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Roberto Morales Ayala

Zona Franca

Yunes Landa, doble cara

23/01/2012 08:22 a.m.
Acorralado, Héctor Yunes Landa, buscó a los periodistas para desahogarse, lanzaba pestes contra Fidel Herrera y Javier Duarte.
 
A Héctor Yunes Landa lo ví y escuché en una mesa para cuatro, quejarse de que en el PRI de Fidel Herrera se le discriminaba para favorecer a quien hoy es gobernador, Javier Duarte de Ochoa.
 
Displicente, no se regateaba ni un adjetivo que describiera el atropello a los priístas; las trampas del proceso interno del PRI; la vuelta al dedazo; la imposición del candidato; la inexperiencia del delfín del fidelismo; la campaña de ataques de la prensa al servicio del proyecto fiel, y decenas y decenas de marrullerías para cerrarle el paso a la democracia tricolor.

Él había buscado la conversación con los periodistas que ahí nos encontrabamos, en un restaurante de Coatzacoalcos.
 
Picaba piedra aquí y allá, fortaleciendo a sus bases, pero sobre todo, lanzando canicas al acorazado de la fidelidad.
Dolido, Héctor Yunes se decía victima de los ataques de la prensa mercenaria, ignorado, echado a un lado como un apestoso. “Los medios están cerrados. No difunden lo que uno dice y quienes nos mencionan, es para golpearnos. Ya sabes quién les mueve la mano”, explicaba.

Acusaba a Fidel de sus desgracias, de no permitirle una participación abierta para la candidatura a Gobernador, de usar los estatutos del PRI a su gusto y placer.

De Javier Duarte de Ochoa, burlón decía pestes; lo menos era su falta de oficio; que ni los priístas lo conocieran; que no tuviera con qué enfrentar a la oposición, concretamente a Miguel AngelYunes Linares, entonces virtual candidato del Partido Acción Nacional. Duarte era, para los priístas, un sinónimo de nuevo avecindado, un ilustre desconocido.

“No es que yo tenga algo contra él, pero el pobre no tiene con qué ser candidato y sería un error imponerlo. Fidel va a agraviar a muchos priístas”, insistía con la mirada clavada en sus interlocutores; la cabeza que movía de un lado a otro, fijándose por instantes en cada uno de los periodistas, pretendiendo convencer.

Fidel era el ogro y Duarte su pelele. Así. Con todas sus letras: un pelele.

No pasarían muchos días para ver a Héctor Yunes en su expresión más cínica, atropellado por la maquinaria priísta, convertido en comparsa de un proceso interno plagado de vicios, al más puro estilo del PRI. Se prestó a la farsa y pagó con el rechazo de muchos el precio de su ambición y su falta de tablas para concretar un proyecto, su proyecto, que estaba condenado al fracaso.

A partir de ahí, viendo a Javier Duarte como candidato, pasaron por la mente de Héctor Yunes cien ideas y mil reproches. Tuvo que decidir en abrirse del PRI y llevarse a sus seguidores, lo que habría significado la derrota priísta en la elección, o sumarse a la imposición, aunque fuera como el nuevo pelele de Fidel. Optó, como se vio después, por seguir en la nómina y en el grupo de los privilegiados, sin dignidad pero privilegiados.

Adicto al poder, inclinó la cerviz y pidió perdón al ogro, en espera de una nueva oportunidad.

A Duarte no le veía agallas para ser Gobernador. ¡Vaya, ni siquiera para ganar la contienda! Pero hoy sabe que depende de su venia para obtener la candidatura a senador. Por eso es sumiso con quien en su momento fue el destinatario del veneno de sus dardos.

Atropella sus propias palabras, y no depara en elogios para quien en el pasado inmediato consideraba menos que un pelele. Duarte dejó de ser, de pronto, el instrumento de Fidel Herrera, el cargamaletas, el empleado a quien encargó el área de finanzas del gobierno de Veracruz, donde firmaba todo pero no mandaba ni decidía. Duarte se transformó, en palabras de Héctor Yunes, en un hijo predilecto del priísmo, visionario, afamado personaje, cual Cid Campeador, cuyo nombre basta para derrotar a su adversarios. Ni Reyes Heroles ni Gutiérrez Barrios, como Javier Duarte.

Al registrarse como precandidato al Senado, Héctor Yunes difundió que su principal objetivo para ser senador era convertirse en alfombra del Gobernador, palabras más, palabras menos, en el comunicado oficial que difundió, manifiesta:
“Son muchas las razones por la cual aspiro ser Senador de la República, y una de ellas es para apoyar al gobernador de Veracruz, doctor Javier Duarte de Ochoa en su empeño por hacer de Veracruz una entidad más próspera, más segura e igualitaria”, dijo con sorprendente cinismo.

Literalmente servil, Héctor Yunes no mide el impacto de lo que dice. Se evidencia en su exacta y real dimensión; muestra su doble cara y múltiple lenguaje.

Quiere ser senador con el arma de la mentira. Quizá crea que así se conquista al electorado. O quizá desconozca qué tan sensible es el votante, el que lo que vio echado pa’lante y luego doblegado por Duarte.

Doble cara o mil máscaras. Lo que Héctor Yunes quiera ser.

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