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Juan Ciudadano

Los Gobernados

Siete degollados y lo que falta

23/09/2016 08:17 a.m.

Indiferente, nadie. No se puede. Nadie puede ignorar la gravísima realidad que nos tocó vivir, que ha convertido a Veracruz en un estado extremadamente violento y que nos tiene al borde de un colapso.

Sólo aquí, en Las Choapas, suman siete muertos mutilados y descabezados, algo que sólo en un lugar de barbarie y de deshumanización podría ocurrir.

En cosa de dos semanas ha sucedido lo impensable: primero cinco decapitados, después un niño de 12 años al que también degollaron y ahora, este miércoles un embolsado al que decapitaron y además lo cortaron en pedazos.

Si esto no nos dice nada, estamos perdidos. Son los síntomas de que la violencia extrema está ya con nosotros y que todos estamos expuestos a que ese nivel de saña algún día nos alcance y llene nuestras vidas de pena, dolor y rabia.

Desmembrar a un ser humano es la peor expresión de la gente que gusta de la violencia, que forma parte de células criminales, que gozan ante el sufrimiento de sus víctimas y que intenta sumir a una sociedad en el miedo.

Pues acá van siete.

El hecho de solo saber que son siete seres humanos asesinados, conmueve. Y enterarse que a seis de ellos los degollaron y al séptimo lo degollaron y le cercenaron la cabeza, en verdad horroriza.

Recordemos qué ocurrió en Boca del Río, al inicio del gobierno de Javier Duarte de Ochoa. Arrojaron 35 cuerpos a los pies del monumento a Los Voladores de Papantla, en pleno día, a la vista de todos, generando una reacción de asombro, condena, tristeza e ira colectiva.

En efecto, los arrojaron pero no estaban mutilados. Estaban golpeados pero, según el servicio forense, no los habían desmembrado. 

La noticia estremeció a Veracruz y trascendió a otros medios nacionales e internacionales. Ahí comenzó a gestarse la debacle de Javidú porque lejos de sofocar los ánimos, lo único que se le ocurrió fue criminalizar a las víctimas.

De ellos dijeron que algo tenían que ver con la delincuencia, que seguro andaban en malos pasos y que sus nombres estaban incluidos en Plataforma México, la base de datos del Sistema Nacional de Seguridad Pública donde se concentra toda la información relacionada con quienes tienen alguna cuenta con la justicia.

Hallar 35 cadáveres en la vía pública es algo que horroriza. Decir que todas las víctimas eran delincuentes o que tenían algún vínculo con el crimen organizado, fues irresponsable, sobre todo cuando son simples apreciaciones.

Al procurador de justicia en ese entonces, Reynaldo Escobar Pérez, le costó la cabeza. Lo echó Javier Duarte para atenuar el escándalo pero el daño ya estaba hecho.

A lo largo de un sexenio, Javidú ha sido señalado por su incapacidad frente al fenómeno de la violencia y todavía peor, algunos elementos de la Policía Estatal se han visto involucrados en hechos delictivos, o han encubierto a los uniformados o las acusaciones son tan mal planteadas que al rato ya andan libres y delinquiendo de nuevo.

Lo que empieza mal, termina mal.

La primera misión de un gobernante es garantizar la seguridad de su pueblo. Javidú no cumplió. 

El 6 de septiembre nos asombramos todos al saber que los cuerpos de cinco levantados aparecieron pero sin cabeza, en Las Choapas. Días después todos nos estremecimos al enterarnos que a las puertas del rancho del alcalde Marco Estrada habían arrojado dos bolsas negras, de las de basura, conteniendo el cuerpo en una y la cabeza en la otra.

Se trataba de un niño de 12 años con escasos estudios, condiciones de pobreza, desbalagado, pero que no merecía morir de esa manera.

Este miércoles 21 hallaron otro cuerpo. Los restos se hallaban en una bolsa de plástico. 

La particularidad es que era un joven totalmente desnudo, cortado su cuerpo en pedazos. Como en los casos anteriores, estaba decapitado.

Este hallazgo tiene similitud con el de las primeras cinco víctimas. Aparecieron los cuerpos pero no las cabezas.

 En el caso de los cinco primeros degollados, las cabezas fueron halladas días después. En el del último joven, la cabeza no se sabe.

Estos casos nos miden también como sociedad. Por más que este fenómeno de barbarie se repita, no podemos perder la capacidad de asombro. 

Por más que haya violencia, cuerpos mutilados, cabezas que no aparecen, por más que se repita lo que sucede, no podemos dejar indignarnos ante esta terrible realidad que nos tocó vivir.

El día que perdamos la capacidad de asombro, nos convertiremos en cómplices de quienes usan la violencia para imponer su voluntad.

Nunca, por nada, podemos caer en la indiferencia social. No se puede.

(Comentarios y tips a: [email protected])​


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