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Arturo Reyes Isidoro

Prosa Aprisa

Fidel, preparado para irse

26/10/2010 08:20 a.m.
El tiempo sexenal se acaba. Corren ya los días, las horas postreras de la actual administración y ayer el gobernador Fidel Herrera Beltrán por primera vez se refirió, sin decirlo abiertamente, al relevo que habrá de sucederlo.

Entrevistado en el puerto de Veracruz pidió a los reporteros que lo abordaron que le den toda la relevancia al relanzamiento (se entiende que de la reconstrucción de todo lo dañado por el huracán Karl y las inundaciones que le siguieron) cuando haya Gobernador Electo confirmado por la instancia federal, “al que tendremos que darle ya también todo el espacio para que la continuidad de los esfuerzos de Veracruz no nos haga perder ni un segundo”.

Político político, el gobernante es un hombre que sabe de tiempos políticos y por lo que dijo ayer está más que consciente que su responsabilidad concluye en 35 días y que como sucede cada seis años tendrá que entregar la administración, pero para que no se pierda tiempo en el cambio por la situación que vive el estado a causa de los estragos de los meteoros se tendrá que ir dando ya la transición, por lo menos eso se entiende cuando habla de abrirle todo el espacio a quien lo sucederá tan pronto confirmen el dictamen del triunfo que ya lo ha declarado Gobernador Electo.

Qué bueno que el político de Nopaltepec está preparado para irse, pero sobre todo está dispuesto a facilitar la transición para que resulte tersa y para que no se detenga la marcha de las acciones oficiales, incluso por sentido práctico para que el equipo de renuevo tome poco a poco lo hilos del poder, incluso para que acondicionen las oficinas en que van a despachar como mejor crean que les debe quedar para prestar mejor servicio o facilitar su desempeño.

No hace mucho leí cómo el columnista Edgar Hernández, colega que fue titular de Comunicación Social del gobernador Fernando Gutiérrez Barrios (con quienes también colaboré en el área de Prensa), relató las horas críticas que vivió el secretario privado de don Fernando, José Luis García Mercado (ahora, por cierto, desempeña el mismo cargo con el senador Manlio Fabio Beltrones), pues necesitaba acondicionar la oficina que ocuparía el gobernador entrante, o sea su jefe, y el ejecutivo saliente Agustín Acosta Lagunes entregó el despacho ya en la noche del último día de su gobierno apenas unas horas antes de que llegará a sentarse ahí el llamado “hombre leyenda”.

Que yo recuerde, otros gobernadores han terminado el último mes de su mandato en alguna oficina alterna fuera de Palacio o de la Casa de Gobierno para permitir que donde despacha el Ejecutivo sea reacondicionado para cuando llegue el relevo.

Recuerdo que al inicio de su gestión, Herrera Beltrán mencionó en diversas ocasiones que seguía un consejo que le había dado el ex gobernador de Puebla, Manuel Bartlett, quien le había dicho que desde el principio trabajara como si fuera el último día, a toda velocidad, ya que de otro modo pronto se daría cuenta que se le habían ido los seis años y no había cumplido sus expectativas.
 
Está más que demostrado que así lo hizo y quizá a eso se deba que incluso rebasó con creces las metas que se planteó y que ahora no se muestre, de ninguna manera, un nostálgico del poder. De que lo ejerció, de que lo ha ejercido a plenitud, quién lo duda. Fue, vino, subió, bajó y lo volvió a hacer una y otra y otra vez y todavía la naturaleza, al final de su mandato, le dio la oportunidad de que agotara todas las reservas de energía que le quedaban y ejerciera hasta la última gota de poder auxiliando, ayudando a miles y miles de damnificados.

Ahora, se ve que ya tiene muy claros sus tiempos y lo que hará el último mes (a partir de la próxima semana) de su mandato, entre todo ello entregar su último Informe el día 15 de noviembre y de ahí trasladarse a Palacio de Gobierno a dirigir un mensaje a los veracruzanos en un acto que, ya ha adelantado, será austero. Regresará al punto de partida, pues hace seis años luego de que rindió protesta también se dirigió al Palacio de Gobierno desde donde dirigió el mensaje inaugural a todo el estado.
 
Se aplaude también lo que adelantó sobre el último informe de su esposa Rosa Borunda como presidenta del DIF Estatal, de que sólo entregará el documento ya sin ninguna ceremonia y que todo lo que se podría gastar en ésta mejor lo destinará a los damnificados. Bien. Bastante bien.

Como bastante bien, cómo lo recibirían bien los veracruzanos (por lo menos eso creo, por lo que escucho en la calle), que el nuevo gobernador no llegara a gastar cambiando alfombras, comprando muebles nuevos, lámparas, camionetas, etcétera, si los que se tienen ahora están en buen estado; que no se gastara porque miles y miles sufren todavía los efectos de los meteoros y a ellos se sigan dedicando los recursos disponibles, pero que también se emitiera un decreto prohibiendo que lo hicieran los secretarios de despacho, pues es costumbre que al renuevo se cambia casi todo aunque esté en buen estado sólo porque lo utilizó el que se fue o porque no le gusta el color al que llega.

En fin, casi la hora del relevo. Será el tiempo el que dé la justa dimensión al gobierno de la fidelidad. Fidel pasará al selecto grupo de los ex y al de los que se mantienen vivos: Agustín Acosta Lagunes, Patricio Chirinos, Dante Delgado y Miguel Alemán Velasco. Pasará el huracán Fidel, un gobierno al que sólo se asemeja, por la movilidad, el de Dante Delgado, ambos hiperactivos, muy cercanos a los veracruzanos de todas las condiciones y buenos y grandes constructores.
 
El de Acosta Lagunes, caracterizado por una excelente administración económica (se dio el lujo de prestarle dinero al gobierno federal que encabezaba José López Portillo). El del licenciado Alemán se pareció más al de don Fernando, ambos caballerosos, atentos, mesurados, conciliadores. Todos muy diferentes al de Patricio Chirinos, ajeno, distante, alejado del contacto del pueblo, y también diferentes los de Rafael Hernández Ochoa y Rafael Murillo Vidal (por lo menos a los que conocí ya en mi ejercicio como reportero) aunque estos últimos porque las condiciones del país y del estado eran totalmente diferentes. El tiempo y la historia, haciendo lo suyo.
 

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