Canciones a favor de la autoayuda

​Dice el refrán que a veces los árboles no dejan ver el bosque. En el caso de Iván Ferreiro sucede que a veces hay canciones tan redondas que eclipsan todo lo demás. Ya le pasó en su todavía recordada etapa en Los Piratas, cuando las viscerales Promesas que no valen nada o Años 80, se agrandaron tanto que, a medida que pasaba el tiempo, parecían borrar de un plumazo todo lo que se recogía en discos tan notables como Poligamia (1995) y Ultrasónica (2011). En solitario le ha sucedido igual. Una composición como Turnedo tapaba —o parecía tapar— con su llanto inmenso los interesantes recovecos emocionales del álbum Canciones para el tiempo y la distancia (2005). Lo mismo sucedió, en parte, con el tema Cómo conocí a vuestra madre y Val Miñor-Madrid. Historia y cronología del mundo (2013).

Ahora, Ferreiro, al que esto le ha llevado a ser visto por parte del público y la crítica como un destacado autor de canciones, pero no tanto de discos, vuelve a ofrecer una composición de fuerte pegada, que gana por KO con su elegancia instrumental en un crescendo, como El pensamiento circular, el primer adelanto de su nuevo disco, Casa. Pero conviene volver al refrán: que el árbol no tape el bosque.

Casa es un álbum compacto que, de principio a fin, va desplegando argumentos suficientes para verse como un conjunto de enjundia, que suena de arriba abajo como un alegato a favor de la autoayuda, según su creador, “esa palabra odiosa”, pero que sirve para definir esa sensación que planea por toda la obra de que se puede sobrevivir a pesar del drama, la desorientación vital y la tristeza.

Como bien demuestra en El pensamiento circular, Ferreiro es un experto en las canciones de ruptura sentimental —algo que seguro ni se plantea ni le gusta considerar—, pero en Casa ofrece un prisma más vitalista, menos revanchista. Describe con precisión y su habitual lenguaje coloquial “el vacío del vaivén”, como señala en el hipnótico pop Los restos del amor. Pero fija el punto de mira en la supervivencia, en todo eso que “importa”, tal y como canta en el tema que da título al disco, como pueden ser “los amigos, las cenas, y los días que pasarán”, según reza en Todas las cosas buenas, un espléndido medio tiempo.

Al igual que en su anterior álbum, se encarga de la producción Ricky Falkner, el gran talento del pop rock patrio de la última década, que cuenta con la confianza de Quique González, Sidonie, Love of Lesbian o The New Raemon. Su buen hacer se deja ver en unos arreglos finos, nada rimbombantes, incluso cuando Ferreiro se pone rockeroen el azote Dies Irae o se arrima al latido electrónico de St. Vincent en El viaje a Dondeosabidusientan. Sin embargo, su voz flagelada y orgullosa sobresale en el formato pop que lleva toda su identidad. La otra mitad es un ejemplo perfecto. Es Ferreiro al 100%, lo mismo que en la absorbente El pensamiento circular y, en definitiva, en este disco, tal vez el más orgánico de su carrera en solitario, marcando la importancia de apreciar el bosque. También en la vida.