El escándalo de espionaje, su tácita confesión de que en el gobierno calderonista se realizan escuchas ilegales y la torpe estrategia de acusar al PRI de la autoría, es el más reciente pero no será, sin duda, el último error de Josefina Vázquez Mota. La candidata panista fue sorprendida en una conversación con su coordinador de redes sociales, el diputado Agustín Torres Ibarrola.

 

Le decía que eran grabados por el secretario de Seguridad Pública Federal; que el funcionario calderonista mejor dedicara su tiempo a espiar al narcotraficante Joaquín El Chapo Guzmán Loera; que quien filtraba todas sus llamadas era la vocera presidencial, Alejandra Sota, y remataba con un cariñoso “Pinche Sota”.

 

Cuando el portal de noticias La Silla Rota difundió el audio, quizá imaginó la trascendencia y el impacto que tendría, pero no el enredo en que se metería la aspirante panista a la Presidencia de la República. El audio, por sí solo, es una joya periodística. Es una bomba política.

 

Es un misil que dio en la línea de flotación de la nave panista. “Como nos están grabando —dijo la candidata Vázquez Mota con doble intención—, mándale un saludo a Alejandra Sota. (… ) Por si pasan nuestra llamada, que pasen nuestro saludo. Un saludo cariñoso para Genaro García Luna que nos graba en lugar de grabar al Chapo. Y un saludo muy amoroso a Alejandra Sota, que filtra todas nuestras llamadas telefónicas. Pinche Sota, o sea”.

 

Mandarle un saludo en el ámbito del espionaje, equivale a mentarles la madre, una mentada muy cariñosa. La revelación de que el secretario de Seguridad Pública los graba, y que mejor debiera hacerlo con El Chapo Guzmán —supondría que el gobierno federal lo tiene ubicado, específicamente localizado su paradero, conocidos sus movimientos, y obviamente encubierto e impune—, es una abierta aceptación de la ilegalidad con que se conduce el gobierno de Felipe Calderón.

 

Hasta ahí se pensaba que Josefina Vázquez Mota actuaría con reposo y prudencia. Pudo negar la autenticidad de las grabaciones y darle la vuelta a la hoja. Pero actuó contraria a la lógica. Trató de lucrar políticamente, pues imaginó que acusar del espionaje al PRI le acarrearía dividendos cuando su campaña patina entre el lodo y hace tiempo que no levanta en las encuestas y en los sondeos de intención de voto. Se equivocó en toda la línea.

 

La denuncia que interpuso ante la Procuraduría General de la República por el espionaje, es la aceptación de que sí dijo lo que dijo; que Genaro García Luna espía y que Alejandra Sota difunde las grabaciones.

 

Es decir, que el gobierno de Felipe Calderón, gobierno del PAN, tiene una conducta ilegal e inmoral. Ese error se agravó cuando el PAN y su equipo de campaña acusaron al PRI de estar detrás del espionaje. Los priístas no se preocuparon; se rieron.

 

Las escuchas, dicho por la propia Josefina Vázquez Mota, son responsabilidad de funcionarios del gobierno federal. Es más, con la denuncia ante la PGR, Josefina Vázquez Mota colocó al gobierno de Felipe Calderón en el banquillo de los acusados. Este momento es la gota que ha venido a derramar el vaso de una campaña que anda a la deriva.

 

La candidata presidencial del PAN no da una desde que pasó un trago amargo en su unción como candidata azul. Por fallas en la logística, el evento inició con retraso y cuando Josefina Vázquez Mota pronunciaba su discurso, los militantes la dejaron hablando sola. El día en que fue registrada su candidatura, se vio atrapada en un embotellamiento vehicular.

 

Tuvo que subirse a una motocicleta y así llegar a las instalaciones del Instituto Federal Electoral. Un caso más es su conflicto con la Universidad Nacional Autónoma de México, a la cual calificó de “monstruo” hace algunos años. El rector José Narro le recordó la frase y a partir de ahí ha sabido lo que es el repudio de los universitarios.

 

Doña Josefina no levanta ya. Se ha estancado en las preferencias electorales, en la intención de voto. Hace semanas que el candidato del PRI, Enrique Peña Nieto, no baja en las encuestas y a ese ritmo podría ser inalcanzable. Josefina Vázquez Mota simplemente no se ve y cuando aparece es para incurrir en errores. Su discurso es plano, desairado por el electorado.

 

En cambio, el segundo lugar que aún ocupa en las encuestas comienza a verse amenazado por el candidato de la alianza de izquierda, Andrés Manuel López Obrador, quizá el más congruente con su proyecto y el más atinado en sus propuestas.

 

López Obrador, a quien precede la mala fama y sus desatinadas decisiones del conflicto poselectoral de 2006, habla de un país más igualitario, modificando las políticas del gobierno panista actual; un viraje al modelo económico neoliberal; la forma en que enfrentaría la violencia provocada por el crimen organizado y el regreso de los militares a los cuarteles.

 

Andrés Manuel va recuperando confianza, pero habrá que ver si en un país telenovelero, le alcance el tiempo para remontar la popularidad de Enrique Peña Nieto, quizá el más ignorante de los candidatos, pero con el suficiente rating comprado en las televisoras.

 

No obstante, los yerros de los candidatos de la oficialidad democráticas (PRI-PAN), le van abriendo brecha al candidato de “las izquierdas”.  Los panistas han demostrado ser expertos en guerra sucia, pero al equipo de Vásquez Mota, los petardos le estallan en las manos.