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Roberto Morales Ayala

Zona Franca

El síndrome de Estocolmo:“Róbame, pero no me dejes”

07/12/2011 10:24 a.m.
Terminar concediéndole amor al verdugo, es lo que los psicólogos denominan el Síndrome de Estocolmo.Ocurre a menudo entre el secuestrado y su plagiario. Agradecido de no morir, la víctima llega a estimar la “bondad” del delincuente. Lo aprecia y lo defiende.
 
En la patología social, los ciudadanos observan conductas similares. Conocen a sus personajes públicos; les saben sus mañas; recuerdan sus transas, y aún así, les conceden el beneficio de la duda.Son como la malquerida: “Pégame pero no me dejes”.Sobran casos para ilustrar ese afán masoquista de las sociedades modernas.
 
Fidel Herrera Beltrán, Javier Duarte de Ochoa, Marcelo Montiel Montiel, Guadalupe Porras David, Renato Tronco Gómez y Cirilo Vázquez Parissi.Repetidores en cargos públicos, solapados por la sociedad ya sea por su voto o por cerrar los ojos ante el fraude electoral, son un claro ejemplo de corrupción tolerada.
 
Fidel Herrera llegó a Veracruz precedido de una pésima fama, ganada a pulso en su paso por cargos públicos que constituyeron su plataforma para acceder a la gubernatura y lo que en poder y dinero representaba.Cuatro veces diputado, senador de la República, líder de las juventudes priístas y más tarde presidente del PRI en Veracruz, Fidel Herrera acumuló el estigma de usar los cargos para beneficio personal y no para servirle a la gente.
 
A Nopaltepec, municipio de Cosamalopan, de dónde Herrera es oriundo, muy poco le sirvió que su hijo predilecto escalara a diputaciones, senaduría y gobernador,Pese a su fama de depredador político, de político populista, de priísta voraz, al que ningún presupuesto colmaba sus ambiciones, Fidel Herrera logró ganar la gubernatura, obviamente mediante un fraude electoral, aunque por una mínima diferencia de votos.
 
Tuvo el respaldo un sector de la sociedad veracruzana, cómplices indirectos a la postre, que le aportaron una cuota de votos suficiente para pasar la aduana de la elección, cuestionada por el Partido Acción Nacional, que alegó robo electoral.
 
No pasaron muchos meses para que los veracruzanos confirmaran lo que ya se les había advertido. Fidel usaba los presupuestos para sus locuras políticas, desarrollaba el populismo para fortalecer el culto a la personalidad y puebleaba por toda la geografía veracruzana, estrechando manos, prodigando abrazos, recogiendo el calor de miles de incautos que suponían que algo daría a cambio.Cuando se fue Fidel Herrera no quedó nada. Dejó a Veracruz con la peor deuda de su historia.
 
Saqueó las instituciones. Creó fideicomisos que duplicaban el presupuesto, pero la mitad de los recursos se esfumó.Y aún así, hay cientos de miles de veracruzanos que repiten con complacencia: robo pero algo dejó. Otro significativo es el de Marcelo Montiel Montiel.
 
Cuando fue alcalde de Coatzacoalcos por primera vez, de 2001 a 2004, desarrolló una estrategia mediática para fortalecer su imagen personal. Su obra se cifró en la inversión de migajas y el desvío de millones en obras que fueron infladas para producir un alto margen de utilidad a su mafia de contratistas.A la par que realizaba su obra pública, con gran rentabilidad económica, Marcelo Montiel aplicaba medidas lesivas para el municipio de Coatzacoalcos.
 
Condonaba multas y recargos derivados de impuestos, contraía deuda y arrancaba proyectos faraónicos que no vería terminados pero que se convirtieron en un lastre para el municipio, el mayor de ellos el túnel sumergido bajo el río Coatzacoalcos.Hijo pródigo de Naranjos, en el centro de Veracruz, pasó de ser un joven político de medio pelo, que por años anduvo con una mano adelante y otra atrás, a un magnate de altos vuelos.
 
De aquel pequeño rancho familiar, Marcelo Montiel hizo una propiedad extendida “hasta donde la vista te alcance”, productora de ganado y productos agrícolas.Afectado por el huracán Karl, prácticamente devastado, el rancho de Marcelo Montiel no tardaría en ser rehabilitado al precio que fuera que para eso su propietario tenía de sobra.Como en el caso de Fidel Herrera, quienes lo vieron gobernar no cesan de repetir que sí robó, pero algo dejó.
 
Guadalupe Porras David manejó el Ayuntamiento de Minatitlán con descaro.
 
Gran cantidad de recursos los empleó en la difusión de su imagen, mediante pagos millonarios en prensa, radio y televisión, que resultaron una inversión perdida al revelarse el gran boquete financiero dejado por la alcaldesa.Pésima en el manejo de los recursos públicos, se le descubrieron obras de mala calidad, obras no ejecutadas, millonarios pagos a empresas de dudosa solvencia, un sinnúmero de “aviadores”, personal que cobraba sin trabajar, inscritos en la nómina para llevarse una parte del salario y entregar la otra a la presidenta municipal y a su familia.Su gestión arrojó cifras mareadoras.
 
En el ejercicio presupuestal 2009 el Organo de Fiscalización Superior de Veracruz le halló inconsistencias por más de 38 millones de pesos y presumió daño patrimonial. Pero en realidad, aún con la benevolencia del ORFIS, la señora Porras David ejerció recursos de manera irregular por más de 70 millones.De Guadalupe Porras se sabía de lo que sería capaz. Siendo diputada local, entre 2004 y 2007, nada hizo por Minatitlán.
 
Usó el cargo para lograr una candidatura a la presidencia municipal y una vez ahí confirmó lo que todo mundo sospechaba: se enriqueció al amparo del cargo.Aún conociéndola, un buen número de minatitlecos le dieron el voto. Renato Tronco es, quizá, el ejemplo más burdo del masoquismo popular.Alcalde en 2005, al amparo del Partido Acción Nacional, convirtió la alcaldía de Las Choapas en fuente de riqueza y encono político.
 
Los recursos del municipio, las acciones de gobierno, se enfocaron a fortalecer sus negocios personales. Uno de ellos es la Unión de Ejidos 25 de Abril, cuya esencia se perdió para luego convertirse en un negocio desde el que se realizan obras públicas, que invariablemente son capitalizados por los suyos, su ejército de incondicionalesDiputado panista, en 2007, Renato mostró su condición traidora en los primeros meses como legislador.
 
Acusado de la autoría intelectual del crimen del regidor Alfredo Pérez Juárez, tuvo en el PAN su gran defensor hasta evitar el desafuero, su encausamiento judicial y la cárcel.Aún así, le dio la espalda al PAN. Pasó a las filas del PRI y cosechó lo que nunca imaginó del gobierno fidelista.Arbitrario y ventajoso, cuando compitió de nuevo por la alcaldía de Las Choapas pudo constatar la escasa memoria de la sociedad o el masoquismo que le aqueja.Renato es el personaje que rompe con la imparcialidad y el trato justo.
 
Gobierna para un sector, un grupo selecto, y atropella a sus rivales.Conociendo de qué es capaz, tuvo de su lado los votos de la ignorancia y los de la complicidad. Un caso más es Cirilo Vázquez Parissi. Diputado por Cosoleacaque, en 2007, pasó inadvertida su estadía en el Congreso de Veracruz. Se hizo notar, si acaso, por la toma de carreteras para ejercer presión y obligar a las instituciones a concluir obras carreteras y puentes.
 
Sin nada que políticamente lo respaldara, suscitado el clamor por acabar con el cacicazgo de la familia Merlín en Cosoleacaque, pudo lograr los votos que lo llevaron a la alcaldía.Ningún otro mérito le habría servido para ser alcalde, simplemente porque ningún mérito tiene.
 
En la patología social así funciona políticamente el Síndrome de Estocolmo. Pese a conocer a sus personajes públicos, saberle sus mañas, conocer su enriquecimiento, se les otorga un voto que, en justicia, no merecen.

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