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Arturo Reyes Isidoro

Prosa Aprisa

Los retos, para el dirigente que llega

20/01/2012 08:16 a.m.
Erick Lagos o cualquier otra persona que asuma la dirigencia estatal del PRI el próximo domingo contraerá una gran responsabilidad también pues no es cualquier cosa asegurar el triunfo de sus candidatos ni lograr el millón 800 mil votos comprometidos con el candidato presidencial Enrique Peña Nieto.

Con bastante interés he estado observando que en cuestión de manejo de imagen en los medios, el panismo, el más serio opositor de los tricolores, ya aprendió cómo debe promoverse, pero también y sobre todo, ya aprendió que para ello se requiere dinero e invertirlo en el pago para asegurar presencia, además de diaria también destacada, en portales, periódicos, noticiarios de radio y televisión.

Es decir, el PRI ya no está solo e incluso me atrevo a pensar que rápidamente se le está yendo o ya se le fue el control absoluto que por décadas mantuvo sobre los medios informativos cuando prácticamente ordenaba que no se abrieran los espacios a la oposición y únicamente tenían cabida los candidatos oficiales, es decir, los priistas.

Hoy hasta me sorprende que hay días en que el panismo no solo tiene igual cantidad de espacios en los medios que el priismo, sino incluso más, y ello obedece a una sencilla razón:  está haciendo contratos o convenios publicitarios y está pagando, está cumpliendo, tiene contentos a los propietarios, a los directivos, a los editores, quienes, según tengo referencias de varios de ellos de diferentes puntos del Estado, han ordenado a los encargados de sus redacciones que publiquen o “suban” todo lo que les envíen e incluso hasta que lo destaquen.

Por el contrario, algo que no entiendo, sobre todo por la rentabilidad electoral que tiene estar bien con los medios, el PRI estatal desde hace varios años, desde hace varias dirigencias, ha contratado espacios, pero no ha cumplido con el pago, y cada dirigencia que llega desconoce el adeudo de su antecesora, y así. Con la que se acaba de ir, la de Héctor Yunes Landa, hasta conocidos caricaturistas echan maldiciones porque cumplieron trabajos que les encargaron pero nunca les pagaron. El PRI estatal, pues, arrastra el descrédito, el descontento.

Ahora mismo me sorprende y sorprende a los afectados que a varias empresas periodísticas (eso sí no sé si a todas) les han empezado a recortar la publicidad oficial, lo que los tiene molestos, y en respuesta han ordenado que con más provecho destaquen la información de los albiazules pues ellos están constituyendo una buena fuente de ingresos, y tienen el ofrecimiento de que habrá más y mejor.
 
Los editores dicen que ahora es cuándo más contentos los debieran tener los priistas o el gobierno priista y no se explican por qué la medida, si obedece a una estrategia, pero no la entienden.

Dentro de todo, cabe destacar el hecho de que el Gobierno de Javier Duarte de Ochoa haya cambiado, a mi juicio para bien, la vieja práctica de querer controlar a los medios, o a casi todos, y permita el juego libre, abierto, necesario para alentar la participación ciudadana y con ello fortalecer la vida democrática del estado e incluso a las propias instituciones oficiales. Es preferible y habla bien de la actual administración porque también, aunque quisiera, ahora con las redes sociales ya no es posible ocultar nada.

Y ahí entra el reto de quien será el nuevo dirigente partidista tricolor: tiene que poseer la suficiente imaginación para saber cómo compensar esa pérdida del control de los medios, esa apertura, y una de las vías, creo que la principal e inmediata, será cuidar que sean postulados como candidatos sus mejores elementos, que se desechen los compromisos con hombres y mujeres de mala fama, de malos antecedentes por los que el electorado seguramente no va a ir a votar y, claro está, que hagan buenas campañas.

Ayer me sorprendió saber, leyendo la columna del columnista compañero Marco Antonio Aguirre Rodríguez (“Místicos y terrenales”), que debido a los tropezones que tuvo el año pasado Enrique Peña Nieto, perdió en el estado 10 puntos porcentuales, cifra alta en comparación con la media nacional dada a conocer por Consulta Mitofsky que fue de solo 4 puntos.
Escribió Marco: “Según algunas encuestas (diremos mejor que algunas apreciaciones, porque las encuestas al ser internas ni siquiera se pueden citar por quien las ordenó o las hizo), aquí, su caída fue de hasta 10 por ciento por los recientes deslices de no acordarse de sus libros favoritos, hablar en inglés con una pésima pronunciación, su dicho de «no soy la señora de la casa» y la intervención de su hija llamando nacos (“prole” fue la palabra exacta) a los que están en contra de su padre”.

Apunta el colega: “Enrique Peña Nieto, según mediciones internas de su partido y del gobierno del estado, tenía hasta finales de noviembre del año pasado, una aceptación cercana al 30 por ciento del total de los electores (la cual es muy buena, de todos modos), pero va en segundo lugar después del casi 40 por ciento que dice estar sin definir su voto o que de plano se pronuncia porque no participará en los comicios de este año”.

Concluye entonces que existe un margen de votantes amplísimo que todavía puede provocar un cambio en las tendencias que se presentan ahora; “y ese es precisamente el tramo al que le apuestan”.

Pero cita algo más, que debe tener encendidos ya los focos rojos allá adentro: “… las mismas apreciaciones… refieren que los votantes apuntan que no estarían dispuestos a apoyar a los candidatos que sean respaldados por el Gobernador Javier Duarte de Ochoa”.

Hasta donde lo conozco, Marco Antonio es un periodista serio, responsable y tiene buenas fuentes y no dudo que sabe, conoce, acaso hasta tiene copia de los documentos que contienen la información que cita.

Lograr la aceptación de los candidatos oficiales, lograr que obtengan triunfos amplios e indiscutidos, inclinar ese alto porcentaje de indecisos a favor de Peña Nieto, que arrastraría a los demás candidatos de su partido hacia la victoria, revertir la mala imagen de mal pagador que tiene el PRI estatal, neutralizar por lo menos los efectos entre el electorado de la presencia de la oposición en los medios, convencer al electorado que este PRI de veras es otro y mejor, responder con resultados a su jefe político el Gobernador del Estado, a su partido, a su militancia y a él mismo, no es poca cosa. Esos y muchos más son los retos que le esperan al nuevo dirigente estatal. Solo el tiempo dirá si fue acertado su nombramiento.
 
 

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