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Roberto Morales Ayala

Zona Franca

Renato Tronco y “el pinche poder”

26/03/2012 07:27 a.m.
Las leyes que rigen nuestro país no se hicieron para violarlas, como hace el alcalde de Las Choapas, Renato Tronco Gómez, por mucho que esté en “la plenitud del pinche poder”, como le enseñó su maestro, el ex gobernador de muy malos recuerdos, Fidel Herrera Beltrán.
 
A los gobernados esas leyes nos obligan a respetar a nuestras autoridades, pero también nos respalda para protestar, y levantar la voz para manifestarles cara a cara, nuestro pensar.
Sin embargo, eso es algo incomprensible para quien, lamentablemente, se distingue por su ignorancia, carencia de ética y humanismo. Lo mismo desoye que reprime.
 
Renato Tronco es incorregible. Agravia, por igual, a priístas que a opositores, a ambulantes que a manifestantes contra la Comisión Federal de Electricidad, a propios y extraños, a la ciudadanía en general.
 
Su última hazaña fue arremeter contra los pepenadores del basurero municipal, en un abierto despojo, tratados como mexicanos de segunda, parias sociales.
 
La decisión tomada, primero, para arrebatarles, cruel y brutalmente, una forma de vida a decenas de familias que se dedican a la pepena en la basura, es una injusticia, que tiene su raíz en la codicia para agenciarse este filón de oro, so pretexto de que “se entregará” a los empleados municipales.
 
Y, segundo, la de reubicar de forma arbitraria el basurero municipal, sin un obligatorio estudio de impacto ambiental, como lo exigen las leyes ecológicas, obligando a decenas de familias a sufrir la pestilencia de que de ella emana, es un acto que incurre en la estupidez.
 
Habrá mucho mar de fondo en las decisiones del alcalde. La basura es un filón de oro; la actividad recicladora es hoy en día un negocio que deja muchas ganancias, en la que tal pareciera que Renato Tronco y su grupo de rapiña, pretende incursionar, pero son los pepenadores el escalón miserable de esa actividad.
 
La mañana del lunes 19, Renato Tronco perpetró el atropello. Decenas de pepenadores vieron llegar a funcionarios y policías preventivos, cuyo objetivo era entregar el basurero al Sindicato Unico de Empleados Municipales, intrínseca la decisión de arrancarles de las manos su única fuente de empleo, su manera de sobrevivir.
 
Paulatinamente llegaban patrullas, cinco en total, y se incrementaba el número de elementos policíacos, algunos de ellos encapuchados, cual operativo anti crimen, como si los pepenadores fueran criminales.
 
Ante el abuso, la resistencia. Armados, machete en mano, palos y la rabia a flor de piel. Encararon a la secretaria del Ayuntamiento, Jazmín García Guzmán, ejecutora de abusos y arbitrariedades, la segunda dama del municipio; al regidor primero, Guadalupe Mendoza Castillejos, todo silencio, sin una palabra qué argumentar; al director de Obras Públicas, Lucas Galvez Aguilar; al director de Limpia Pública, Manuel Chávez Luría, y a un séquito que al final fue inútil.
 
Ese día, vencida la prepotencia, Renato Tronco ni se asomó. Horas después, todos se retiraron y los camiones recolectores de basura realizaron su cotidiana faena.
 
Sin embargo, la resistencia de los pepenadores a aceptar ser despojados de su trabajo, le cayó a Tronco Gómez de perlas para una acción –la reubicación del basurero- que le favorecería, en dos bandas.
 
Por un lado, presionar a las pobres familias que viven de la pepena entre la basura a someterse a sus caprichos y, por el otro, despejar el área donde construye su ostentosa residencia, un palacete que ofende la sensatez y que genera la sospecha -desde donde por cierto tiene una vista completa de la ciudad, de la carretera La Aviación hasta el río Tancochapa-, de un basurero que tarde que temprano, ante la negligencia del gobierno que ejerce y que pretende imponer como cacicazgo en las administraciones venideras, se convertirá en un foco infeccioso.
 
Renato Tronco no quiere olores fétidos junto a la residencia de la impudicia. El jueves 22 consumó la fechoría. Reubicó el basurero municipal y lo instaló en terrenos del nuevo rastro , el mismo que por ser obra del ex alcalde Juan Diego Ayala, se ha negado a operar. Ahí, donde debiera estar la sanidad, colocó la insalubridad, las 40 toneladas de basura que se generan a diario en Las Choapas.
 
Sin ceñirse a normas ambientales, ignorando a la Secretaría de Medio Ambiente y Recursos Naturales, Renato Tronco habilitó un nuevo basurero provocando la repulsa de los vecinos y, como era de esperarse, una nueva condena de los pepenadores, a quienes dejó sin fuente de trabajo, sin el sustento para sus hijos, la miseria dentro de la vida miserable que viven.
 
El terreno del “nuevo basurero”, ilegal por supuesto, es cercado por una alambrada, cual campo de concentración. Sus cómplices, esta vez, son los líderes del sindicato de empleados municipales, quienes detentarán el manejo del cartón, alumnio, vidrio, madera y el codiciado plástico.
 
Amén del atropello a los pepenadores, lo que ha hecho Renato, en su ignorancia y altivez, es un delito ambiental, de carácter federal, que una vez en manos de la justicia, no alcanza fianza.
Todo por simple gusto de ejercer "el pinche poder" y atropellar a quienes nada, absolutamente nada, tienen.

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