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Roberto Morales Ayala

Zona Franca

El juego sucio del PAN

20/02/2012 09:22 a.m.
No es posible esperar menos de quienes pastorean la endeble y mojigata estructura del PAN en Veracruz
De por sí endeble y mojigata, en Veracruz la estructura del Partido Acción Nacional no responde con honradez a la confianza que en ella deposita un amplio sector de ciudadanos que habrían esperado de ese partido un cambio en la dirección del estado, sumido en injusticias, corrupción e impunidad institucional.
 
Los dirigentes panistas, viejos o nuevos, —los Vásquez Cuevas, los Julen, los Buenos, los Yunes…— no actúan a favor de la democracia, sino que hacen sus juegos de poder para satisfacer sus ambiciones personales.
 
Sin dignidad, se dan por vencidos contra la corrupción que dicen combatir y se unen al cinismo de la prosperidad, que no es más que una mascareta de complicidades y vilezas contra los veracruzanos.
 
En el pecado llevan la penitencia, y un día disfrutan de las delicias del poder y al otro chillan por la estocada trapera.
 
De norte a sur, son con los caciques con quienes prostituyen “su democracia” y acarrean a ignorantes para que votaran de acuerdo a sus intereses.
 
En el norte, los Yunes –Miguel Angel y sus juniors Fernando y Miguel Angel—, aliados del cacique de Tantoyuca, Joaquín Rosendo Guzmán Avilés, alcalde cuestionado, pasivo espectador de la violencia, de la inseguridad, del terror que vive la ciudadanía, pero eso sí, operador de la causa yunista, así sea atropellando a los panistas de a deveras.
 
Alejandro Vázquez Cuevas, el tristemente célebre Pipo, mercader de todo, vendido al ex gobernador de Veracruz, adorador del trueque político, de notarías públicas a cambio de su silencio cómplice, quien domina gran parte la estructura del PAN, sus cuadros de dirección, la voluntad de diputados, con referentes en el comité nacional, señalado de ser integrante del Yunque, la corriente ultraderechista que le marca el paso al PAN y que llevó a Vicente Fox a la Presidencia de México.
 
Su área de influencia es Xalapa y alrededores y enclaves de cierta relevancia en el sur de Veracruz, unos por su operación directa y otros por la de sus cortesanos, desde Enrique Cambranis, el líder formal del comité estatal del PAN, y algunos más por el trabajo de diputados como Germán Yescas.
 
Julen Rementería del Puerto, un personaje al que sólo falta ponerle una boina en la cabeza y un puro entre los dedos para que parezca un español de los que vinieron a hacer “la América”, con barba de cantinero y abdomen de panadero. Fue alcalde del puerto de Veracruz y después director de los centros estatales de la Secretaría de Comunicaciones y Transportes. Derrochó millones en autopromoción para ser senador y si acaso con un milagro lo logrará.
 
Juan Bueno Torio, hoy senador de la República por Veracruz, debe su fortuna a Petróleos Mexicanos. Aún antes de ser un figurón en el PAN, antes de ser del grupo de los “Amigos de Fox”, operador financiero en la campaña de 2000, disponía de contratos millonarios en la paraestatal relacionados con el transporte de productos petrolíferos en los que, de acuerdo a diversas investigaciones administrativas, participaban sus familiares y protegidos.
 
Los cuatro —Yunes, Pipo, Julen y Bueno Torio— pastorean el panismo en Veracruz. Unos con el PRI y otros con los gobiernos panistas, disfrutaron las mieles del poder y el beneficio económico, las prebendas, el tráfico de influencias, su fortaleza política y la capacidad de negociación, para sí y para sus allegados.
 
Los cuatro, sin embargo, hicieron de la elección de candidatos a senadores y a diputados federales un show de baja calidad. Compraron voluntades, repartieron apoyos, incluso de programas federales; comprometieron respaldo político, al grado de ofrecer futuras regidurías y sindicaturas en ayuntamientos veracruzanos, y desataron una guerra sucia al peor estilo, símil de lo que se vivió en la campaña a la gubernatura de Veracruz en 2010, la melcocha fidelista para imponer a Javier Duarte de Ochoa al precio que fuera.
 
En el caso de Fernando Yunes Márquez, aspirante al senado, fue notorio el acercamiento del clan Yunes al gobierno de Javier Duarte, pese a los agravios del pasado inmediato. Prensa antes y funcionarios antiyunistas fueron instruidos para respaldar al otrora enemigo para franquearle el paso y facilitarle la contienda. O sea, el priísmo y el duartismo operó a favor del Miniyunes.
 
Pero no fue el único caso. Otros priístas lo hicieron a favor de Alejandro Vázquez Cuevas.
 
En el sur, por ejemplo, los hermanos Tronco –el alcalde de Las Choapas, Renato, Miguel y José María—, interesados en obtener por el distrito XIV una candidatura a diputado federal por la Alianza Unida de las Izquierdas, acarrearon a sus huestes para votar en la elección interna del PAN. Lo hicieron a favor del Pipo Vázquez, con quien Fidel Herrera Beltrán se entendía a las mil maravillas.
 
Así, y sólo así, se explica la votación obtenida por Pipo Vázquez en el distrito XIV si no para ganar cuando menos para competir, donde prácticamente no existía.
 
Ese es el PAN de hoy. Sus líderes, caciques de ornamento, lubrican sus maquinarias con el aceite que les proporciona el PRI.
 
Llegaron a la conclusión que si no podían con el enemigo, lo mejor era unirse a él. Y así les ha funcionado.

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