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Roberto Morales Ayala

Zona Franca

Peje malo, Peje bueno

04/04/2012 09:29 a.m.
La estrategia amorosa del candidato de la llamada alianza de las izquierdas, Andrés Manuel López Obrador, no avanza con la celeridad necesaria para ganar la Presidencia de la República. La desesperación se refleja en el discurso del candidato.
 
Ha ido El Peje del mensaje conciliador, la palabra suave, el modo terso y la mano extendida, franca, hasta el perdón unilateral a su acérrimo enemigo, el Presidente Felipe Calderón, a quien no le pasa haberle ganado la elección en 2006, sin que, por supuesto, el mandatario panista le hubiera solicitado ser perdonado.
 
No es fácil asimilar verlo convertido en un candidato de trato amigable, a diferencia del personaje que hace seis años denunciaba la iniquidad; el gobierno rico y el pueblo pobre; la existencia de grupos de poder que marcan la ruta del gobierno; la mafia en el poder que se perpetúa, y la entrega del patrimonio nacional al capital privado.
 
López Obrador ha sido, por extraño que parezca, un candidato dócil, poco atractivo para el electorado en general y menos para sus seguidores, sus fieles perredistas y sus fanáticos ultras, los pejezombies.
 
La operación política montada por el equipo lopezobradorista para recomponerle la imagen, mostrarlo conciliador, agotada la cuota de rencor, funcionaría si el candidato no fuera ¡López Obrador! Pero no. Ha sido un fracaso, nada rentable.
 
La obsesión del ex priista por ser de nuevo candidato presidencial, rebasa sus propias pretensiones, y una actitud amorosa en él, bajo la presión de los tiempos electorales que se escurren rápidamente, es tanto como colocarle una camisa de fuerza.
 
La República Amorosa, que sólo fue un ardid de campaña, no sirvió para catapultar a López Obrador. Quiso mostrarlo pacifista en un ambiente de hostilidad y violencia, de inseguridad y crimen, de agresión e impunidad. Quiso conquistar a un electorado que nunca creyó en la transformacion de López Obrador y, menos aún, en su arrepentimiento por su conducta anárquica en el conflicto poselectoral del 2006.
 
El reloj sigue su marcha. Avanza y define la intención de voto hacia los cuatro aspirantes presidenciales, pero también refleja en qué medida se pierden adeptos. Hoy, a tres meses de la elección, el panorama es sombrío para el candidato de las izquierdas. Y cuando apenas inicia la promoción en serio de sus propuestas.
 
Julio Madrazo, analista político y fundador de la empresa de asesoría en relaciones públicas De la Calle, establece el comportamiento del electorado. El 20 por ciento, dice, es panista; 25 por ciento priista, 15 por ciento perredista y 40 por ciento independiente.
 
A como se comporta el electorado potencial, “la ventaja de EPN —Enrique Peña Nieto, el candidato del PRI— se explica porque hoy él es el más atractivo para los independientes: 5 de cada 10 independientes se inclinan por él. Mientras esto sea así, será muy difícil que Josefina Vázquez Mota o Andrés Manuel López Obrador crezcan y la competencia se cierre. Hasta ahora ni JVM ni AMLO ha generado una ola de opinión que los haga competitivos entre este público”.
 
A eso se agrega que los candidatos del PAN son más fieles que los del PRI y que los fans de López Obrador, quien tiene el voto más inestable, “hasta en un 50 por ciento”.
 
Para el candidato de la alianza PRD-PT-Movimiento Ciudadano, será cosa de locos mantener a sus seguidores más radicales, sin que recurra al discurso beligerante que lo caracterizó en el pasado y que tanto daño le hizo.
 
López Obrador está atrapado entre dos mundos políticos: el que lo quiere suave y propositivo, y el que lo concibe radical, retador y provocador.
 
Sin embargo, circunstancias como el que la candidata del PAN, Josefina López Mota, desfallezca en público mientras se desploma en las encuestas, le dan a López Obrador la oportunidad de mostrar un gesto comprensivo, contrario a denostarla ante su evidente debilidad física. De eso se encargan sus porros en la redes.
 
Caso contrario, es su postura hacia el candidato del PRI, al que acusa un día tras otro de actos de corrupción y de una campaña que rebasa ya los topes de campaña; le llama “chatarra telenovelera” y lo acusa de plagiarle propuestas, pero pese a esos esfuerzos, a lo agrio de sus palabras, Peña Nieto no cae en sus provocaciones, no se engancha.
 
En Coatzacoalcos, en el arranque de su campaña, observamos que Andrés Manuel sigue siendo el candidato de las clases más desprotegidas. Sin embargo, a diferencia de otras campañas, quienes forman parte del voto independiente, ya casi no asistieron a su llamado.
 
2012 no es, desde luego, 2006. López Obrador no cuenta con la intención de voto de hace seis años, ni tiene en su regazo a los indecisos que pudieran insertarlo en la lucha por la Presidencia de México.
 
Quizá cometió un error cuando inauguró la República Amorosa y cambió el discurso fuerte por una docilidad que asombra.
 
Los suyos, sus fans y sector de votantes dispersos, habrían reaccionado de otra forma si el discurso hubiera sido, sí respetuoso, pero más radical.
 
Al fin que ellos no quieren a un Peje bueno sino a un Peje malo. Ese es su modelo a seguir.

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