Cuatro ejemplares –Joaquín Caballero, Noé Hernández, Ponciano Vázquez y Regina Vázquez, su media hermana— resumen la pobreza de candidatos que presenta el PRI para la diputación federal en el sur de Veracruz, algunos incluso con pasado delictivo.

Sin antecedentes de liderazgo en la lucha social, ni trayectoría política que avale su participación en los asuntos públicos, los virtualmente candidatos del PRI a las diputaciones federales del PRI en el sur de Veracruz, solo tienen la capacidad —como dice Joaquín Sabina, en una de sus canciones— de ofrecer las mejores de sus promesas, que son aquellas que no habrán de cumplir.

 

Son virtuosos de la palabra sin valor, del engaño enmascarado y de la oferta abstracta, elaborada mañosamente para no hacerse realidad. Construyen un proyecto de poder político, cimentado en el deseo de un núcleo del electorado al que se le dice lo que desea oír.

 

Son los virtuales o inminentes candidatos priístas especímenes únicos en la fauna política, animales políticos —zoom politikon, en su esencia griega— que se ofertan como la solución a la compleja problemática social, portadores del bálsamo legislativo que cree, modifique o restaure el marco legal en que se debe desenvolver la vida nacional.

 

En los hechos, sin embargo, carecen de compromiso y poco o nada habrán de hacer, si el voto de la ciudadanía los favorece, en el espacio de discusión de los grandes temas nacionales: el Congreso Federal.

 

No se deben al electorado ni a su trabajo social. Su compromiso radica en los acuerdos de grupo, el dedazo del gobernador Javier Duarte, el palomeo del candidato presidencial Enrique Peña Nieto, y la operación política del PRI.

 

Joaquín Caballero Rosiñol, postulado por el Partido Verde Ecologista de México para la diputación por Coatzacoalcos, en términos de la alianza con el PRI, es la viva expresión de aquel postulado, regla no escrita del sistema, que reza que en política lo que tiene precio, lo que cuesta, resulta barato, como solía decir con sorna el ex gobernador Fidel Herrera Beltrán cuando compraba a sus adversarios.

 

El PVEM es nada en la política regional. Carece de militancia, de trabajo político y, sobre todo, de prestigio. Rémora del PRI, sus dirigentes han sido desde hace tiempo empleados de los grupos priístas, asalariados municipales, y consecuentemente, cómplices del priísmo en el ejercicio del poder.

 

Al grupo del ex alcalde de Coatzacoalcos y secretario de Desarrollo Social del gobierno de Veracruz, Marcelo Montiel Montiel le dan la candidatura para proyectar a Joaquín Caballero, pero habrán de pagar el derecho de piso al PVEM nacional.

 

En Minatitlán, la ecuación es distinta. Noé Hernández González, fiel militante de la cúpula sindical en la Sección 10 del STPRM, no se destaca por liderazgo alguno entre las bases petroleras, pero por la confianza que han depositado en él —desde Pablo Pavón, el líder hoy encarcelado, y Jorge Wade González, actual padrino del poder sindical en Minatitlán— sí se le respeta y es reconocido por su disciplina.

 

Cosoleacaque es un circo aparte. Ahí, el clan Vázquez Parissi —Cirilo y Ponciano, panistas de membrete— había desplazado a la militancia priísta, a los cacicazgos locales, al fidelismo y a las viejas corrientes, incluida la de los Cadena, cuyos vínculos con el círculo rojo de Enrique Peña Nieto suponía una mejor suerte.

 

Cirilo y Ponciano son como su padre, el extinto cacique Cirilo Vázquez Lagunes, oportunistas y cínicos. Postulado por el Partido Acción Nacional, Cirilo junior llegó a la alcaldía de Cosoleacaque con aires de cambio, como punta de lanza para destroncar al priísmo y para dignificar a la sociedad. Un año después, saca las uñas.

 

Desde hace meses esbozó al PAN su exigencia de que su hermano Ponciano fuera postulado candidato a la diputación federal. No encontró eco y advirtió que ponderaba la posibilidad de aceptar la invitación del PRI a contender por el distrito de Cosoleacaque.

 

El PAN no accedió a chantaje. Finalmente, el clan Vázquez consumó la traición y Ponciano será el candidato del PRI a la diputación federal, a cambio, por supuesto, de impunidad cuando Cirilito deje el cargo. Su padre, Cirilo Vázquez Lagunes, no lo hubiera hecho mejor.

 

Un caso más: Acayucan. La candidata será Regina Vázquez Saut, quien ya ocupara la diputación federal en ese distrito en 2003, pero bajo las siglas del PAN, que le dio el espacio a cambio de que Cirilo Vázquez Lagunes, padre de Regina, operara electoralmente en la región.

 

Junto con su hermana Fabiola, con quien se alterna la presidencia municipal de Acayucan, ha provocado un agravio infinito al priísmo. Alcaldía, diputación federal y local, sólo pueden ser para las señoras Vázquez, y para nadie más.

 

Su desempeño, sin embargo, ha sido patético. Acayucan se sume en el atraso; sus problemas sociales van en aumento; la administración municipal es deficiente, y las transgresiones a la ley van de la mano del dúo femenil más neasto que pudiera haber llegado a la alcaldía.

 

Fidel Herrera, antes, y Javier Duarte, ahora, han solapado el mal gobierno de Regina Vázquez, que dejó de presentar durante un año, en 2009, la cuenta pública mensual, entregándola de manera extemporánea, parchada, visiblemente alterada, sin que el Congreso de Veracruz y el Organo de Fiscalización Superior (ORFIS) hubieran respingado siquiera, sin que hubieran procedido legalmente, con sanciones o cárcel, como lo hicieron con alcaldes de oposición o enemigos del grupo en el poder.

 

Cuatro ejemplares –Joaquín Caballero, Noé Hernández, Ponciano Vázquez y Regina Vázquez, su media hermana— resumen la pobreza de candidatos que presenta el PRI para la diputación federal en el sur de Veracruz, algunos incluso con pasado delictivo.

 

Son la oferta electoral del PRI, pobre oferta, sin duda, que pretende llevar a la más alta tribuna de la nación.