Para ganar el sondeo ciudadano que habrá definir al candidato del PRD a diputado federal, excluyen al rival más fuerte.

 
El grupo de poder fáctico que opera dentro del PRD en Coatzacoalcos, ya encontró la formula para ganar la encuesta de popularidad que habrá de definir a su candidato: Eliminar al rival más fuerte.

Armando Rotter Maldonado, el ex alcalde perredista que busca la candidatura a la diputación federal, es marginado, ignorado y denigrado periodísticamente para impedir que participe en la encuesta que habrá de realizarse.

Elección tras elección, definir candidatos ha sido una guerra abierta entre la militancia y sus dirigentes, unos por proponer a sus mejores prospectos y otros por imponer a sus peores ejemplares.

Así caminan rumbo a la elección federal de julio próximo.
Coatzacoalcos, uno de sus bastiones nacionales, no es la excepción. Decidirá el PRD a su candidato a diputado federal con un método menos lesivo, menos desgastante, que las elecciones internas o los procesos abiertos a la ciudadanía, que a menudo derivan en acusaciones de fraude. Lo harán por medio de encuestas, que revelen quién es quién ante el electorado, su nivel de competitividad y, sobre todo, la garantía de una copiosa votación.

Teóricamente es el método ideal. Permite percibir el sentir de la ciudadanía y su inclinación hacia los aspirantes perredistas. En la práctica, sin embargo, los grupos de poder, las tribus, siempre en pie de guerra, han encontrado la manera de manipular las encuestas de popularidad. Para ello, excluyen y marginan, descalifican y agreden, arrebatan y reclaman.

No existen estrellas en el PRD de Coatzacoalcos, y cuando las hay, las aniquilan.

El caso más a la mano es el de Armando Rotter Maldonado, a quien el PRD llevó a la presidencia municipal de Coatzacoalcos en 1998. Polémico, controvertido, en su gestión, Rotter realizó una obra pública de amplio contenido social, no desprovista de acusaciones de corrupción, que nunca le fue probada, y una constante confrontación con diversos grupos perredistas.

Se le cataloga como uno de los mejores alcaldes de Coatzacoalcos, junto a Marcelo Montiel, dos veces en la presidencia municipal y ahora secretario de Desarrollo Social en el gobierno de Veracruz.

Bien que mal, querido por unos y odiado por otros, amado por sus fans y repudiado por sus detractores, Armando Rotter mantuvo un alto posicionamiento entre el electorado, al grado que en 2003, con las puertas cerradas en el PRD, producto de las iras de las tribus, contendió por la diputación federal de Coatzacoalcos bajo las siglas del Partido Acción Nacional.

 

Logró, como era previsible, una cuantiosa cantidad de votos, que el PRD despreció pero que no le alcanzaron para enfrentar al PRI, a su candidato, Gonzalo Guízar Valladares --inelegible por carecer de credencial de elector, y por ello ilegal su diputación--, y sus prácticas fraudulentas.

Como resultado de esa incursión política, ligado al panismo que luego lo abandonó, Rotter Maldonado fue expulsado del PRD aunque nunca se le notificó oficialmente su salida. De ahí que en sucesivos procesos electorales haya insistido en ser candidato perredista.

Rotter es un activo político, ya sea por el PRD o por el PAN. Se le recuerda por su obra pública, por su fomento al deporte, por la proyección a Coatzacoalcos entre municipios de oposición y por su posición estratégica en el Istmo de Tehuantepec, y por la estrategia política para desmantelar el control político priísta, mediante la sustitución de jefes de manzana y promotoras sociales.

Que Rotter se haya postulado de nuevo, incomoda a las tribus más radicales y entre quienes comulgan y son cómplices amarillos del PRI. Inquieta a santones del perredismo que están al servicio del PRI, como los dueños de Diario del Istmo, Pablo Robles y Roselia Barajas, convertidos hoy en día en uno de los poderes fácticos del sur de Veracruz e impulsores de la candidatura de su incondicional, Rocío Nahle García, a quien usan como moneda de cambio para forzar la postulación de Roselia Barajas al Senado de la República.

Excluir a Rotter de la candidatura a diputado, marginarlo de las encuestas, es signo inequívoco de que el PRD carece de espíritu democrático. Trasluce el temor de las tribus a enfrentar un proceso transparente y, sobre todo, a una figura que en cuestión de imagen y prestigio es infinitamente superior en popularidad a Rocío Nahle y a cualquier otro contendiente, llámese Jesús Hernandez Tea o Roberto Ramos Alor.

Enfrenta el PRD el dilema de designar a su candidato con el sello de la exclusión. De nada sirven las encuestas si la pomposamente alianza Izquierda Unida, las huestes de Andrés Manuel López Obrador, definirá la candidatura. AMLO es sobradamente cómplice del grupo Robles-Barajas y en esa tónica es evidente y previsible que habrá de cargar los dados a favor de los perredistas-priístas.

En Veracruz, por si algo faltara, la candidatura a diputado federal por la alianza de izquierda, será determinada, más allá de las encuestas, por la mano tramposa de Dante Delgado Rannauro, el dueño del partido Movimiento Ciudadano, antes Convergencia por la Democracia.

Ese síntoma de exclusión presume la elección de un candidato frágil, el juego del rival más débil, para allanarle al PRI el camino a la victoria y el rescate de la diputación federal por Coatzacoalcos.

Es grave lo que ocurre en el PRD. Las candidaturas están manoseadas, las encuestas donde no están todos los que son ni son todos los que están, salen sobrando y, peor aún, se ofertan como venta de garage.

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