Mal y de malas, la candidata del PAN Josefina Vásquez Mota va de tropezón en tropezón.

 

Sometida a escarnio en las redes sociales por una pifia de su encargada de prensa, que al emitir su agenda por error escribió Tlazcala, en lugar de Tlaxcala, Josefina quiso demostrar firmeza y terminó exhibiendo intolerancia al despedirla con prepotencia.Ciertamente la candidata panista enfrenta las fuertes presiones de una contienda en la que está en riesgo la permanencia del poder en su partido, pero lejos de demostrar la entereza necesaria de un jefe de estado, deja en evidencia que opta por la ligereza, salida fácil, de que las cosas “revienten por el hilo más delgado”.

 

Lleva así varias semanas. Si no es ella, su staff comete errores de kinder, garrafales torpezas de principiante, cuyo impacto no sólo frenó su avance en las preferencias electorales, sino que la echaron atrás en el porcentaje que reflejan las encuestas y la alejaron, quizá irremediablemente, de su objetivo de alcanzar al priísta Enrique Peña Nieto.

 

La última, su conflicto con las zetas, es de risa. El domingo 8, su equipo de prensa difundió la agenda de la semana. Señalaban que el martes 10 la candidata presidencial panista ofrecería una conferencia en “Tlazcala”.

 

Ese error bastó para que los tuiteros se la comieran viva, cuestionada su preparación, su conocimiento sobre ortografía y, algo peor, sobre la geografía nacional, el México inmediato, el México más a la mano, el que no puede ignorar quien aspira a la Presidencia. Horas después, Josefina Vásquez Mota mostró su otro rostro, el de la intolerancia.

 

Despidió a Karla Garduño, su hasta entonces jefa de prensa. Y lo hizo de fea manera, con maltrato y aspereza, sin cordialidad y, sobre todo, sin cuidar la diplomacia, resumida su voluntad en un escueto boletín de prensa que dio cuenta que en la candidata azul la sutileza es sólo un maquillaje. Karla Garduño, cierto, cometió un error grave.

 

Dijo ella que la despidieron por un “dedazo”, en alusión a que en cualquier teclado la “z” y la “x” van juntas. Pero, como sea, debió tener el cuidado de revisar el contenido de la agenda antes de difundirla, amén de que el responsable de redactar el texto exhibió un absoluto conocimiento de la geografía nacional.

 

Josefina Vásquez Mota mostró intransigencia impensada en un candidato presidencial, renuente obviamente a lavar la ropa sucia en casa. Debió resolverlo al colocar un equipo paralelo en su área de prensa y al paso de los días, cuando los reflectores apuntaran hacia otro objetivo, darle salida a Karla Garduño. Fue más indulgente, benevolente, solapadora cuando su staff de organización midió mal los tiempos del evento en que rindió protesta como candidata del PAN y ante el retraso para iniciar el mitin, se quedó hablando sola, con el estadio azul casi vacío, los militantes en franca retirada. No tronó entonces contra su coordinador de campaña, Roberto Gil Zuarth, responsable de la pifia.

 

Días después se vio atrapada en un congestionamiento vial mientras se dirigía a su registro ante el Instituto Federal Electoral (IFE). Trepada en una motocicleta, Wild Hog mexicana, llegó a su destino entre el asombro y el sarcasmo de todos. Tampoco entonces echó a la calle a nadie. Su inicio de campaña fue otro desastre.

 

Arrancó en una escuela de gobierno, a sabiendas —¿o no?— de la prohibición de usar inmuebles públicos para actos de proselitismo. Se ganó con ello una denuncia del PRI ante el IFE, y debiera ser sancionada para que aprenda a no incurrir en trampas electorales. Tampoco en ese caso despidió al responsable del error.

 

Josefina Vásquez Mota ya avizora un descalabro fatal. No crece en las encuestas. Se estanca. Ve cómo se le acerca el perredista Andrés Manuel López Obrador, y observa cada vez más distante al candidato del PRI, Enrique Peña Nieto. Quizá de ahí derive su intolerancia.

 

Obligada a dar un golpe de timón, hay quien dice con sorna que ni a timón llega y que la nave panista anda a la deriva, sin rumbo, perdida en el océano electoral. Hará unas horas, la candidata del PAN pretendió asestarle al PRI un golpe maestro.

 

Hizo difundir un video en el que Enrique Peña Nieto es evidenciado como un mentiroso por faltar al cumplimiento de compromisos cuando fue gobernador del Estado de México. No tardó en recibir respuesta. El PRI la exhibió refutando la aseveración de Vásquez Mota de que en su gestión como secretaria de Desarrollo Social, había entregado 3 millones de pisos firmes.

 

Le documentaron que no es así. Según el informe de gobierno del ex presidente Vicente Fox, el gobierno federal, al que ella perteneció, sólo entregó 398 mil pisos firmes. Alguien le viene tomando el pelo a Josefina Vásquez Mota. La embaucan en afirmaciones sin sustento; le desorganizan sus eventos de campaña; la confrontan con el electorado, y le descomponen la imagen de mujer casi perfecta.

 

La debacle está ahí, a la vuelta de la esquina. Ella ha de querer evitarlo. Sin embargo, no se logra recomponer la ruta a base de manotazos en el escritorio y despidos con altanería, que en esencia la muestran drástica y prepotente con sus empleados, mientras que a sus socios políticos los consiente y los solapa.

 

El error de Tlazcala con “z” sirvió, cuando menos, para conocer su otro rostro, el de la intolerancia, quizá el rostro real de Josefina Vásquez Mota. Recuadro comillota:Sometida a escarnio en las redes sociales por una pifia de su encargada de prensa, que al emitir su agenda por error escribió Tlazcala, en lugar de Tlaxcala, Josefina quiso demostrar firmeza y terminó exhibiendo intolerancia al despedirla con prepotencia.