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Roberto Morales Ayala

Zona Franca

Los apestados políticos en el reino de las letras

09/12/2011 08:46 a.m.

En Enrique Peña Nieto se resume un episodio de ignorancia libresca, pero no fue el único ingrediente que detonó el conflicto cultos-políticos en la Feria Internacional del Libro, en Guadalajara.

Es ancestral la rivalidad entre la intelectualidad y los políticos, entre los amantes de las letras y los pragmáticos de la vida pública.

Los políticos son depredadores de la riqueza nacional. Los cultos son la conciencia crítica de México. Son como agua y aceite. Rivalizan y riñen. Unos, los políticos, detentan el poder; otros, los intelectuales, viven y se desarrollan el reino de las ideas.

En Guadalajara, teniendo como escenario la Feria Internacional del Libro, se reeditó la vieja disputa. Develó el rechazo de la intelectualidad a la clase política y evidenció a un Enrique Peña Nieto que quiso ser el alma de la fiesta, el protagonista singular, la figura central, que lo fue, pero por el papelazo de no tener en la mente cuando menos tres libros, confundió autores y se enredó en un juego de palabras en una ausencia total de ideas.

La FIL no es cualquier evento. Cuenta ya sus bodas de plata, 25 años promoviendo la producción editorial, acuñado un prestigio único, nacional e internacional. Es la feria número uno en su género, en español, promotora de encuentros e intercambios culturales.

Decir que es la gran convención de la cultura literaria de Iberoamérica, es llamarle por su nombre, incluido su prestigio y el prestigio de cientos de autores de fama mundial, industriales y lectores ávidos de saber y conocer lo nuevo en el deslumbrante escenario de los libros.

Año con año, la FIL recibe oleadas de fanáticos de la literatura. La edición 2011, publicitada como nunca, marcó récord sin precedente: 659 mil asistentes en nueve días; acudieron 17 mil 790 profesionales del libro, pertenecientes a 43 países, y tuvieron presencia mil 928 editoriales.

No es, como se ve, una feria literaria cualquiera. Es la gran pasarela de las letras, engalanada esta edición por la Premio Nobel de literarura 2009, la alemana-rumana Herta Müller, y el Nobel 2010, el peruano-español Mario Vargas Llosa.

En su ámbito, paraíso de las letras, tuvo lugar también el VII Encuentro Internacional de Periodismo “Periodismo en una Guerra sin Fronteras”, y en él, el homenaje al recientemente fallecido Miguel Angel Granados Chapa, autor por años de Plaza Pública, conciencia de la vida nacional.
Se suponía que todo iba bien y que marcharía mejor. No fue así.

Esa tarde-noche del viernes 2, hará hoy una semana, al iniciar el homenaje, cuyo salón asignado tuvo que abrirse a una sección más por la numerosa asistencia, pudo palparse un grado de animadversión al presidente de la FIL, Raúl Padilla López, abucheado tan pronto se le presentó, ante la sorpresa de muchos y el desconcierto de otros, la irónica expresión facial de unos más.

El repudio generalizado por la utilización de espacios para el gremio de los políticos, filibusteros oportunistas que invadían el territorio de la letras. Josefina Vázquez Mota, aspirante a la candidatura del Partido Acción Nacional, llegó el 30 de noviembre y presentó su libro “Nuestra oportunidad, un México para todos”; poco después haría lo propio su rival panista Santiago Creel, con su obra “La Reforma Humanista, Derechos Humanos y Cambio Constitucional en México”, que nadie les creyó que la sea de su autoría.

Pasó por ahí también, el jefe de gobierno del Distrito Federal, Marcelo Ebrard Cassaubón, no con un libro sino con la conferencia “Cambio de régimen de gobierno: ¿coalición?”, en el Encuentro Internacional de Ciencias Sociales.

Irritaba a los cultos el avasallaje político. Fernando Vallejo, escritor colombiano, avecindado en México, a quien se le otorgó la presea Premio de Literatura en Lenguas Romances, que anualmente otorga la FIL, pronunció un discurso lacerante contra los políticos. Dijo que las mafias del narcotráfico crecen por la complicidad de las policías. Tildó al ex presidente Vicente Fox de “burro” y al actual mandatario mexicano, Felipe Calderón Hinojosa, de “indigno del cargo que ostenta”.

Fue la FIL de Guadalajara un compendio de cultura libresca; encuentro de ideas y mentes brillantísimas; expresión de historias periodísticas al filo de la muerte, y el penoso paso de los políticos por el laberinto de la literatura.

Nada, sin embargo, se le compara con las penurias del priísta Enrique Peña Nieto, atrapado en su amnésico momento cuando no pudo citar tres libros que hubieran ayudado a su formación. Invocó La Biblia y por fortuna no se le ocurrió atribuirle a alguien la autoría; confundió a Carlos Fuentes con Enrique Krauze cuando se refirió a “La Silla Presidencial”, y mencionó “La Hija Pródiga” sin decir que es de Jeffrey Archer.

Buscaba con la mirada, el gesto de angustia, una voz entre sus ayudantes que le ayudara a recordar el nombre de los caudillos — “Siglo de Caudillos”—, también del historiador Enrique Krauze.

Aquello fue el acabose. Peña Nieto, el hombre que aspira a gobernar México, con la mejor intención de voto, con un pie en Los Pinos, vacío, sin qué decir a una pregunta sencilla, sin doble intención, pregunta obligada para una respuesta de kinder.

Era irreverente la presencia de los políticos en la FIL de Guadalajara. Agraviaba, aún antes del sainete de Peña Nieto, la concentración de imagen y el uso de la feria hasta convertirla en una pasarela de apestados de las letras para quienes los cultos prodigan una manifiesta animadversión.

Haber entregado espacios y luminarias a los aspirantes presidenciales fue una afrenta a los amantes de la literatura. Un abucheo, en el homenaje a Granados Chapa, se lo hizo saber al presidente de la FIL, Raúl Padilla López.

Encuentro de cultos, clase exquisita, selecta, que no admite réplica a su encumbrada posición intelectual, no podía ser vulnerada así y quedar sin respuesta.

Invadir su espacio es osadía. La FIL es territorio literario, no pasarela de políticos, de apestados en el mundo de las letras.

([email protected]) (twitter: @moralesrobert)


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