El sur de Veracruz: muro de contención de migración para Estados Unidos

​Cientos de extranjeros huyen de su país diariamente por la falta de empleo y la violencia: según datos de la BBC, al 2017, el 27% de los estadounidenses nacidos en el extranjero eran de México y el 17%, de países latinoamericanos. La misión principal de los migrantes centro y sudamericanos es llegar a Estados Unidos, pero actualmente se están quedando en México, ya sea para trabajar o porque son capturados por la Policía.

El estado de Veracruz presenta un índice bajo de intensidad migratoria, según el Consejo Nacional de Población (CONAPO), pero por otra parte tiene un fuerte papel en la cuestión migratoria al ser parte de la ruta de migrantes que ingresan por el sur del país. Constantemente y con aumento en los últimos años se reportan en el sur de Veracruz vehículos abandonados o detenciones masivas con hasta 172 personas de nacionalidades distintas. De hecho, Veracruz ocupa el segundo lugar en detenciones de migrantes y el 80% de estas intervenciones ocurren en la zona sur.

Las personas que salen de su país en busca de una mejor calidad de vida lo hacen pasando la frontera con Chiapas, de modo que el sur de Veracruz es paso obligado. En Las Choapas, Veracruz, el municipio más grande territorialmente de la entidad y que colinda con Tabasco, Chiapas y Oaxaca, los migrantes cruzaban el territorio a través del tren o “La Bestia”. Sin embargo, la delincuencia comenzó a atacarlos para robarles el poco dinero que llevaban para comer durante el viaje.

Como aquel caso documentado por esta casa editorial el 10 de abril de 2014, cuando criminales que viajaban en el tren balearon y asesinaron al maquinista por no detener el vehículo y a un migrante por negarse a pagar la “cuota” (extorsión) para continuar su camino. Otros migrantes resultaron lesionados y por este hecho la Comisión Nacional de Derechos Humanos (CNDH) abrió una investigación.

Luego de que el expresidente de México, Enrique Peña Nieto, endureciera las políticas migratorias y prohibieran que los migrantes viajaran en La Bestia, estos comenzaron a pasar caminando por el sur de Veracruz, pero también se dio pie para que se formara una red de tráfico de personas que cobraban por transportarlos en autobuses, camiones y otros vehículos de carga a través del territorio mexicano.

Sin embargo, aunque es una forma ilegal de cruzar por el país, muchos de los hondureños, guatemaltecos, salvadoreños, entre otros, deciden arriesgarse al cruzar en vehículos, aunque esto signifique que su sueño se vea truncado cuando son detenidos por la Policía o cuando terminan abandonados.

En 2018, en menos de dos semanas, durante febrero, en el municipio sureño de Agua Dulce fueron intervenidos migrantes que viajaban en vehículos de carga. En el primer caso, el camión fue detenido por la Policía municipal e incluso, según declaró el comandante Rosalino Lara, trataron de ofrecerle dinero, pero se procedió a la detención de los traficantes y la entrega de los migrantes al Instituto Nacional de Migración. En el segundo caso, una semana después, cerca de 150 migrantes (incluidos varios niños) casi mueren asfixiados en un camión de carga cuando se descompuso el sistema de ventilación y fueron abandonados en una gasolinera de la carretera Villahermosa–Coatzacoalcos.

También en 2018, en Juan Rodríguez Clara, PRESENCIA documentó una redada de migrantes que llevó a la intervención del caso del padre Alejandro Solalinde, activista y defensor de los derechos de los migrantes. Frente a él, hombres y mujeres contaron que algunos de sus compañeros fueron detenidos salvajemente e incluso les cortaron los dedos con pinzas.

A finales de ese año, también por el sur de Veracruz ingresó un grupo de la Caravana Migrante, aunque en las caravanas subsecuentes los migrantes acabaron desperdigándose en el territorio.

Si bien las detenciones de migrantes en tránsito han sido constantes en el sur de Veracruz desde la última década (una de las referencias más claras es el ataque de migrantes por la Policía Municipal de Agua Dulce en 2008), las políticas de identificación y seguimiento de quienes buscan cruzar el país para llegar a Estados Unidos se ha recrudecido en este 2019, especialmente después de las amenazas de Donald Trump con el incremento de aranceles a México.

El 14 de junio de 2019, Zenaida Escobar, una joven salvadoreña de 19 años que viajaba para reunirse con su padre y hermanas en California, Estados Unidos, fue asesinada por la Policía Federal que acribilló de frente el vehículo donde se transportaba con un grupo de migrantes, entre ellos, otras jóvenes y hasta menores de edad.

En la investigación por este asesinato, la Fiscalía General del Estado (FGE) habría logrado documentar con videos que hubo persecución por parte del INM y la Policía Federal al vehículo donde ella viajaba, sin embargo, por incompetencia la FGE cedió el caso a la Fiscalía General de la República (FGR).

A la fecha, su caso está empantando. Heidi Escobar Cerritos, hermana de la finada, señaló que, a tres meses del asesinato de la joven, ellos no han tenido conocimiento de avances en la investigación ni las autoridades se han comunicado con ella o su padre. “Yo pedí el número de la Fiscalía General de México, pero la señora cónsul ignoró el mensaje, pienso que no lo tiene”, comentó Heidi. 

Apenas el pasado 30 de agosto de 2019, la Policía Estatal realizó el aseguramiento de 171 migrantes en la carrera Las Choapas-Cuichapa, lo que dejó también como saldo ocho detenidos. En ese operativo se aseguraron dos camiones y ocho unidades, los cuales fueron puestos a disposición de la Fiscalía General de la República (FGR).

Posteriormente, el 11 de septiembre, elementos de la Secretaría de Seguridad Pública (SSP) intervinieron a 116 personas de nacionalidad extranjera, además de aprehender a cuatro individuos, entre ellos un menor de edad, por presunto tráfico de migrantes.  

Los hechos ocurrieron en la calle Prolongación Hidalgo de Tres Encinos, municipio de Acayucan, donde la Policía Estatal y elementos de la Secretaría de Marina-Armada de México (SEMAR) ubicaron cuatro vehículos que eran conducidos de manera sospechosa y procedieron a la supervisión. En el interior, hallaron a 84 adultos y 32 menores de edad originarios de El Salvador, Guatemala y Honduras, por lo que detuvieron a Fausto, Armando y Carlos “N”, además de un menor de edad. 

También fueron aseguradas las camionetas Ford Lobo, matrícula RG67147 con placas de Nuevo León; Ford Súper Duty F350, matrícula WT75757 de Tabasco; Ford F350, matrícula HD3684C de Guerrero y Toyota Hiace, matrícula V70AXB del Estado de México, todas sin reporte de robo. 

El pasado 9 de este mismo mes, 161 migrantes hallados en Veracruz fueron intervenidos por elementos de la Policía Federal y del Instituto Nacional de Migración (INM). En un comunicado, las autoridades explicaron que los elementos realizaban tareas de prevención cuando detectaron un grupo de personas que caminaba por la carretera Nuevo Teapa-Cosoleacaque. Los migrantes fueron detenidos y al ser interrogados, 42 dijeron ser originarios de la India, 30 de Bangladesh y uno de Camerún. Las personas declararon que avanzaron a pie desde Tapachula, Chiapas, y que se dirigían hacia la Ciudad de México.

La misma semana 57 centroamericanos fueron asegurados cuando viajaban a bordo de una camioneta de redilas y en una vagoneta por la carretera Las Choapas-Ocozocoautla. De acuerdo al reporte, los elementos auxiliaron a las 17 personas originarias de El Salvador, 23 de Honduras, cuatro de Nicaragua y 13 de Guatemala.

El gobierno de Andrés Manuel López Obrados creó la Guardia Nacional con el objetivo de prevenir y combatir delitos, pero ahora, un total de 21 mil elementos fueron desplegados a la frontera sur de México, para contener el paso de migrantes.

Recientemente, el presidente de Estados Unidos de América, Donald Trump, luego de participar en la Asamblea General de Naciones Unidas reconoció ante la prensa de su país que está usando a México para contener el flujo de migrantes: “Estoy usando a México para proteger nuestra frontera porque los demócratas no cambian los vacíos legales en las políticas de asilo. Quiero agradecer a México, ellos tienen 27 mil soldados. Pero piensen qué mal está eso, que estamos usando a México porque los demócratas no arreglan nuestro sistema de inmigración roto”. Y luego agregó: “Me gustaría agradecer al Presidente López Obrador en México por la gran cooperación que estamos recibiendo y por poner a 27 mil soldados en nuestra frontera sur”.

Lo cierto es que, en la zona sur del país, los migrantes son atacados por la delincuencia y por la misma policía, al ser detenidos en su intento por llegar al norte de México, con la intención de atravesar a Estados Unidos de América.

Viaje frustrado

Es principios de septiembre. En el autobús 1248 de la línea ADO de primera que va de Agua Dulce a la Ciudad de México, a menos de 40 minutos de haber comenzado el viaje y sobre la carretera Villahermosa–Coatzacoalcos, la unidad se detiene para permitir el abordaje de un oficial de Migración. 

Con los ojos escudriña bajo los fluorescentes que tiñen todo de un blanco frío artificial a quienes están sentados. El camión va abarrotado. Apenas en las primeras filas se detiene y pide identificaciones oficiales. Sigue caminando, los ojos bailan de izquierda a derecha hasta posarse sobre un par de personas.

Que si viajan juntos, pregunta primero. Luego, que de dónde vienen. “De Tabasco”, dice un hombre e inmediatamente el oficial le replica: “¿Ah sí? ¿Cuál es la bebida típica de Tabasco?” De repente, el ser o no México se ha convertido en un asunto del color de piel, los rasgos, el cómo vas vestido y, bueno, de hasta un poco de cultura general. 

El extraño montaje de adivinación y Jeopardy del oficial llega hasta mi asiento. A lado va una mujer que carga a una niña de unos tres años que hasta hace unos minutos iba entretenida con una película de Star Wars en la pantalla de enfrente.

“¿De dónde vienen?” Nos pregunta. Respondemos que de Agua Dulce. “¿Viajan juntas?” Insiste y niego con la cabeza. Procede a ignorarme, pero no le quita la mirada a la mujer de a lado. Hasta entonces reparo que apenas viaja con una mochila y no lleva ni suéter, a pesar del frío que llega a hacer en el autobús durante el viaje. 

El agente sigue hasta el fondo del autobús. De repente, se levantan varios hombres jóvenes, recogen su equipaje de mano del compartimiento superior y por el pasillo desfilan, con el de migración a la cabeza, hacia la puerta. Uno de ellos estira la mano hacia la mujer del asiento contiguo y le dice, en voz bajita, que no se preocupe. Ella estira la cabeza hasta perderlo de vista tras abandonar la unidad.

Pero el sujeto del INM regresa. Se planta a la mitad y pregunta por Nancy. La mujer que abraza a su niña responde que es ella. Que lo acompañe, le suelta en imperativo, recoge su mochila y se baja cargando a la menor en brazos. 

El oficial de Migración agradece al chofer. La puerta se cierra. Las luces se apagan. Los viajeros murmuran sobre lo que acaba de pasar y quienes están del lado derecho tratan de ver por la ventana. Las “perreras”, como despectivamente se refiere la gente a las unidades en donde son metidos para trasladarlos a una abarrotada estación migratoria, están estacionadas a orillas de la carretera, flanqueadas por patrullas de la Policía Federal. Que ojalá tantas patrullas y elementos hubieran estado en Coatzacoalcos para evitar la masacre en el bar, en lugar de estar deteniendo migrantes, se oye. Se supone que para comprar el boleto se debe presentar identificación oficial y también para abordar, pero a la empresa de transporte eso no le importa: finalmente se quedan con el dinero aunque no hayan recorrido ni una veintésima parte del camino. El autobús arranca y se aleja cada vez más de la estela azul y roja del retén. Pero ahora va con una docena de asientos vacíos.