El terremoto del jueves agrietó a los olvidados

​La familia de don José llegó ya entrada la noche a su casa, habían ido a la iglesia como cada jueves, la costumbre los hizo sentarse en el patio y la plática se alargó un par de horas. 

Las tazas de café ya tenían seco su interior cuando la familia se dispuso a ir a descansar; el aullido de la perra interrumpió el silencio que dominaba la oscuridad de la colonia Los Pinos, una de las zonas con más rezago social en Agua Dulce, Veracruz.

Don José le gritó un par de veces al animal con tal de que dejara de aullar, sin imaginar que con su instinto, la perra anunciaba más de dos minutos de miedo y zozobra.

Fueron cinco “zamarrones” que se sintieron muy fuertes, la casa tronaba y las láminas de asbesto crujían como si se fueran a quebrar, los niños gritaron de miedo y las mujeres soltaron en llanto, la familia de don José, devotos religiosos, imaginaron que era el fin del mundo.

Frente a la explanada del patio se puede observar todo el municipio hidrómilo, don José recuerda que justo en el horizonte logró ver unas luces resplandecientes; “no eran rayos, porque en vez de ir pa’ abajo iban pa’ arriba”; pudo observar en primer plano un fenómeno natural que posteriormente sería calificado por expertos como algo único y raro, propio de terremotos de gran magnitud, los científicos lo califican como producto de la carga electromagnética que generan las rocas al colapsarse durante el terremoto. No obstante, para la familia de José, el suceso se tornó más apocalíptico con esos raros resplandores.

“Toda esta parte de aquí la gente gritaba, se veían esas luces y parecía que no se iba a acabar, estaba todo nublado pero se puso una nube así, de este lado, como partiendo el cielo a la mitad, de esta parte la ‘nubesota’ esa, y de este lado el cielo clarito”, relató el hidrómilo.

De 58 años de edad, don José rememora el único suceso que le erizó la piel y le causó temor tal como pasó el pasado jueves por la noche; “Hace casi 50 años, cuando tenía unos 8 años, un tornado salió del mar, parecía una riata que colgaba del cielo y levantó las palmeras como si fueran hojas, destruyó todo lo que se encontraba, esa vez sí fue algo refeo como lo de ahora”.

José López Ramos vive en la calle Francisco I. Madero de la colonia Los Pinos, trabaja de albañil y junto con sus hijos lleva el sustento para su familia, su casa que aún está en obra negra, sin repello y sin protección en las ventanas, sufrió los estragos del terremoto de 8.2 grados que azotó al sureste mexicano, las paredes de su casa ahora presentan grietas de seria consideración.

Se le pregunta a don José si alguien del gobierno ha pasado a inspeccionar, “No ha pasado nadie, nadie, nadie, acá estamos lejos y olvidados, pero voy a ir a pedir apoyo porque esta casita la hemos ido levantando de a poquito, y ahora mire usted, le tengo que cortar ahí donde se agrietó para ponerle block otra vez y resanarle”.

“Yo lo único que pido al gobierno es que nos apoye con algo de material, yo hago la chamba, soy albañil, lo puedo componer, pero pues la verdad lo que me cae de chamba es pa’ comer, somos siete aquí en la casa y hay muy poco trabajo la verdad”, finalizó.

El terremoto cobró vidas –hasta el 11 de septiembre 96 víctimas-- en Oaxaca y Chiapas, en Veracruz agrietó las casas y también la tranquilidad de muchos que como dice don José, están olvidados…​