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Roberto Morales Ayala

Zona Franca

Los otros amorosos

28/11/2011 08:00 a.m.
“Los amorosos son los que abandonan/ son los que cambian, los que olvidan”, dice el verso de Jaime Sabines, el ilustre poeta chiapaneco, en su poema cumbre “Los Amorosos”.

Irónico, puntilloso, Sabines no ahonda con su poema en la esencia del amor, sino en las emociones perversas de aquellos que dicen amar, que presumen amar, pero que en realidad no saben hacerlo, porque perdidos, egocéntricos, se pierden, no saben ni lo que buscan.

Menos poéticos, más terrenales, en ésta política que padecemos, encontramos a otros “amorosos”en el periodista Joaquín López Dóriga y el perredista Andrés Manuel López Obrador.

Uno y otro, el periodista estelar de Televisa y el líder de la izquierda perredista, en un pasaje insólito inauguraron una nueva etapa en su ríspida relación pública, cuando el miércoles 16 de noviembre supuestamente zanjaron mutuas descalificaciones y una historia, breve historia, de hostigamiento.

Esa noche, en El Noticiario, López Dóriga presentaba al penúltimo de los aspirantes presidenciales que desfilan por su pasarela. Esa noche, también, López Obrador, “El Peje”, recordó los cinco años de cerco informativo, el silencio de Televisa hacia su lucha por el poder, el proyecto que impulsa la televisora para llevar a la Presidencia de México al priísta Enrique Peña Nieto; reprochó que Televisa intente, dijo, suplantar el derecho de los mexicanos a elegir libremente a sus gobernantes; pidió, pese al agravio que profería en la casa de Televisa, iniciar una nueva etapa con la empresa televisiva, concederle el beneficio de la duda.

López Dóriga, el “beligerante” que no tolera que sus entrevistados lo cuestionen, ahora fue pródigamente silencioso, pasivo y sumiso. El periodista escuchó y observó como si nada ocurriera, aleccionado para callar, sin expresar algo, como nada se dice cuando el espacio televisivo es pagado.
 
Aguantó el chubasco y pasó a otro tema: la República del amor, eslogan del nuevo discurso de López Obrador, limado, conciliador; un discurso que en nada va con la naturaleza y estilo del Peje y a quien nadie da horas de vida frente a la gravedad de los problemas nacionales y la crítica que se dispensan panistas y priístas en su muy particular proyecto presidencial.

Refería el líder real del PRD que el filósofo José Ortega y Gasset sostenía que si no cambiamos, no nos salvamos; que se debe ser más fraternos.

“Los Amorosos” tituló con ironía a ese inédito capítulo la revista Proceso, en su edición del 20 de noviembre. Aparece en su portada una fotografía del instante en que López Dóriga y López Obrador, “amorosos”, tienden y se estrechan la mano, en un retrato de cinismo público.

Televisa fue, se recuerda, puntal de la campaña negra contra El Peje en 2006, haciendo eco del “Ya cállate, chachalaca”, que el candidato perredista dedicó al entonces Presidente Vicente Fox, instándolo a sacar las manos del proceso electoral.

Sin embargo, faltó a Proceso la profundidad de describir la clase de “amorosos” que son López Dóriga y López Obrador.
“Los amorosos son los insaciables/ los que siempre —¡que bueno!— han de estar solos”, reza el verso de Sabines.

Insaciables son Televisa y López Obrador. Pero mejor solos, y qué bueno, dice el poeta en un retrato de la paranoia que distingue a los “amorosos”, llevados no por la razón sino por sus pasiones y sus delirios.

Televisa fue quien, en 2006, contribuyó al desplome de Andrés Manuel López Obrador. Transmitió el video en que el principal operador del Peje, René Bejarano, recibía un maletín con fajos de billetes del empresario argentino Carlos Ahumada, dinero usado para campañas políticas a cambio de contratos de obra en el Distrito Federal, el bastión del perredismo.

El golpe televisivo provocó a López Obrador un daño irreparable. Perdió 5 puntos en la ventaja que mostraba en las preferencias de intención de voto. Sumados los que vio esfumarse por el “Ya cállate, chachalaca”, que lo mostró intolerante, y a su negativa a asistir al primer debate de candidatos, explican la derrota en la elección presidencial.
El odio entre Televisa y López Obrador es real, más allá del simulado encuentro del miércoles 16.

Solos, y qué bueno, van los “amorosos” por la vida aferrados a sus sueños y ambiciones. Juntos, en cambio, se transforman en un peligro para todos.

“Los amorosos son la hidra del cuento/ Tienen serpientes en lugar de brazos”, refiere otro fragmento del poema de Jaime Sabines.

En la campaña presidencial de 2006, López Obrador calificaba a Televisa como parte de la “mafia en el poder” y a cambio, Televisa cerraba sus espacios al candidato del Partido de la Revolución Democrática e incrementaba su crítica al político tabasqueño.

Invitado a sus noticieros, López Obrador no era entrevistado sino cuestionado, maltratado, exhibido y ridiculizado, desatando una oleada de maldiciones perredistas para el dueño de Televisa, Emilio Azcárraga Jean, y su periodista estrella, Joaquín López Dóriga.

“Los amorosos son locos, sólo locos/ sin Dios y sin diablo”, dice Sabines.

En los días posteriores a la elección de 2006, Andrés Manuel López Obrador ordenó el bloqueo de avenida Reforma y con ello partió en dos a la ciudad de México. Instaló campamentos, generalizó las protestas bajo el argumento de que se había cometido un gran fraude electoral, y desquició la vida de los capitalinos. Perdió así a un sector de sus seguidores, a quienes decepcionó la irresponsabilidad con que se conducía.

Sus locuras no pararon ahí.
Recordemos: contra los consejos de sus asesores, se declaró “Presidente legítimo” de México. Tomó posesión en el zócalo del DF, portando la banda presidencial, de espaldas al palacio nacional y nombró un gabinete de colaboradores, supuestamente con actividades definidas y responsabilidades, como si se tratara de secretarios de estado, todos ellos con generosos salarios.
 
“Se ríen de las gentes que lo saben todo/ de las que aman a perpetuidad, verídicamente/de las que creen en el amor como una lámpara de inagotable aceite”, nos dice Jaime Sabines en “Los Amorosos”.

La relación del Peje con Televisa ha sido hiriente. En las calles tomadas por el perredismo, durante el conflicto poselectoral del año 2006, entre la torre Latinoamericana y el zócalo, sobre Madero, sobre 5 de Mayo, en la ciudad de México, era común observar en los campamentos, mantas con retratos de los comunicadores de Televisa, Ciro Gómez Leyva, Carlos Loret de Mola, Denise Maerker y el propio López Dóriga. A ellos los pintaban de mafiosos; a Denise, de prostituta.

Son mutuas las ofensas. Televisa había descalificado desde el 2006 el proyecto de López Obrador e hincó el diente en las luchas internas de PRD, exaltando sus conflictos, cerrando además el espacio a la réplica, sin conceder un minuto de su tiempo comercial al Peje.

Tal como “Los Amorosos” de Jaime Sabines, estos amorosos sí cambian y sí olvidan. Televisa, ahora abre sus puertas. López Obrador reprocha y exhibe a sus anfitriones. Ambos dicen olvidar, concederse el beneficio de la duda, iniciar una nueva etapa con respeto, para ser ciudadanos de la “República del amor”.

Así habrán de estar mientras la llama dure.
Así son los amantes efímeros, locos, incomprendidos.

Lo dice Sabines:
“Los amorosos se ponen a cantar entre labios/una canción no aprendida/y se van llorando, llorando/la hermosa vida”.

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