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Roberto Morales Ayala

Zona Franca

Licencia para joder

01/12/2011 12:11 p.m.
Si queremos entender por qué el país está de cabeza, debemos empezar por aceptar que los ciudadanos hemos permitido, por omisión o por mala elección, que una clase política rapaz, ambiciosa y sin escrúpulos escale los cargos de elección popular.

Dos casos en nuestro entorno, típicos del sur de Veracruz, forjados por la propaganda y la corrupción, en la manipulación de las masas sociales y en el uso de los recursos públicos para atesorar poder, son Marcelo Montiel Montiel y Renato Tronco Gómez.

Provocadores del voto, tramposos en las urnas, Marcelo y Renato no han llegado a las alcaldías de Coatzacoalcos y Las Choapas por méritos ni por virtudes políticas, menos aún por honestidad, transparencia, compromiso social o deseos de servir.

Estamos en víspera de nuevas elecciones. Deber del periodista aportar opinión para normar criterios.
Alcaldes por partida doble, Marcelo Montiel presidió el cabildo de Coatzacoalcos entre 2001 y 2004 y repitió en el trienio 2008-2010. Renato Tronco fue presidente municipal de Las Choapas de 2005 a 2007 y lo es en la actualidad.
Los persigue la mala fama, desvergüenza política, gravísimas acusaciones, denuncias inconclusas, sospecha de crímenes, desvío de recursos, traición a los partidos políticos que les dan cobijo, enriquecimiento escandaloso, abuso de poder, soberbia y, lo peor, desdén a los grupos sociales que dicen representar.

Quienes no acuden a las urnas, y los que lo hacen a ciegas, permiten el arribo de políticos de la talla de Marcelo Montiel, un endeudador nato de la administración municipal, abusivo de las instituciones y violador de la ley, y de Renato Tronco, un arbitrario alcalde, mañoso y tramposo, manipulador de masas, transgresor del orden político, revanchista y constructor de obras de pésima calidad, sin descontar el direccionamiento del presupuesto hacia su Unión de Ejidos 25 de Abril. Organización campesina que convirtió en jugoso negocio.

Conocer sus pecados políticos habría bastado a los electores para advertir el futuro de Coatzacoalcos y Las Choapas con Marcelo Montiel y Renato Tronco al frente de sus alcaldías. Aún así, con el desprestigio sobre los hombros, impusieron sus proyectos y alentaron sus atropellos, en detrimento de sus pueblos, cancelada toda posiblidad de desarrollo y, en consecuencia, el estancamiento del crecimiento social.
Ambos tuvieron el silencio cómplice de los abstencionistas y el voto irreflexivo de quienes quisieron llevarlos a las presidencias municipales, con los funestos resultados que los han distinguido.
 
Cacicazgos en potencia
La desfachatez del par y la flojera de los gobernados para memorizar el pasado inmediato, los alienta a perpetuarse en el poder, ya sea como alcaldes, como diputados o como Secretarios de Estado. El proyecto es el poder por el poder.
Fino uno, rústico el otro, Marcelo Montiel y Renato Tronco tienen algo en común: la delirante obsesión por ser caciques.
Exquisito, Marcelo Montiel ha conformado una estructura de poder basada en el férreo control de sectores en colonias populares, a través de promotoras y coordinadoras sociales, cuyo financiamiento procede de recursos públicos.

Gracias a ello, logró un segundo período como alcalde de Coatzacoalcos, entre 2008 y 2010, no sólo enfrentando a la oposición sino resistiendo el embate de sus rivales priístas: Iván HillmanChapoy, a quien sucedió en el cargo; a Gonzalo Guízar Valladares, a quien posteriormente orilló a irse del PRI, y a Roberto Chagra Nacif, favorito del ex gobernador Fidel Herrera Beltrán.

Su gobierno municipal representó un retroceso para Coatzacoalcos. Endeudó como nadie más al Ayuntamiento, suscribiendo créditos por 240 millones de pesos, sin realizar obra pública del calidad y sin explicar en qué usó esos recursos.

Hacer fortuna es básico y clave para el fortalecimiento del cacicazgo político. En su primer período como presidente municipal, Marcelo Montiel requirió a Petróleos Mexicanos el pago del impuesto de traslación de dominio por la transformación de las petroquímicas en sociedades anónimas. Debía cobrar 880 millones de pesos, entre suerte principal, recargos, actualizaciones y multas, pero indebidamente condonó gran parte de esos recursos, lo que le provocó una denuncia por delito fiscal, sin que la ley se le aplique.
Pese a su mala fama, su operación política le aporta votos a su causa al priísmo en general. Hace ganar diputados, senadores y la gubernatura al PRI. De ahí que sus pecados le sean encubiertos y se le premie con una secretaría estatal (la de Desarrollo Social) que lo pone en los cuernos de abundancia (No me den, pónganme donde hay, sería su “filosofía”).

Renato Tronco es asunto aparte. Bravío, hace del ejercicio público un espectáculo hípico. Gobierna montado a caballo. Desfila sobre un corcel, rodeado de policías convertidos en guaruras a pie, sudando la gota gorda.

Llegó a la alcaldía bajos siglas del PRI, tras alejarse del Partido Acción Nacional, quien lo hizo presidente municipal, en 2005, y posteriormente diputado local, en 2007.

Su afición por reñir el público, agraviar a sus rivales, lo metió en un lío mayor cuando en 2006 fue asesinado el regidor Alfredo Pérez Juárez, dirigente panista con quien había tenido acres disputas. Involucrado formalmente por la Procuraduría de Veracruz en la autoría intelectual del crimen, fue solapado por el gobierno de Fidel Herrera Beltrán, quien lo convirtió en priísta y en alcalde de Las Choapas por segunda ocasión, generando la irritación del priísmo, al que siempre denostó públicamente.

Renato Tronco es impúdico políticamente. Habla con soberbia y altivez. Increpa a sus críticos, a sus rivales y al pueblo en general.

Presume autos de alto costo, frente a la miseria de sus campesinos. Destina recursos para el área rural, de los que es beneficiaria la Unión de Ejidos 25 de Abril, incluido los recursos en dinero constante y sonante que extraea la malagueña de los trabajadores de confianza en el Ayuntamiento de Las Choapas.

Así es como va constituyendo un cacicazgo rural, cifrado en el uso del poder, en el control de los recursos públicos y la complicidad del gobierno estatal.

Su última locura es intentar ser candidato a la diputación federal por el distrito de Minatitlán, donde se reúne con grupos priístas a quienes divierte con sus ocurrencias políticas.

Son, Marcelo y Renato, caciques en ciernes. No buscan el poder para servir. Quieren licencia para joder.
 
([email protected]) (Twitter: @moralesrobert)

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