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Juan Ciudadano

Los Gobernados

Robó, huyó y a ver si lo pescan

20/10/2016 08:22 a.m.

​No nos tocó verlo con Fidel Herrera pero sí con Javier Duarte: el gobernador está acusado, deja el cargo, se pela y lo declaran prófugo de la justicia.

Los veteranos habrán de recordar aquella película de Woody Allen titulada “Robó, huyó y lo pescaron”. La cinta era divertida, ocurrente, en que el protagonista, un tipo con cara de tristeza, que hace torpeza y media, se mete en tal problema que termina encarcelado.

Woody Allen nos hace reír. Javier Duarte, la verdá, también. 

El personaje que interpreta Woody Allen, desesperado por la falta de dinero, teniendo una esposa embarazada, viendo que nacía su bebé, roba y resuelve el problema. Cuando se suponía que ya la había librado, lo cacharon. Y al bote.

Javier Duarte desde el principio generó sospechas. Quienes estaban cerca de él, en Xalapa, en palacio de gobierno, decían que la silla le había quedado grande, que nunca llenaría las botas que un día calzó Fidel Herrera Beltrán, su mecenas y protector.

Al paso del tiempo, las sospechas se confirmaron. El méndigo gordo no tenía ni la más remota idea de cómo se maneja un estado como Veracruz.

Pero lo que nadie sospechó fue su infinita capacidad para robar y engañar, solamente superada por el cinismo con que se habría de conducir cada vez que alguien cuestionaba si la falta de resultados en su gestión y el peligroso endeudamiento nos llevarían a la catástrofe.

No, decía Duarte de Ochoa, Veracruz tiene excelente comportamiento en desarrollo económico.

Pocos creían en semejante botija porque hasta para mentir hay que tener gracia. Fidel era un maestro del engaño. Te llamaba, te apapachaba, te doraba la píldora y tú te ibas segurísimo que las promesas del gober fogoso se iban a cumplir.

Mentía cañón. Si te prometía que tendrías un río en el jardín de tu casa, dabas por cierto que así sería y hasta le hacías algunas adecuaciones al jardín para que el río cupiera.

Todo mundo terminaba convencido de que Fidel era un pillo simpático, como los ladrones que te bajan la cartera y todavía les das las gracias.

Pero Duarte no. Él le metió la mano al cofre y halló un tesoro. Se llevó el billete, el oro, las joyas y los títulos de propiedad. Poco a poco se fue convirtiendo en uno de los hombres más ricos de Veracruz, si no es que el que más.

Saqueó al estado de tal manera que hoy Veracruz está en quiebra. El gobierno estatal no tiene para cubrir sus compromisos. No le paga a los maestros, ni a los trabajadores burócratas, ni a los pensionados y jubilados, ni a los empresarios que hicieron obra pública o que suministraron algún servicio.

Cuando uno ve que la gente protesta en las calles o bloquea carreteras, lo menos que puede pensar es que las finanzas están mal. Pero cuando sabe que Javier Duarte y su familia y amistades cada vez ostentan más riqueza, entonces lo menos que podemos suponer es que se robaron todo.

Y eso fue. Se robaron todo. 

La segunda parte fue huir. Apenas se separó del cargo de gobernador, previa licencia que le aprobó el Congreso del estado, se esfumó. Pegó la carrera, supuestamente con la ayuda del gobernador interino, Flavino Ríos Alvarado, y en helicóptero del gobierno estatal salió con rumbo desconocido.

Más o menos como si dijéramos que ya lo perdimos. Y sí, güey, porque desde el fin de semana nadie ha vuelto a saber del gober ratón.

Robó, huyó y quién sabe dónde carajo se metió. Pese a que había la promesa de que lo tendrían ubicado, Javidú se peló.

Se ha hecho ojo de hormiga mientras corren los rumores que hablan de que su cuñada, la señora Mónica Macías Tubilla, había sido detenida por el caso de las empresas fantasmas.

Los nubarrones que se han estacionado sobre la familia Duarte-Macías amenazan con desatar un tormentón poca ma’ que arrase con todo a su paso.

Duarte no volverá a ser el mismo. Así la libre, así demuestre que es inocente y que el dinero lo aplicó y que gran parte se fue en cubrir el déficit mensual, que es de casi mil millones de pesos, algo así como unos 12 mil melones anuales, no volverá a ser el mismo.

Ni él ni su familia podrían vivir tranquilos, andar en las calles y en las plazas, en los restaurantes y los parques, con la tranquilidad que sí tenemos usted y usted y yo.

Robó, huyó y a ver sí lo pueden pescar, como le ocurrió al personaje de Woody Allen en la película que ejemplificaba que un tipo puede tener tan mala suerte que cuando ya hizo una transa y se imagina que nadie se dio cuenta, le caen.

Está así Javidú, a un cachito de pasar lo que le queda de vida en la cárcel. Y todo por robar.


(Comentarios y tips a: [email protected])



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