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Pablo Jair Ortega

Columna Sin Nombre

La gran familia de Calderón

07/02/2012 11:12 a.m.
Nunca había visto a Mr. Bean haciendo puchero. Tan enojado como cuando le retrasaron su cita con el médico, o cuando se interpuso entre su novia un vato que bailaba mejor que él.
 
Ayer perdió la candidatura panista a la Presidencia de la Mexinacada, la cual se la arrebató una mujer, la hija desobediente del presidente Calderón, quien contra todo el aparato gubernamental salió avante.
 
No sólo fue la joya de los 6 mil pesos lo que había marcado al precandidato de Calderón como su cruz por andar desconectado de la economía familiar. Su desconecte le pesó más como una burla de los mexicanos, que no se cansaron de chotearlo con la de “Mira, Cordero, ahí te dejo 6 mil pesos”, con el perdón de Chava Flores.
 
Creemos tampoco que haya sido la guerra sucia, mugrosa, que encabezó. Que atacara a Chepina con todo el odio jarocho (ya saben por quien) como si fuera lopezobradorista y hasta hija pródiga de Tabasco. Al final de cuentas, era como ver a un lindo corderito pegando de topes contra la nada.
 
Creo que el verdadero problema fue el haberse aventado la puntada de decir que continuaría la estrategia de Calderón en términos de guerra contra el narco y defender la estrategia como si fuese la absoluta neta del planeta.
 
Josefina incluso, a regañadientes, este domingo en su discurso triunfal, comentó que continuaría la dinámica del presidente Calderón, a manera de reconciliarse con los fieles al michoacano que creen firmemente en el método de San Fusil de Asalto para combatir la influencia de San Jesús Malverde.
 
Algo no aprendieron los panistas desde principios de sexenio: la cuestión no son balazos y moquetes, sino el reforzamiento de las instituciones que procuran justicia. ¿De qué sirve tanto operativo espectacular? ¿Para que sirven los armamentos de peso como la Barrett? ¿Las tanquetas que apantallan a medio mundo cuando las ven pasar? Mientras los acusados como malos (todo mundo es inocente hasta que se demuestra lo contrario, dicta la máxima) contratan buenos abogados para que en un dos por tres salgan a la calle a seguir presuntamente delinquiendo.
 
La Procuraduría General de la República, entonces, no está haciendo su chamba, pero sobre todo la tienen desmantelada. Algunas subdelegaciones repartidas a lo largo del país a duras penas cuentan con investigadores o fuerzas de apoyo para combate a delincuentes. Si tienen un agente activo al día, es mucho.
 
Los agentes de ministerio público no tienen el apoyo que quisieran, y sumado a eso, está la corrupción que impera y nunca fue erradicada en las corporaciones policiacas que se supone están al servicio de quienes velan por las investigaciones y la procuración de la justicia.
 
Y no sólo a nivel federal. A nivel local es el mismo esquema. La máxima de los agentes ministeriales es la lana. Van sobre el billete. Alguna vez apañaron a un conocido y le dijeron que pos con la pena, porque no querían arrestarlo ya que ellos andaban tras el billete y no chambeando en detener a quien chocó un vehículo por accidente.
 
Es un esquema de corrupción de “escalerita”. El policía va por el dinero para entregárselo al patrón: nunca se desmanteló. Las Unidades Mixtas contra el Narcomenudeo fueron un fracaso porque los comandantes están sin gente, ni secretarias para papeleo, al menos en el caso de Veracruz.
 
TODO SE CARGÓ DEL LADO DE LAS FUERZAS ARMADAS.
Y no es que nadie quiera a las fuerzas armadas, sino que los políticos no entienden que una cosa es que la gente admire y respete al Ejército y a la Marina, a que se crea que todo mundo está feliz con el miedo y la incertidumbre de salir a las calles para que en cualquier momento se desaten los plomazos. Ya nadie quiere violencia.
 
Claro que la gente se siente tranquila de ver al Ejército, pero no es garantía de que la violencia y las arremetidas de la delincuencia se hayan paralizado.
 
Alguna vez, un soldado de esos enojones que ni los buenos días te contestan, comentó entre policías y reportero (osease yo), que la culpa la tiene mucha gente porque no denuncia, que ellos se rompen la madre combatiendo a la delincuencia, pero que la gente no denuncia.
 
--No denuncian porque tienen miedo-- le dijo un policía.
-- Pos sí, pero para eso estamos-- insistía el castrense.
La plática fue para explicarle al joven militar que sí, ayudan mucho, que incluso los policías, pese a las vejaciones de las fuerzas armadas, se siente más seguros en escenas de crimen, pero ¿y cuándo se van?
 
“SOMOS UNA GRAN FAMILIA Y SABEMOS QUIEN ANDA MAL”
En Minatitlán existe la 29ª. Zona Militar, y están asentados los batallones 3ero. y 36to. (éste último va a ser cambiado a Ciudad Valles, San Luis Potosí). Cercano a las instalaciones militares están colonias colindantes a los terrenos militares. Son colonias de petroleros, principalmente, que están asentados en lo que fue alguna vez la pista de aterrizaje del antiguo aeropuerto.
 
Los minatitlecos han convivido desde siempre con los soldados desde que estaban originalmente en la calle Díaz Mirón. Siempre se les veía en las calles y era normal verlos haciendo recorridos por comisiones y crear cinturones de seguridad cuando iban a dejar dinero al banco o para comprar víveres. Ver soldados en la petrolera ciudad, era de lo más normal.
 
De lo más normal era también ver a los soldados borrachitos en el malecón. Son los más impertinentes, tanto que los taxistas ni los quieren subir por como se ponen de pesados. También es conocido que algunos intoxicados se han metido a las casas particulares en los alrededores del cuartel general.
 
Recientemente pasó con un vecino que se quejó de un soldado que aparentemente le trató de robar y lo agredió para salir huyendo. Al llamado a la Policía Intermunicipal llegó un convoy del Ejército para entrevistarse con los afectados y decirles que estaban a la disposición.
 
--“Somos una gran familia y sabemos quiénes están mal”, comentó el enmascarado a quien previamente trataron de asaltar.
 
Y es que suena incongruente que siendo Minatitlán una zona familiarizada con los soldados, esté a merced de la delincuencia. Afortunadamente no se ha visto la violencia recrudecida como sucedió en determinado momento en Veracruz. Tampoco se desea, pero los negocios cierran temprano y el centro de la ciudad se muere prematuramente contrario a los días de antaño.
 
Hay temor y añoranza por los días antes de una guerra barbárica y de poca estrategia, y no sólo en la mal llamada “Tierra de Flechadores”. Las fuerzas armadas están haciendo su chamba, pero quien llegue a Los Pinos, debe, en definitiva, cambiar la estrategia.

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