​Son vigilantes, no autodefensas, pero se han impuesto organizarse, ayudarse y evitar que la delincuencia siembre el terror en su pueblo, El Suspiro, en nuestro vecino Agua Dulce.

Son vecinos vigilantes que en una manta le advierten a los amigos de lo ajeno, y también a los asesinos, que ahí ya es territorio peligroso, que quien quiera fastidiarlos será enfrentado y que a falta de autoridad que les garantice su seguridad, ellos van a ejercer la justicia por su propia mano.

La manta se encuentra colgada en el acceso a esa zona y ella hacen saber que ellos son vecinos vigilantes. El lunes 5 se mostraba una leyenda: “¡Cuidado! Si haces daño a uno de nosotros, te atraparemos y te atendrás a las consecuencias”.

Sin embargo, poco después fue borrado parte del contenido y quedó así: “Zona protegida por vecinos vigilantes, ¡cuidado!”

La gente de El Suspiro se enchiló cuando fue asesinada una persona de la tercera edad, a la cual le hicieron un corte en la garganta, en el interior de su hogar.

Ellos han decidido actuar, pasar de la defensiva a la ofensiva, organizarse y advertirle a los jijuesuchis delincuentes que hacen una más y de ahí no salen vivos.

El escenario es como para un linchamiento. Cuando la sociedad dice hasta aquí, es hasta aquí. Y eso es lo que se percibe en El Suspiro.

Ya cuentan con seguridad privada que les brinda un elemento al que contrataron, debido a que la policía casi no llega a ese lugar. Eso habla del gran boquete dejado por la Secretaría de Seguridad Pública, que permitió al crimen organizado y a los ladrones de casas y asaltantes de personas adueñarse de Veracruz.

Ahí, si no me falla, no tarda en ocurrir un escándalo. La gente ya se organizó, quizá traigan sus armas y le van a dar en su madrecita a quienes creen que pueden robarles o matarlos y no hay consecuencias.

Así iniciaron las autodefensas en diversas partes de México. Ante la falta de acción del gobierno, el pueblo se organizó e hizo correr a los criminales. Pero al rato otros criminales se disfrazaron de autodefensas y el problema regresó.

En El Suspiro lo van a tener que pensar los delincuentes porque la gente ya les advirtió que hacen una más y se los carga la mother.

El asunto es harto delicado, de vida o muerte, diría yo, si recordamos que donde llega el hartazgo de la sociedad ante la impunidad con que se manejan los delincuentes y la indolencia de las autoridades, algo malo suele ocurrir.

En Alto Lucero, arribita de Xalapa, la gente se cansó de las incursiones de los criminales. Llegaban y robaban. Levantaban a los pobladores y los regresaban todos golpeados. Impusieron un clima de terror con el que la sociedad no estaba dispuesta a vivir.

Hace unas semanas el pueblo los enfrentó. Los delincuentes se llevaron a ocho personas y las mataron. Robaron lo que iban encontrando, hasta lo que había en las tiendas de abarrotes, lo que da la idea que esos güeyes andaban jodidos y hambrientos.

Un par de días después, ante el escándalo que provocó la incursión de los delincuentes y el asesinatos de ocho habitantes, el Ejército, la Naval y las Policías Federal y Estatal aprehendieron a seis criminales.

Si la gente se organiza y se autodefiende, es signo de que el gobierno ya falló. Y si eso se generaliza, entonces las policías salen sobrando, además que muchos elementos son cómplices de la delincuencia.

Lo que nos está ocurriendo es imperdonable. En Las Choapas encuentran cinco cadáveres a los que les cercenaron la cabeza. En Coatza se llevan a un empresario y lo matan; se llevan a un abogado y lo asfixian; se llevan a un niño de 12 años y regresa porque sus padres pagaron un rescate. En Jáltipan asesinan en la vía pública a un taxista.

No olvidemos lo que ocurrió con los médicos de Minatitlán. Se los llevaban y si no había pago, los mataban. Otros volvieron gracias a que sus compañeros doctores aportaron para que las familias lograran reunir el monto del rescate.

Lo mismo ha venido sucediendo con los petroleros en toda la región. Los agarraban al salir de las plantas industriales o de las oficinas administrativas. Bastaba que los identificaran por el uniforme para que los levantaran. Algunos lograron reunir lo que los secuestradores exigían y así se salvaron. Los que no, terminaron en el panteón.

El gobierno de Javier Duarte falló o dejó de actuar porque se involucró con las bandas de delincuentes. El gobierno federal se muestra indiferente a la ola de delincuencia que está diezmando los hogares y frustrándole la vida a muchos en Veracruz. No envía la Gendarmería Nacional, pese a que es reclamo de toda la sociedad.

Ahora nos salen conque llegará un equipo antisecuestro a Coatzacoalcos para atender el problema. La verdá, yo ya no confío.

Está claro que ante el fracaso de las instituciones, lo único que nos queda es autodefendernos. Los de El Suspiro ya lo hacen. Quizá muchos otros tengan que seguir su ejemplo.

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