La esencia del movimiento #yosoy132, va más allá de la ligereza de decirse “antipeñista” o #yonosoy132, porque sí soy “peñista”.

La protesta de los jóvenes #yosoy132 que recorre y se fortalece como un movimiento de trascendencia mundial, es también un fuerte reclamo a toda una generación que dejamos la conducción de nuestro país en manos de una clase política corrupta, viciada.

Específicamente, el movimiento nace de la inconformidad estudiantil en contra de la manipulación de la información por los grandes consorcios mediáticos -Televisa y TV Azteca— y muchísimos más.

Que se les haya llamado porros, “jóvenes envenenados”, estudiantes ajenos a la Universidad Iberoamericana, tras aquel viernes negro en que el candidato del PRI a la Presidencia de México, Enrique Peña Nieto, materialmente salió huyendo, fue el detonante de un movimiento que lo primero que exigió fue respeto a su condición estudiantil, gremio pensante y, sobre todo, crítico ante los grandes problemas que enfrenta el país.

Un video, el #yosoy131, demostró que eran y son estudiantes de la Ibero. Les siguió el movimiento #yosoy132, la unión de universitarios de escuelas públicas y privadas, de organizaciones independientes y ahora de ciudadanos, que reclaman al unísono a una clase política que ha destrozado a México.

Una pregunta es clave: ¿es el #yosoy132 un movimiento antipeñista? Y otra más: ¿es un reclamo a las generaciones que de 1968 a 2012 dejaron hacer y deshacer a una clase política voraz, ambiciosa, inescrupulosa e incluso criminal?

A través de las redes sociales, en algunos medios independientes y casi la mayoría de la prensa extranjera, los estudiantes del movimiento #yosoy132 han explicado y aclarado que no son un movimiento particularmente “antipeñista”, aunque evidentemente el candidato del PRI representa todos los vicios de nuestro país, convertido en una especie de mojiganga de la clase política corrupta de México.

 

Sin embargo, feroz y sutilmente, Televisa y TV Azteca, inducen a través de sus programas de noticias y de entretenimiento chatarra, la idea de que el #yosoy132 es un movimiento profundamente antipeñista. Cuestionan su condición de apartidista y sugieren que desde las sombras es controlado por el grupo de Andrés Manuel López Obrador, el candidato de la izquierda.

En los términos éticos y sustanciales de la defensa de la libertad de expresión y del derecho a la información sin manipulación, también #yosoy132 ha cimbrado a los grupos de interés. Reabrió la discusión sobre la democratización de los medios de comunicación; la difusión de noticias apegadas a la verdad; el derecho de réplica; la objetividad de los medios; la inaceptable mancuerna entre el poder político y la prensa; la nueva identidad de la prensa, radio y televisión proyectando periodistas hacia cargos de elección popular, la nueva “mediocracia”.

Más allá de su antipeñismo, que nada tiene de criticable y mucho de laudable, #yosoy132 lleva intrínseco un reclamo a las generaciones que permitieron que los cachorros de la Revolución y los bebesaurios de hoy, se comieran a pedazos este país.

El movimiento estudiantil de 1968 fue un parteaguas en la historia de México. Provocó con sus demandas y su cuota de sangre, la reforma política que advertía la urgente necesidad de abrir espacios políticos a los que habían decidido proseguir la lucha por la vía pacífica y reencauzar a quienes decidieron tomar el camino de las armas.

El PRI, sin embargo, no estaba dispuesto a cambiar. Sofocados los brotes de insurrección, alineado un sector de los luchadores sociales y marginados quienes no se sometieron a las reglas del sistema, mantuvo el México de siempre. Y México empeoró.

Con De la Madrid, Salinas, Zedillo, Fox y ahora Calderón, México ha padecido el saqueo, la desigualdad, la violación de derechos humanos, el triunfo de una minoría corrupta que nutre sus fortunas en la miseria de millones de mexicanos.

Potentados como Carlos Slim, Azcárraga, Salinas Pliego, Servitje, González Barrera se beneficiaron de las “oportunidades” que les brindó el sistema.

Virreyes como Fidel Herrera Beltrán, en Veracruz; como Mario Marín, en Puebla; como Humberto Moreira, en Coahuila; como Yarrington en Tamaulipas, acabaron la riqueza de todos y a la vez permitieron otros crímenes, incluido el asentamiento del crimen organizado en los estados que gobernaron.

Líderes venales como Carlos Romero Deschamps en el sindicato petrolero y como Elba Esther Gordillo y Juan Nicolás Callejas Arroyo en el magisterio. A cambio de una buena plaza, los trabajadores permiten que los de arriba roben, que se acaben a Pemex, al sistema educativo, a la Comisión Federal de Electricidad.

En la oposición es lo mismo. Andrés Manuel López Obrador fue priísta y hoy cobija a los tránsfugas del PRI, los Bartlett, los Muñoz Ledo. Vicente Fox, Calderón, Josefina Vázquez Mota, empeñados todos en llegar o sostenerse en el poder, mientras en México la cifra de pobres alcanza los 60 millones.

En ese punto surge #yosoy132. Peña Nieto encarna el regreso al pasado, el retorno del PRI a Los Pinos, a hacer lo único para lo que está programado el PRI: robar, desmantelar la nación, agudizar la desigualdad. Su antipeñismo es real, pero no se queda en ese nivel. Agrega su aguda crítica al momento que hoy vivimos, pero que no pudo llegar a tal si no hubiera sido con la complacencia de las generaciones que no aprendieron la lección del 68.

#yosoy132 le da un repaso a 44 años de historia y a las generaciones que permitieron el deterioro de México; que dejaron hacer y dejaron pasar; que fueron omisas, tolerantes y cómplices; que se unieron a la corrupción; que nunca alzaron la voz.

Eso es realmente el movimiento #yosoy132.