Nunca, dice el refrán popular, hagas leña del árbol caído. Pues no, pero los priistas que antes aplaudían a placer a Javier Duarte de Ochoa ahora se lo comen y festejan con sonrisa de oreja a oreja que la justicia se le haya ido encima.

Fueron aplaudidores del Javidú en los días en que gobernó a Veracruz y quieren pasar a ser leñadores, cortándole todo, cachito a cachito, trompa, oreja y rabo, para que no haya ni cómo rearmarlo si es que sale bien librado de ésta.

Javidú se retiró ante las inminentes acciones judiciales en su contra, las denuncias del próximo gobernador, Miguel Ángel Yunes Linares, y las que ya traían diversas dependencias del gobierno federal porque las cifras y los números nomás no cuadraron y se percibe que el entonces gober y su equipo más allegado se fueron con la cochina al monte, desfalcando a Veracruz.

El 12 de octubre solicitó que el Congreso del Estado de Veracruz aprobara una licencia por lo que resta de su gestión, es decir a partir de esa fecha y hasta el 30 de noviembre próximo. Una vez separado del cargo se dedicaría a defenderse de las acusaciones penales en su contra.

Entre la gente del pueblo, como yo y tú, no faltó quien echara las campanas al vuelo, quien lo festejara en grande, quien dijera que hasta se tardó porque hacía mucho tiempo que la sociedad veracruzana clamaba su salida del gobierno estatal.

Pero si la memoria no falla, muchos de los fueron sus más fervientes aplaudidores de pronto se han convertido en furibundos detractores, que de a tiro por viaje le dan con todo a su ex ídolo, el Javidú.

Ora sí, cuando el tipo anda por los suelos y comienza a pagar todas las que hizo, los aplaudidores de ayer se trasforman en los leñadores del mañana. Lo tratan con el mismo cariño que se trata a una piñata con la esperanza de que a cada palazo caigan moneditas y monedotas, uno que otro billete y algunos cheques.

Javier Duarte no tiene disculpa. Fregó a Veracruz por donde se le quiera ver y amasó una fortuna de poca ma’ que ni en 20 generaciones se la van a acabar.

En todo ese tiempo tuvo aliados y cómplices y hasta se ganó la admiración de una clase política corrupta que con tal de que les tocara un cachito de mugre se hicieron de la vista gorda con el ex gordo.

Recordar, dice el dicho, es volver a vivir. Y recordar lo que hacen y expresan los políticos a veces, la verdá, me revuelve la tripa. Pero en este bisnes hay que ver cómo cambian los oportunistas de la política, cómo lo trataban y cómo lo hacen ahora. Son vil cacurría.

¿Qué decía, por citar un nombre, Héctor Yunes Landa, el senador y frustrado candidato a gobernador de Veracruz? ¿Cómo se refería al Javidú en los días en que el rey era el rey y había que rendirle pleitesía?: “Mi jefe político”.

No, güey. Así no era. Héctor Yunes lo enfatizaba: “Javier Duarte es mi jefe político”. Lo decía en público y en privado, y con qué gusto lo hacía ante los chavos de la prensa, porque se trataba de que lo supiera Javier y lo supiera el mundo.

En los dos años en que fue presidente del PRI estatal, no hubo evento en que Héctor Yunes no le prodigara elogios al gobernador, a sabiendas que tenía un titipuchal de defectos pero dos en especial: tonto y rata.

Pero Javidú era “mi jefe político”.

Ahora es de los que lo culpan de su derrota en la elección de gobernador y quiere su expulsión del PRI. Y eso que era su jefe político”.

Otro aplaudidor era Renato Tronco. Mi ratón vaquero fue entreguista y pródigo en servilismo porque Javier Duarte lo dejaba hacer y deshacer en Las Choapas, usando a la policía municipal y los apoyos de Seguridad Pública como si fuera seguridad privada.

¿Sí recuerdan aquella grabación en que se escucha a Fidel Herrera Beltrán instruyendo a Javier Duarte a que no le escamotearan los recursos a Renato Tronco y que invirtieran los 10 millones que faltaba para concluir una carretera cuyos pobladores representaban un buen número de votos, en 2010?

Qué cosas no dijo Gonzalo Guízar Valladares. Qué no escuchamos cuando Javier Duarte lo destapó para que fuera alcalde de Coatzacoalcos. Y unos días después se le cayó por negociaciones a alto nivel. 

Pero hasta en ese momento Gonzalo, hoy presidente estatal del Partido Encuentro Social, fue claro y agradecido con Javidú pues el que lo reventó fue Fidel Herrera Beltrán. Hoy lo quiere en la cárcel.

Los políticos así son. Les faltan manos para aplaudir a quienes están en el poder. Pero cuando caen les sobra lengua para hacer cachitos a sus ex mecenas.

Todos mamaron de esa ubre y todos terminaron lanzando sapos por la boca cuando lo vieron caer.

Ayer los vimos actuar con servilismo. Hoy los observamos llenarlos de lodo.

Ayer eran furibundos aplaudidores. Hoy son leñadores que se gozan en el árbol caído.

Algún día ellos verán que los que les aplauden hoy, los cómplices de sus fechorías, serán los carniceros que los abrirán en canal.

Es la ley de la política. Sobre todo la política a la mexicana.

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