Los antojitos de Doña Carmen hicieron historia en Las Choapas

​Doña Carmen López Hernández, como todos los choapenses conocimos a esta gran señora de la cocina, nació un 16 de Julio de 1943, en una ranchería del estado de Tabasco llamada Alvarado y fallece a la edad de 64 años un 16 de junio de 1998.

Desde muy pequeña perdió a sus padres. A la edad de cuatro años, llegó a vivir con Doña Matilde Hernández López, quien era una pariente lejana de su mamá.

Doña Carmen siempre agradeció al hogar que la recibió y al barrio en el que le tocó vivir toda su vida, donde fue reina del carnaval que ahí se hacía año con año, organizados por doña Asteria, Don Leonardo y doña  Cheya. Participaban todos los vecinos, se cerraba la calle Rébsamen y se adornaba, se ponían sillas en ambos lados, se colocaba una tarima y ahí se realizaba la coronación. Cuatro hijos son los que tuvo doña Carmen: Isabel, Bertha Lila, Guadalupe y Arturo.

Desde muy pequeña tuvo que trabajar y a los 18 años de edad entra a trabajar de mesera al restaurant Veracruz, ubicado en el parque Hidalgo. Allí, conoce a Felipe Solórzano con quien procrea dos hijas: Bertha Lila y Guadalupe. Ella, sostiene una buena relación con sus suegros, don Gustavo Solórzano y la Señora Hermila Rosique, quienes la apoyaron durante el terrible dolor de haber perdido a su actual pareja, Felipe, quien  fallece a los 23 años de edad, dejando en la orfandad a sus dos pequeñas hijas, entonces de tres y dos años de edad.

En esos momentos de desesperación por su viudez, deja de trabajar y doña Julia le ofrece traspasarle la cenaduría que por muchos años atendió, pues  se sentía cansada y enferma. No lo pensó dos veces y acepta el compromiso, para lo que tuvo que enviar por un tiempo a sus dos hijas a Tuxpan con sus abuelos paternos.

Fue así  que en 1964 , doña Carmen da inicio a la etapa más fructífera para ella y su familia  al hacerse cargo de la cenaduría más conocida en Las Choapas, ubicada en la calle Emilio Carranza, número seis, esquina Juan Álvarez del barrio de Candela.

Ni doña Julia, ni doña Carmen le pusieron nombre al negocio, todos en Las Choapas decíamos “vamos o fuimos a cenar con doña Carmen”.

El traspaso era únicamente por mobiliario y trastes, la renta era muy aparte. El acuerdo entre ellas fue que le iba a dar un dinero diario, hasta liquidar la deuda . El dueño del inmueble, Leonardo Villamayor, papá del choapense conocido como “ Blanditas”, nunca quiso vendérselo a pesar de los más de 35 años que doña Carmen estuvo como inquilina.

El carácter y disponibilidad para atender a su clientela fue la clave del éxito de esta persona quien tenía tres empleadas y desde las ocho de la mañana empezaban a cocinar para tener todo preparado y dar servicio de cuatro de la tarde hasta las dos de la madrugada.

 Quién no tiene la clara imagen de esta linda señora,  verla con su lento caminar con la bolsa de mandado colgar de su brazo  y cruzar el parque central de nuestra ciudad con rumbo al mercado Hidalgo para comprar el pollo, los camarones secos con las paisanas, el queso fresco con Zamudio, la carne de res con Solís y la carne de cerdo con Toribio en la “Nueva Esperanza”.  Las verduras, las compraba en el mercado sobre ruedas que se ponía en la colonia México y los abarrotes en la vieja tienda de La Mexicanita.

Doña Carmen, al adquirir la cenaduría que doña Julia le había traspasado, tenía un gran peso por la fama que la dueña anterior había adquirido al vender ricos antojitos y cuyo menú se respetó, solo se hicieron algunas modificaciones en la forma de hacer las famosas blanditas. En la nueva administración, a la tortilla normal, se le reducía el tamaño recortándola con un vaso y ese fue el éxito, el nuevo tamaño y los ingredientes tradicionales.

El menú de esa cenaduría eran los tradicionales panuchos, las blanditas, el arroz con camarones, plátanos fritos con queso y crema, milanesas, pollo frito, mondongo , tacos fritos, los huevos cocidos y las patitas en vinagre. Para beber, había café, aguas de horchata y Jamaica, atole y refrescos embotellados.

Trabajaba todos los días de la semana, de lunes a jueves atendían un promedio de 100 a 150 personas, pero los días viernes, sábados y domingos ese lugar era una romería pues era visita obligada de quienes iban de paseo al parque central o salían del cinema -en ese entonces había hasta dos cines en la ciudad- para terminar cenando con doña Carmen . 

Claramente recuerdo cuando en sábado o domingo mis papás nos llevaban de paseo al parque con todos mis hermanos, mi abuelita Carmen, mis primos, tías. Alrededor de las nueve de la noche, nos íbamos a casa de mis abuelitos, Don Cornelio Almeida y Carmen García quienes vivían a una cuadra, en la calle 10 de mayo .

En cuanto llegábamos del parque a casa de mi abuelita, en automático nos íbamos mis hermanos , mis primos pedro y Guillermo González Almeida, Juan Carlos Virgen Almeida, a cenar con doña Carmen, quedaba a una cuadra  y que risa les daba a los clientes que en cuanto entrábamos, le gritaba yo a doña Carmen “ Doña Carmen, me da un kilo de arroz con camarón para cenar por favor”, obvio, a mis nueve años de edad, no tenía idea de lo que era una orden de un kilogramo de arroz con camarón. Ella, riendo , como siempre, me servía una orden de acuerdo a mi infantil edad.

Si de cenaduría se trataba en Las Choapas, en los años de los 70 y 80, el referente era la de doña Carmen a donde acudían a cenar desde políticos como Onésimo Escobar, Nachón, Manuel Izquierdo y la población en general, y no hacían distingos en atender a uno u otro. 

El popular  barrio de Candela , donde vivió Lupe la mala, su hermano Vivirindo, Blanditas, Caeco, Rosalino, los Urdapilleta, el finado caguamo, su hermano Pancho palomas, Paco Ferreiro, los Maliachi, José Luis Maravillas, el Chato Prados, Chimino, Delta Rodríguez, Othón, , Carlos el negro,  Goyo Torruco , el señor Riquelme, El radio técnico Tapia, el paletero Vidal, Cheo y su hermana Alejandrina,  hicieron junto con doña Carmen una de las historias urbanas más lindas de nuestra linda ciudad.

Por la cercanía de la casa Prados con el negocio de doña Carmen, era por defaul que cuando había un baile en ese salón, terminaban cenando con ella. Cuando fue la sonora Santanera a tocar a la casa Prados, y después de interpretar sus éxitos como “la boa, luces de Nueva York, bomboro quiñá quiñá, el mudo” fueron entrando a cenar Carlos Colorado, Silvestre Mercado, Juan Y Pepe Bustos, Andrés Terrones y se fueron muy satisfechos de haber probado los antojitos más deliciosos de toda la región.  

“Nunca dejaré de agradecerle a Dios y a doña Julia haberme dado la oportunidad de tener mi propio negocio, del cual pude darle una vida digna a mis hijos ” solía decir esta señora que era toda bondad. Cada fin de ciclo escolar, a cada niño del barrio candela que hubiese pasado el año, les daba la cena gratis como premio.

Gracias, muchas gracias doña Carmen, hasta donde sea que se encuentre por haber hecho a tanta gente de Las Choapas inmensamente feliz con sus deliciosos antojitos y le hacemos este reconocimiento público por su loable labor.