Él se peló, Karime quién sabe dónde andará y los suegros cargan con el paquete de evitar que los detengan, o que les pongan marcación personal y por eso, por salvar el pellejo, andan atrás de un amparo.

El gordo Javier Duarte no da la cara. No se le ve desde el día que emitió su mensaje de despedida, tras solicitar licencia al cargo de gobernador y se fue.

Ni se acordó que el lunes iría al noticiero de Carlos Loret de Mola porque, si mal no recuerdan, retó a que ahí estuviera Miguel Ángel Yunes Linares, al que le iba a vaciar toda la metralla, el lodo, las pruebas de su enriquecimiento ilícito, con lo que quedaría demostrado que en esta comedia tipo Dante Alighieri, el bueno era el gordito y el malo era el panista.

Pues ya no se apareció porque desde ese día se convirtió en el ícono de la corrupción mexicana, el non plus ultra de la transa, el saqueador nomber uan de las arcas veracruzanas.

Ese méndigo gordo que no dejaba que se le acercara nadie, que se llenó de soberbia, que le metió mano al billete y se convirtió quizá en el hombre más rico de Veracruz hasta que la PGR me demuestre lo contrario, y que se llama Javier Duarte de Ochoa, hoy anda de pelada. Si, güey, DE-PE-LA-DA.

De Karime ni sus luces. Seguro anda montadita en un fino corcel, desestresándose con equinoterapia, ya ven que le gusta la equitación y en un descuido hasta nos representa en los próximos Juegos Olímpicos.

Ella no se deja ver. No se sabe que haya alguna acción penal en su contra, pero la ex primera dama de Veracruz no da señales de vida.

Ya no escribe su nada amena columna Casa Veracruz, en la que contaba anécdotas y pasajes en torno a su experiencia con el pueblo veracruzano. La leía ella, sus achichincles y sus papases, don Tony Macías Yazegey y doña María Virginia Yazmín Tubilla Letayf. 

Duarte, la verdá, no. Decía que su hígado aguantaba cosas cañonas, güisqui, ron, tequila, mezcal, pero los escritos de Karime no.

Ya no se le ve y cómo no si a medida que avanzan las investigaciones va apareciendo su manita santa en la trama de corrupción que les permitió saquear las finanzas al tiempo que se enriquecían descaradamente.

La cuñada, Mónica, no pinta. El concuño, Armando Rodríguez, igual. No se sabe si anda con Mónica o cada quien se peló por su lado. Los primos hasta dejaron de tuitear pendejadas, que es lo que mejor saben hacer.

Pero los suegros del ex gobernador, los suegros, ellos sí que la están sufriendo. Los papases de Karime traen el miedo bien adentro, metido en el calzón, espantadísimos porque aunque tengan dinero y hasta se hayan sacado la lotería hace años, la PGR les va a aplicar sus sabidos y conocidos métodos para que confiensen que los elefantes son rosas, vuelan y que ellos le volaron un buen billete a Veracruz.

Por lo pronto, Tony y Yazmín, los suegros del ex gobernador, ya andan en juicio de amparo, quesque pa’ saber si realmente existe alguna orden de aprehensión en su contra, ya que las autoridades que hayan sido notificadas tendrán que rendir informes y ahí quedará a la vista si sobre ellos se pretende ejercitar alguna acción legal.

Lo del juicio de amparo provocó un desmadre poca ma’ en las redes sociales y en los portales de los medios de comunicación. 

Todo mundo hablando de lo que pudiera entrañar ese recurso y que mientras sean peras o manzanas, los suegros se van a pasar algunos días o semanas en el confortable hotel Duport Ostión.

A Javier Duarte lo van a buscar en México y en todo el mundo. La PGR ya inició el procedimiento y ante la Interpol se tramita la emisión de la ficha roja, que no es un juego de mesa sino la orden de localización en más de 190 países.

Me pregunto cómo pudo Javier Duarte llegar a esto. Me cuestiono si el poder es tal que vuelve locos a los que tiene cerca.

Javier Duarte se fue liso con el dinero de Veracruz pero embarró a sus familias, sí a los hermanos y a la mamá, y por otra parte a los padres y la hermana y el esposo de Karime Macías.

El desenlace parece irreversible. En estos tiempos no hay forma de esconderse y no ser alcanzado por la mano de la justicia. Quienes abandonan sus países, pronto son detenidos. A Javier Duarte así le va a ocurrir. A sus parientes cercanos y a los amigos que conforman la red de prestanombres igual.

Él anda de pelada. En cambio sus suegros se van al amparo temiendo, por un lado, que los vayan a detener, o por otro, tratando de que las autoridades señaladas informen si hay algo en su contra o no.

Lo que sí es que el escándalo está de película. Lo de los suegros fue la cereza del pastel.

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