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Arturo Reyes Isidoro

Prosa Aprisa

No bajemos la guardia

02/08/2011 10:00 a.m.

Ya llevan más de dos años y no cesan de indagar. Cuando emitan el informe final en el primer trimestre de 2012 habrán pasado casi tres años. Pero nunca, desde un inicio y hasta que no han tenido pruebas sólidas, se han atrevido a señalar a responsable alguno ni a culpar a nadie sin tener pruebas.

A la media noche, entre el 31 de mayo y el 1 de junio de 2009, un avión de Air France se precipitó al mar con 228 personas. En poco más de 3 minutos y medio, la nave, un Airbus A330, cayó desde una altura de 37,500 pies (más de 10,800 metros de altitud) hasta estrellarse en pleno Atlántico. A partir de ese momento inició la investigación para lo cual llegaron hasta el fondo del lecho marino, a 4,000 metros de profundidad, hallando las llamadas cajas negras que han permitido ir estableciendo las causas.

El viernes, la Oficina de Investigación y Análisis francesa (BEA, en sus siglas en francés) dio a conocer un informe de 117 páginas con base a la grabación de la cabina y a los datos de vuelo rescatados de las profundidades marinas.
El caso nos lleva a destacar la seriedad de las autoridades francesas, la responsabilidad con la que actúan y su propósito de establecer la verdad por encima de todo, al precio que sea y sin importarles el tiempo que les lleve.

Con ello ganan respetabilidad, confianza y credibilidad. Cuando emitan el juicio final nadie dudará de lo que digan. Incluso no hay necesidad de esperar hasta entonces para que los familiares de las víctimas se sientan satisfechas con la investigación.

Una vez que se estableció que la caída del aparato se debió a una serie de maniobras erróneas de los copilotos, que carecían de la información necesaria para responder a la avería de las sondas indicadoras de velocidad –“Los pilotos se encontraban en una situación que no comprendían”, dijo el investigador Alain Bouillard–, la señora Corinne Soulas, cuya hija y yerno murieron en el accidente, dijo: “Por lo que nos han dicho, nadie se dio cuenta de lo que estaba pasando. A ese nivel, para mi consuelo mental y moral estoy muy complacida de escuchar esto, cuando una sabe que tenía dos personas a bordo a las que quería”.

Uno de los primeros resultados positivos de la investigación es que la línea aérea mandó cambiar las sondas que miden la velocidad de todos sus aparatos, porque fueron las causantes técnicas de todo al congelarse y dejar de emitir información, con lo que han salvado vidas en el futuro. La otra fue poner a salvo la memoria del comandante de avión, quien tenía segundos que se había retirado a descansar dejando a los copilotos con la nave, y la tercera es delimitar que éstos cometieron errores involuntarios por desconocimiento, lo que ha llevado a la empresa a capacitar a todos sus pilotos para que puedan enfrentar con éxito si se llegara a presentar otra situación similar.

Cuán distantes, a años luz de distancia, estamos en nuestro país, en nuestra sociedad, en nuestra cultura, de encarar cualquier situación con profesionalismo. No me imagino a las autoridades francesas salir a declarar, una vez confirmado el accidente, sin ninguna prueba, sin ninguna investigación de por medio, a las pocas horas, que el culpable era el piloto.

Hoy agotan todas las pruebas de que disponen porque las han investigado y encontrado. Cuando concluya esta historia, la francesa será una sociedad más fuerte, más unida, más creíble, más confiable. Sus autoridades sabrán que tienen el respeto ciudadano. Los ciudadanos sabrán que tienen la garantía de sus autoridades.

Luego de unos días de vacaciones, al volver a lo cotidiano angustia, lastima encontrar que en lugar de ir para adelante vamos para atrás o nos hemos estancado y para comprobarlo basta volver los ojos a otras sociedades, a otros países, a otros pueblos, a otros gobiernos.

En España, el presidente José Luis Rodríguez Zapatero, golpeado por la crisis económica y la tensión social, anunció el viernes que como se lo habían venido demandando políticos y empresarios, pero también diversas voces de la sociedad, adelantará el fin de su mandato: en lugar de esperar a marzo, para cuando se tenían previstas, decidió convocar a elecciones generales para el próximo 20 de noviembre.

Aquí cabe destacar que una voz que pidió su dimisión inmediata fue el influyente y emblemático diario El País, que el pasado 18 de julio, en un crispado editorial le pidió “abandonar el poder cuanto antes” bajo el argumento de que “si Zapatero quiere rendir un último servicio al país, debe hacerlo abandonando el poder cuanto antes”.

El periódico argumentaba que “a la fecha nos encontramos con un país amenazado de ruina (atrapado en la vorágine de los mercados financieros desatada sobre Europa)”  y repasaba la situación del país, sometido a grandes presiones en los mercados financieros, pero también –dijo entonces– “sin perspectiva, con serios problemas de cohesión social y aun territorial, en el que cunde la desilusión entre los ciudadanos sin distinción de ideologías o de clase social”, por lo consideraba que “existen motivos más que fundados para la intranquilidad”.

Y Zapatero escuchó. Y se va.
¿Felipe Calderón se atrevería a imitarlo cuando todos los mexicanos, creo que casi sin excepción, estamos plenamente convencidos del fracaso de su gobierno y de la crisis en que tiene al país en prácticamente todos los renglones?
¿Alguna autoridad nuestra, en un acto de honestidad personal pero también de compromiso social, de responsabilidad ciudadana y política, se atrevería a atender el llamado de un periódico si este pide que renuncie el propio gobernante o algún funcionario por su ineficacia, irresponsabilidad o ligereza al actuar?

En España, igual que como en el caso que comento antes de Francia, esa sociedad sale fortalecida, más unida, con una democracia ejemplar, con alto grado de credibilidad y confianza en sus autoridades, con una prensa al servicio de veras de la verdad y de los intereses de sus lectores, de la sociedad, altamente creíble y confiable. Ejemplar.

Desencanto en nosotros, sin duda alguna, pero que no debe ser freno para continuar luchando por alcanzar estadios que otras sociedades tienen desde hace mucho y que fortalecen a diario con su actuación. No bajemos la guardia.

 


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