El peligro oculto de vivir bajo líneas de alta tensión

​Las torres de acero se levantan decenas de metros hacia el cielo, incluso rebasan por mucho las copas de los más altos árboles en la colonia Díaz Ordaz. Arriba, sostienen los cables de alta tensión que llegan hasta la subestación de la Comisión Federal de Electricidad (CFE); abajo, los niños juegan a escalarlas como si de una estación recreativa se tratase.

Dentro del municipio de Agua Dulce, la colonia Díaz Ordaz no sólo destaca por su rezago social, carencia de servicios públicos e inseguridad, sino también por un oscuro peligro que esconde en sus entrañas, tras el verdor de la vegetación, con el que cientos de habitantes conviven en silencio desde hace décadas.

El circuito que inicia en la calle Independencia, pasa sobre la calle Pomarosa y gira hacia la Brito Gómez es uno de los puntos desde donde más fácilmente se observan las torres y líneas de alta tensión que cruzan sobre las viviendas de los vecinos de la Díaz Ordaz.

Ahí viven personas como el señor Cosme Adorno, quien tiene su casa justo debajo de estas líneas y en su patio una torre que a veces ocupan los niños para jugar. Otros vecinos de la misma área comentan que no recuerdan quién llegó primero: si ellos o las torres, pero se han acostumbrado al ruido de la electricidad, sobre todo durante las noches.

Y es que buena parte de esta colonia es considerada una zona irregular, pues los terrenos solían pertenecer a Petróleos Mexicanos, de modo que no resulta extraño encontrar ‘peras’ en los patios o en lugares que ahora son espacios infantiles, tal como las torres de electricidad también se mimetizan con los alrededores.

Para los entrevistados de la calle Independencia, vivir bajo las líneas no les genera miedo, ya lo sienten normal, aunque recapacitan un poco y agregan que durante las tormentas los gigantes de acero suelen atraer los rayos y que el zumbido durante las noches es muy fuerte, uno que puede poner —literalmente— los ‘pelos de punta’.

Campos de energía

El zumbido que oyen los habitantes de la colonia Díaz Ordaz es producto de la generación de un campo electromagnético. En palabras simples, estos se producen por una radiación electromagnética que son ondas eléctricas y magnéticas que dependiendo de su longitud, pueden varias su potencia: el calor es un tipo de radiación (infrarroja), la luz visible también; mientras hay radiaciones que no son dañinas para el ser humano, existen otras más fuertes como los rayos X o los rayos gamma.

Independientemente de la actividad humana, el plante siempre ha estado sometido a todo tipo de radiaciones, desde aquellas de baja potencia hasta otras más fuertes y dañinas, aunque de estas últimas, la atmósfera se encarga de absorber buena parte.

Si bien la exposición a campos electromagnéticos no es un fenómeno nuevo, a partir del siglo XX la exposición ambiental ha aumentado de forma continua conforme la creciente demanda de electricidad, el constante avance de las tecnologías y los cambios en los hábitos sociales han generado más fuentes artificiales de campos electromagnéticos, explica la Organización Mundial de la Salud (OMS).

“Todos estamos expuestos a una combinación compleja de campos eléctricos y magnéticos débiles, tanto en el hogar como en el trabajo, desde los que producen la generación y transmisión de electricidad, los electrodomésticos y los equipos industriales, a los producidos por las telecomunicaciones y la difusión de radio y televisión”, señala un artículo de dicha organización.

Aunque la OMS concluyó que los resultados de los estudios existentes no confirman que la exposición a campos electromagnéticos de baja intensidad produzca ninguna consecuencia para la salud, los conocimientos sobre los efectos biológicos presentan algunas “lagunas” que requieren más investigaciones.

Mientras que en países como España la norma indica que las viviendas deben estar a 7,82 metros  de las instalaciones eléctricas, como mínimo, y en Alemana la norma se extiende hasta los 100 metros, la reglamentación para México NRF-014-CFE de CFE y la Norma Oficial Mexicana NO-001SEDE-2005 exponen que estas líneas no deberían pasar sobre casas habitación, por lo que la franja ‘libre’ varía entre los 32 y 42 metros.

La casa del señor Clemente, por ejemplo, está a 2 metros de la torre y los cables pasan directamente sobre su vivienda, de modo que si una línea se reventara, esta electrificaría inmediatamente su humilde hogar. La CFE considera que estas casas suelen ser invasiones del derecho de vía, es decir, que se podría afirmar que la respuesta a ¿quienes llegaron primero? es clara: fue la exparaestatal.

Peligro real

Entre los estudios realizados sobre el tema de las antenas o torres que emiten frecuencias electromagnéticas se han relacionado un aumento de síntomas como dolores de cabeza, ansiedad, suicidios y depresiones, nauseas, fatiga y pérdida de la libido, además de presuntos aumentos de incidencia de ciertos tipos de cáncer, como la leucemia.

Aunque se han realizado miles de investigaciones al respecto y la mayoría han apuntado descartar el peligro de estas estructuras, tampoco se ha podido descartar totalmente que no estén relacionadas con el aumento de ciertas enfermedades.

No obstante, en términos reales, sí hay peligros a los que se enfrentan quienes viven debajo o cerca de estas torres, como en la Díaz Ordaz, que van desde la ansiedad que puede generar la idea de algún peligro, hasta accidentes físicos.

La pérdida de tensión de los cables o roturas pueden generar accidentes graves si llegan a caer sobre casas o personas. Cabe señalar que la mayoría de las viviendas de la colonia tienen techo de lámina, un excelente conductor de energía. En Agua Dulce ya se ha dado el caso, en un rancho, de una vaca que murió al caerle un cable de alta tensión cerca del ejido El Granero y La Arena.

La atracción de los rayos es un peligro adicional para estos pobladores, además de la posibilidad de ‘arcos eléctricos’, accidentes que ya se han reportado en el municipio incluso en líneas de media y baja tensión, sobre todo en obreros que utilizan algún tipo de herramienta de metal.

Mientras que “no cabe duda de que la exposición a corto plazo a campos electromagnéticos muy intensos puede ser perjudicial para la salud”, según la OMS, hasta la fecha se desconocen los alcances que pueda tener una  exposición, aunque leve, pero prolongada (de décadas), como la que viven los habitantes de la colonia Díaz Ordaz bajo las líneas de alta tensión.

Una de las soluciones a cualquier tipo de accidente o efecto biológico es la implementación de líneas subterráneas, sin embargo, en la región eso está muy lejos de efectuarse pues se trata de una inversión millonaria, que la Comisión Federal de Electricidad (CFE) no prevé hacer a corto plazo.

Aunque aún faltan estudios que den total certeza de los efectos, los peligros físicos sí son reales y se han documentado ya en Agua Dulce —como la caída de cables—, situación con la que se enfrentan estos pobladores que han aprendido a vivir con las torres y cables, con el “zumm, zumm” en los oídos y la ansiedad profundamente guardada pues, aseguran, en esta ciudad hay más cosas de las que preocuparse que de líneas de miles de voltios sobre sus cabezas.