haga presente, dejando a la sociedad sumida en el miedo, contando a sus muertos, orando por los desaparecidos, sabiendo que la extorsión y el secuestro están a la vuelta de la esquina, que en una llamada puede estar la diferencia entre vivir sin riesgo o enfrentar el paso al infierno.

Es “Duartilandia”, esa tierra próspera de la que nos habló el gobernador Javier Duarte de Ochoa cuando se convirtió en el hombre con más poder en el estado de Veracruz, a la que prometía entregar lo mejor de sí, modernizándola, llegando a las comunidades más alejadas, combatiendo su pobreza e iniciando el rescate de su dignidad.

De aquella promesa a la realidad que hoy vivimos, hay un universo. El Veracruz real es violento, lo mismo porque la delincuencia se posicionó y marcó su territorio, como porque el gobierno y sus corporaciones policíacas dejaron que el crimen organizado avanzara hasta no poder frenarlo.

En Coatza, les decía, hallaron dos cuerpos en una colonia de clase media alta, atados de manos y con huellas de haber sido golpeados hasta morir. Sus restos se encontraban en estado de descomposición, emanando un fuerte olor nauseabundo que llamó la atención de los vecinos hasta dar parte a la autoridad.

No pagaron los familiares, o no pagaron la cifra que los secuestradores pedían, y el resultado fue la muerte de los dos jóvenes, uno de Coatza y el otro de Nanchital.

En Xalapa, dos mujeres fueron sustraídas de su domicilio, las dos con raíces en Las Choapas, Guadalupe Cecilia Urdapilleta Barrios y su hija Clara Elizabeth López Urdapilleta, familiares del regidor choapense David Urdapilleta Guzmán.

Guadalupe Cecilia era empleada de la Secretaría de Seguridad Pública y su centro laboral era la llamada Torre, cerca del palacio de gobierno, cerca también de la oficina del secretario Arturo Bermúdez Zurita.

Las dos fueron sus sustraídas de su domicilio en El Sumidero y sus cuerpos fueron hallados cerca de las vías del tren, en la colonia Portón Rojo. No tenían huellas de tortura, pero sus cuerpos fueron despojados de sus ropas y estaban decapitadas. Las cabezas aparecieron en otros lugares, embolsadas.

Había un mensaje que decía: Por “La 35Z”. Se presume que se trate de una venganza del crimen organizado.

En Manlio Fabio Altamirano, cerca de Veracruz, en el rancho Los Limones, encontraron seis cuerpos. Uno es de un policía ministerial, Mariano Castillo Sánchez, su esposa y el dueño del antro “Capezzio”, ubicado en Veracruz puerto, que se hizo célebre por el video en que se promueve el sexo oral.

El más reciente, no el último, por supuesto, es el del periodista Pedro Tamayo Rosas, asesinado la noche del miércoles 20 de julio, en su domicilio cuando un hombre llegó, sacó su 9 milímetros y se la vació.

Pedro Tamayo fue reportero de La Voz de Tierra Blanca y corresponsal del portal informativo alcalorpolitico.com y El Piñero de la Cuenca, en Oaxaca. Compartía mucha información con medios de diversas partes de Veracruz, sólo pidiendo que no dejaran de ponerle su crédito a las notas.

Denunciaba hechos de violencia, la existencia de narco ranchos y todo lo que tenía que ver con los “chupaductos”.

Por un tiempo tuvo custodia del gobierno, pues el enero desapareció por temor a ser ejecutado por el caso de los jóvenes levantados en Tierra Blanca y tener ligas con quien a la postre fue señalado de ser el propietario del rancho en que hallaron restos de las víctimas, un empresario de nombre Francisco Navarrete.

Un tiempo gozó de las medidas cautelares. Después pidió que le retiraran la guardia porque sospechaba que los policías, más que cuidarlo, lo vigilaban. Y lo mataron.

En cuestión de días esto se volvió un baño de sangre. Lejos estamos de la tierra próspera que nos prometió el goberts. Es “Duartilandia”, donde te roban los calcetines sin quitarte los zapatos, donde te desaparecen sin dejar rastro, donde la sangre de los inocentes se mezcla con la sangre de los que infringen la ley, donde hoy eres persona y mañana parte de la estadística.

Y chale... Aquí nos tocó vivir.

(Comentarios y tips a: [email protected])




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